“Cruces de la memoria” (Antología) de Jaime Ceballos |
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Por Reynaldo Lacámara
El
tránsito de la palabra a la poesía es el desafío primario que toda
propuesta creadora debe abordar. En ese espacio se genera la posibilidad
de que la imagen, el ritmo y la síntesis (tríada insustituible de
todo proyecto poético) consigan la cercanía y la identificación estética
entre la obra y su entorno. En definitiva
podríamos definir al ser humano (nada más y nada menos) como el núcleo
de todo discurso poético. Jaime Ceballos, desde el registro antológico de su obra en “Cruces de la memoria”, nos incorpora a un trayecto impregnado de aires, rostros, ausencias, prisas y letargos, que busca como puerto o refugio reconfigurar lo humano a partir de la mirada y la palabra. Esta
Antología es al mismo tiempo punto de llegada y bifurcación. No es
ajena a la intención totalizante, pero al mismo tiempo nos ubica ante
la posibilidad cierta de nuevos caminos y búsquedas por parte del
autor a partir de esta suerte de arqueo en que, precisamente, los
acontecimientos y los seres se entrecruzan por medio de imágenes que
pretenden reinstalarlos vividos y convocantes. Asoman en estas páginas juegos y trampas con la memoria, la familia, el dolor, la historia, a modo de exorcismo pagano en el cual el tiempo es un pretexto para no rendirse ante el olvido o desoír el reclamo de los pasos ausentes, pero ciertos. Ante
la muerte… "corriendo como loca por esta geografía”, el poeta
nos ofrece el recurso de la piel como refugio y la figura de la amada
como único territorio posible de habitar en medio de una patria desgarrada,
torturada y huérfana de humanidad… Como nos recuerda el autor en su
poema “Once”:… “septiembre llegó con volantines tristes/con amor amargo
y primaveras taciturnas/… con trompos muertos y jardines de quebranto/…con
dolor de muchos y banderas desangradas”. Para
eso existe la poesía, para crear y recrear.
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