Por Adriana Lassel

En 2020, en tiempos en que el mundo de la cultura y de la edición
pasa por momentos difíciles, Bruno Doucey publica en París, en
edición bilingüe, el libro de poemas “Lobos y Ovejas” de Manuel
Silva Acevedo. La traducción a la lengua francesa fue realizada
por María Isabel Mordojovich y Ana Luna Fédèle. Un interesante
artículo de Antonio Skármeta, que va a modo de postfacio, nos recuerda
la enorme resonancia que este poema tuvo en el ámbito de la literatura
chilena en el momento de su aparición en 1976, cuando Chile ya
vivía bajo la dictadura militar.
Escrito en el verano de 1969, el autor mismo dirá en un escrito
dirigido a A. Skármeta, años más tarde: “el tiempo se ha encargado
de destilar este poema más allá de toda referencia histórico-temporal,
para situarlo en una perspectiva más cercana al misterio que encierra
el alma del hombre”.
La publicación de este libro en francés y español constituye una
revelación para el público francés que podrá conocer y apreciar
-gracias a la excelente traducción- uno de los grandes poetas chilenos
actuales, Premio Nacional de Literatura 2016.
María Isabel Mordojovich nació en Punta Arenas y vive en Francia
desde 1976. Con el nombre de María London publicó tres libros en
Chile que fueron también publicados en Francia. Es autora de “Piedras
Blancas”, un notable libro sobre los crímenes cometidos en Chile
durante la dictadura militar que responde a la investigación y
deseo de la autora de querer comprender cómo pudo existir en Tejas
Verdes una escuela de tortura y qué llevó a los verdugos a actuar
contra los derechos humanos más elementales. Esta obra fue adaptada
al teatro con el nombre de “Los cuervos de Piedras Blancas”.
Ana Luna Fédèle, nacida en Marsella, es una artista multifacética.
Poeta de etéreos y profundos versos, Terra camina, Polvo de
estrellas, incursiona también en la música, la coreografíay
en las telas. Su preocupación por los pueblos nómades y su cultura,
la ha llevado a sentirse integrada al Arte del desierto de Atacama
y a encontrarse, en sus viajes a Chile, con el Maestro Fernando
Alfaro. Ha publicado poemas ilustrados por ella misma y realizado
telas pintadas con polvo de meteoritos.
Adriana Lassel.- ¿Cuándo pensó por primera vez traducir
los poemas de Manuel Silva Acevedo?
María Isabel Mordojovich.-En Grenoble teníamos
una asociación en la que una o dos veces al año hacíamos lecturas
públicas en español de poesía latinoamericana. Empleo el pasado
porque con la pandemia todo está paralizado y no sé si esta actividad
asociativa podrá continuar. Siempre preparábamos un folleto con
los poemas en ambos idiomas y una pequeña biografía de los autores.
Traducíamos para que los presentes tuvieran una idea de los poemas,
pero muy conscientes de los límites de nuestras traducciones. En
mayo del año 2018 supe que tres poetas chilenos harían una gira
en Francia, que iban a pasar a Grenoble y que uno de ellos era
Manuel Silva Acevedo, Premio Nacional de literatura 2016. Traté
de saber más sobre él. Internet me llevó a descubrir su poemario Lobos
y Ovejas. ¡Me fascinó! Su lectura me produjo una mezcla increíble
de emociones, generando en mí mucha alegría y energía positiva.
Era un potente grito vital de libertad. Inmediatamente surgió en
mí el deseo de que el mundo entero conociera ese libro y, evidentemente,
la idea de presentarlo en los encuentros poéticos de la asociación.
Gracias a mis contactos con escritores de la corporación Letras
de Chile, a la que estoy afiliada, logré comunicarme con Manuel
Silva Acevedo, decirle que me gustaría saludarlo durante su paso
a Grenoble y pedirle la autorización para traducir los primeros
poemas de sus Lobos y Ovejas. El poeta tuvo la gentileza
de responderme. No viajó a Francia como estaba anunciado, pero
no obstante, a mediados de julio, yo tenía lista una primera traducción
completa del libro. Mi traducción estaba bien dentro del ámbito
de nuestra asociación, pero yo soñaba con mucho más. Para traducir
poesía se necesita dominar ambos idiomas y ser muy buen poeta en
la lengua a la cual se traduce; esto último es indispensable para
transcribir la calidad del lenguaje, la emoción, el ritmo, la música,
y poder reproducir en el otro idioma la misma vibración del poema
original. ¿Cómo y dónde encontrar ayuda para lograr una traducción
digna de Lobos y Ovejas?
