La película reúne imágenes inéditas de los años setenta y otras
posteriores (de archivos periodísticos) con entrevistas a los economistas
que conformaron el grupo denominado Chicago Boys, debido a que
todos ellos estudiaron en la Escuela de Chicago bajo el alero de
Milton Friedman. El montaje histórico del material y el ritmo narrativo
que le imprimen las entrevistas convierten a este documental en
una cinta con un punto de vista bien desarrollado, haciendo incapié
en la connotación a conceptos como la envidia y libertad, entendida
de forma diferente por los entrevistados y por los directores.
El propio Friedman es citado para dar cuenta de que la avaricia
no es mala, sino un motor impulsor del bienestar económico de la
sociedad. La economía de libre mercado supone que la maximización
de los beneficios de cada persona va a permitir (sin darnos cuenta)
el máximo logro de la sociedad. Deja en claro que su doctrina económica
se funda sobre una visión hedonista del ser humano, donde los deseos
personales se deben satisfacer de inmediato sin importar los intereses
de los demás.
Hay que reconocer una visión política en el documental, aunque
no una rigurosidad en la argumentación. La cinta no ahonda en los
mecanismos que llevaron al gobierno de la Unidad Popular al descalabro,
sino que se limita a mostrar las extensas colas para surtirse de
alimentos básicos. Repite lo que hemos visto en otros documentales:
la intervención de la CIA norteamericana para financiar al diario
El Mercurio y orquestar el golpe militar desde el ámbito comunicacional;
la injerencia de la Marina en canalizar un programa económico surgido
desde los Chicago Boys, que se reconocen apolíticos y que no tenían
conocimiento de un futuro golpe de estado y una vez instalados
como colaboradores pasivos (ellos mismos se autodefinen) declaran
su desconocimiento de las violaciones de derechos humanos perpetradas
por la dictadura de Pinochet.
La primera parte está destinada a documentar la camaradería de
los alumnos chilenos en el extranjero e incluso sus fiestas, mostrando
el germen de un grupo que no hablaba de política y que se concentró
en aprender lo estrictamente técnico. Cuando el grupo volvió al
país (antes de que Allende ganara las elecciones de 1970) intentaron
convencer de las bondades del modelo neoliberal al propio Jorge
Alessandri, candidato de derecha que no se mostró interesado en
las nuevas ideas económicas. Sergio de Castro reconoce que las
profundas reformas al sistema económico chileno hubieran sido imposibles
sin la participación del general Pinochet.
El documental no menciona los herramientas que utilizó Sergio
de Castro (ministro de Economía y posteriormente de Hacienda hasta
1982), esto es, la promulgación del Decreto Ley 600 en 1974 (poderoso
instrumento que permitió atraer capitales extranjeros a nuestro
país) y la venta de más de 700 empresas estatales (traspasadas
a precios irrisorios a los privados y que explican el origen de
muchas fortunas locales) otorgando un mandato a los privados (guiados
por el interés de maximizar la utilidad) para fomentar la inversión
nacional e impulsar la economía.
Tampoco aborda el fracaso del modelo inicial (mantención de paridad
cambiaria con el dólar) que llevó al país a una profunda crisis
económica que hizo quebrar la banca nacional y mantuvo el desempleo
en dos dígitos durante varios años.
El documental debería haber sido expreso en señalar que la profundización
del modelo neoliberal, a partir de ese fracaso, fue posible gracias
al respaldo de una dictadura (las fuerzas armadas) donde el costo
de la crisis recayó en los hombros de los trabajadores chilenos
y sus ahorros (no olvidar la quiebra del banco BHC y de muchas
financieras, y el surgimiento de la deuda subordinada o perdonazo
al sistema bancario privado).
Tampoco menciona que, en esta segunda etapa de profundización
del modelo neoliberal, se crearon las AFP (poderoso motor de la
inversión privada aportado por cotizaciones individuales de cada
trabajador), el FUT que también incidió en el aumento de la inversión
privada, permitiendo diferir el pago de impuestos en la medida
que las empresas reinvierten en maquinarias o investigación y desarrollo.
Este último mecanismo (sus abusos) da cuenta de parte importante
de la desigualdad de la riqueza en Chile.
El documental muestra el descontento con el modelo liberal (otro
tipo de colas) a través de manifestaciones encarnadas en marchas
multitudinarias, no entregando estadísticas (las hay y de muchas
fuentes) que sustenten el malestar ciudadano. Rolf Lüders explica
que no le importa la desigualdad sino la pobreza (legitima la "teoría
del chorreo") y su defensa de la libertad encuentra eco en
los actuales políticos de derecha, que no aprecian la totalidad
de las aristas del concepto libertad, entendiendo a la libertad
sólo en su ámbito económico
y desconociendo su dimensión político-social, lo que explicaría
la actitud pasiva de ese grupo de la sociedad ante las atrocidades
de la dictadura militar.
El principal acierto de este documental es recoger las opiniones,
en primera persona, de los agentes del cambio económico, reconociendo
que esa libertad económica se logró gracias a la restricción de
las libertades de asociación, gracias a un sistema binominal que
perpetuaba el modelo neoliberal y al rol de los medios de comunicación
(mayoritariamente de derecha) encargados de difundir las bondades
del modelo. Una parte de la entrevista a Ernesto Fontaine (que
en paz descanse) sacó carcajadas de parte de la audiencia. Menciona
que durante la Unidad Popular "no se podía adquirir ni papel
confort", en momentos en que el país es víctima de una colusión
de precios (durante 10 años) por parte de la empresa privada, específicamente
del grupo Matte a través de CMPC, mostrando las consecuencias nefastas
de llevar a ultranza el modelo neoliberal de Friedman (modelo que
no se aplica en ningún país del mundo en la actualidad).
El documental hace un llamado a reflexionar. Todo el bienestar
material de los individuos puede carecer de significado si no está
en armonía con la valoración de su trabajo. Si los integrantes
de las familias perciben que otros miembros de la sociedad reciben
más dinero y prestigio, en forma desmedida a sus esfuerzos desplegados,
esa persona no va a estar satisfecha desde un punto de vista emocional
e incluso puede que su productividad vaya mermando en el tiempo,
en la medida que no se realicen las correcciones pertinentes al
mercado. Cuando una sociedad alienta la envidia como motor de desarrollo,
se va a incubar una amargura extrema en aquellos grupos más desposeídos
y ésta puede ser insalvable si no se corrige a tiempo a través
de algún mecanismo ajeno al libre mercado, ya sea el gobierno o
algún otro grupo de la sociedad. Esa amargura obstaculiza la evolución
de la sociedad al no permitir a los individuos relacionarse en
términos solidarios con sus semejantes, impidiéndoles visualizar
lo que no vaya en su propio provecho. Lejos de aumentar sus beneficios,
esa envidia contenida disminuirá la productividad de muchos trabajadores
(no sólo los más pobres), lo que va a terminar frenando el desarrollo
del país.