por
Aníbal
Ricci Anduaga
Desde el primer capítulo, el protagonista nos revela que apenas
le salgan las muelas del juicio se detendrá el desarrollo físico
de su cuerpo y comenzará "ese largo camino a la decadencia que
termina con la vejez y la muerte". Toda esta meditación en medio
de una clase de odontología donde pareciera que el estudiante nos
va a internar en los recovecos de una historia profunda. Pero el
relato, en primera persona, de inmediato se vuelca a las alocadas
aventuras de un joven que gasta su vida en bares, cabarets de mala
muerte y relaciones en que describe el acto sexual en un lenguaje
porno que pareciera a ratos sacarnos de la historia, pero que con
el transcurrir de este tiempo lineal se va moderando y matizando
con otras emociones más coherentes para un adolescente. Manu experimenta
episodios eufóricos, relatando en carne viva un presente que pretende
arrasar con todo. Sus conquistas se centran principalmente en Nuria,
mulata que satisface sus deseos carnales más fogosos, mientras se
extravía en recuerdos platónicos de su amiga de juventud, Begoña,
ahora también compañera de facultad. La descripción de Begoña va
desde una mujer-ángel que aparece en sus sueños hasta intentos de
alejarla de su cabeza, acostándose con otras mujeres, diciendo que "ahora
solo pienso en violarla, llenarle el rostro de semen y luego mandarla
a la mierda". Manu despliega una emocionalidad bipolar que le
impiden razonar y adquirir perspectiva de los acontecimientos. Requiere
de otros cuerpos que le den sentido al suyo, pero no todo pasa por
el sexo, también describe a Begoña como el amor de su vida, la mujer
con quién le gustaría terminar casado. Siente celos del pololo de
Begoña y le revienta que su amiga lo llame de madrugada para llorarle
sus problemas. Conoce a Antonela, de dientes tan adorablemente desordenados,
que lo sube a una montaña rusa de te quiero y no te quiero, combinado
con sexo furtivo en la facultad donde juegan a doctor y paciente.
Antonela lo compara con su anterior pololo y lo mantiene enganchado
a un juego adictivo. La madre de Manu prefiere a Nuria, hija de su
pareja, pero sus consejos no son de una madre sino de un adulto al
que nunca le salieron las muelas del juicio, una niña envejecida
al igual que el padre que no ve desde la infancia. Sus amigos son
unos vagos que paulatinamente van desertando de la universidad y
el único contacto con la realidad parece tener relación con las tres
mujeres que rondan su vida. Incluso recuerda una protesta estudiantil
que mira desde lejos apoyado en un muro. "Qué ganas de haber
tenido algo por qué protestar", dice Manu, pero no es su problema.
Comprometerse con algo es ajeno a su persona a partir de la propia
relación con mantiene con sus padres. Cierta sensación de orfandad
lo hace perderse en ambientes cargados de luces y fuegos artificiales. "Soy
un cuerpo sin control", dice Manu, satisfacerlo parece ser la
única opción. "A cada segundo envejezco un poco más y, a pesar
de eso, difícilmente aprendo". La novela es de ágil lectura
y se centra en emociones como euforia, ansiedad, celos y deseos de
venganza, un cuadro clínico desprovisto de miedos y sentimientos
genuinos de amor, personaje sin contención que tampoco experimenta
penas sino que las oculta sumergiéndose en la próxima fiesta, fumando
porros que encienden espacios de su memoria. La música conecta su
pasado con el presente, pero su actitud es insensible. Su amigo Perro
refuerza ese cinismo: "Me robé una biblia... por si se nos acaban
los papelillos". Asiste a una cena de Navidad en la casa de
su abuela, y su tía se encarga de desenmascarar el caos familiar.
Le están saliendo los molares y Manu cree que se le acaba el tiempo. "Ya
seré un adulto y haré lo mismo todos los días hasta mi muerte",
es quizás el único miedo que experimenta. Esto cruza por su cabeza
en medio de la celebración de Año Nuevo. "Deberíamos morir más
jóvenes", elabora como respuesta. "La vida es una mierda...
pero siempre habrá más chicas, más drogas y música electrónica".
Permanece borracho en medio de la fiesta, un verdadero bosque de
cuerpos. De pronto lo rescata Begoña, lo besa y le dice "te
quiero". Su vulnerabilidad le hace pensar que "todo sucedió
para llegar a ese momento". Se aleja de la fiesta, amanece y
comienza el primer día de otro año. El futuro pareciera carecer de
sentido.
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