por Sergio Rodríguez
Saavedra
Leo Lobos (Santiago, 1966) viene publicando sostenidamente desde
principios de los 90. Una poesía breve, concisa, narrativa. En
esta oportunidad llega “Corazón”, entrega de la Colección Poeta
Raúl Zurita que -también por años- mantiene Mago Editores, un proyecto
que con regularidad acerca la actual poesía chilena al espacio
público. Y nombrar el tiempo es pertinente cuando se habla de poesía,
este arte que debe acercar la huella de lo sentido a un lugar en
el alma.
La madurez de este trabajo se signa por la comprensión de la propia
escritura y la función que todo poeta cumple en este ejercicio:
“Apoyándome en mí
envolviéndome en mí
desde mí mismo
para dar con mi voz exacta”
(La voz del corazón)
Una exigencia que la continuidad del trabajo debe dar al texto.
Una forma de reiterar que es el autor, y no otro, quien provee
las palabras que albergan el sinsentido de la vida. Y para llevar
a cabo su trabajo qué otro punto de referencia más exacto que el
corazón, el cruce original y espontáneo de nuestra tradición lírica.
No se crea, sin embargo, que es una alabanza al lugar común ni
una elegía por aquello que se ha perdido, nada de eso. Aquí acudimos
a una estructura que aspira a delinear (nunca definir) el eje central
de un largo proceso llamado creación y, a través de éste, descubrir
una poética que articule los trabajos que le preceden:
“El poema es una
isla sumergida
la oscuridad
donde veo”
(Latidos en el corazón)
Tras veinte años de la primera crítica que hice del trabajo de
Leo Lobos (la plaquette Ángeles eléctricos) ya se posee
lo que en las bienales se definen como “afinidades afectivas” (ese
afluente del Goethe de Afinidades electivas), eso que
uno encuentra como parte del propio camino: experiencias, lecturas,
trabajos entrecruzándose que nos hacen llevar autores como parte
de la propia biografía, que no es otra cosa que comprender la extensión
discursiva propia en el relato de la poesía chilena, siempre atenta
a las vanguardias pero también sus herencias. En este caso, la
singularidad del poema breve donde se pueden reconocer y recordar
a Gonzalo Millán, Omar Lara o Mauricio Redolés siguiendo la corriente
de obras y autores.
El libro Corazón, cuyos textos poseen una extensión regularmente
epigramática, va delineando una propuesta coherente. El mismo trabajo
adquiere independencia y se nutre a sí mismo con el ejercicio plástico
conocido del autor: las traducciones del portugués que Leo Lobos
ha entregado a nuestro deleite, y con ello, este decir cobra una
seguridad que sabe combinar lo público y lo privado, se hace voz.
“Toda oscuridad
enciende miles de
luciérnagas
Las cosas importantes
suceden
en lo oscuro”
((Co) Razón).
De este modo, Corazón, viene a ratificar la escritura
continua de un autor con tres décadas de oficio en la singular
poesía chilena.