AL.- ¿Manuel Silva Acevedo
es conocido en Francia?
MIM.-
No lo sé. Su libro Monte de Venus fue traducido al francés
y publicado en Francia en versión bilingüe en el año 2018 por las
Ediciones l’Harmattan. Esa primera publicación sirvió para que
el nombre de Manuel Silva Acevedo circulara en Francia. Loups
et Brebis, la publicación francesa de Lobos y Ovejas, fue
hecha por una editorial prestigiosa, pero la promoción se vio muy
afectada por la pandemia y el confinamiento. Manuel Silva Acevedo
no pudo viajar para acompañar al editor en los encuentros poéticos
previstos, entre ellos el festival Voix Vives del Mediterráneo
de julio de 2020, en el cual debería haber sido un invitado de
honor. Hubo pocas reseñas, aunque excelentes, como la de Fabien
Ribery, que traduje y que fue publicada en Letras
de Chile y en Entrama
Cultural por Felipe de la Parra Vial. El editor espera que
el poeta logre viajar a Francia en un futuro no muy lejano y poder
realizar la promoción que corresponde. En todo caso, el libro llegó
a muchas librerías y, además, ahora existe una página muy completa
de Manuel Silva Acevedo en la Wikipedia en francés.
AL.- ¿Cómo se formó la colaboración
con Ana Luna y cuánto tiempo duró este trabajo?
MIM.- La colaboración con ella fue algo extraordinario.
Supe de su existencia porque ambas participamos en el año 2017
en el libro virtual Mil almas Mil obras de Alfredo Asís
de Isla Negra. Cuando en diciembre del año 2017 recibí el PDF con
los mil poemas, descubrí que entre ellos había uno en francés.
Alfredo Asís tuvo la amabilidad de ponerme en relación con su autora,
una cierta Ana Luna Fédèle, residente en Marsella, y allí iniciamos
una amistad epistolar y telefónica, intercambiando poemas y cuentos.
Ambas habíamos escrito sobre el desierto de Atacama y esto nos
acercaba. Lo increíble fue que meses después, el mismo día en que
terminé mi traducción de Lobos y Ovejas, descubrí en el
buzón de mi casa un libro de poemas de Ana Luna, entre los cuales
había un poema sobre una loba… Ella no sabía de los lobos de Manuel
Silva Acevedo y menos aún de mi traducción. Fue un signo fuerte,
como una evidencia. La llamé en cuanto pude para preguntarle si
le interesaba ayudarme con la traducción. Se entusiasmó de inmediato
y trabajamos de manera intensa todo ese verano. En noviembre del
año 2018 viajé a Chile. Conocí en persona a Manuel Silva Acevedo
y a su amigo, el gran poeta Waldo Rojas, residente en Francia,
miembro del jurado que otorgó el premio TRILCE-Luis Oyarzún a Lobos
y Ovejas en el año 1972. Waldo Rojas leyó nuestra traducción,
le gustó mucho, y me sugirió un par de modificaciones que Ana Luna
y yo adoptamos muy felices.
AL.- Parece que traducir
juntas a este gran poeta y tomar contacto con él fueron momentos
inolvidables...
MIM.- Ana Luna fue transformando el francés de
mi traducción en francés poético, verso por verso, poema por poema.
Por momentos, ella se escapaba en su propia lírica, y yo tenía
que amarrar sus palabras al sentido original. Cuando teníamos dudas
sobre la mejor manera de interpretar el sentido de alguna palabra,
le escribíamos a Manuel Silva Acevedo. Y nuestro amigo poeta, con
gran gentileza, sencillez y mucho humor, nos respondía y nos alentaba
en nuestro trabajo. Así pasamos dos meses intensos, desde mediados
de julio hasta mediados de septiembre, escuchando el aullido de
los lobos. Manuel Silva Acevedo juega con las palabras, con los
adjetivos que multiplica, con el sentido. Nosotras gozamos con
ese juego. Para mí, fue gran un privilegio servir de puente entre
ambos poetas.
AL.-¿Cuál fue su primera
impresión al leer los versos de Manuel Silva Acevedo?
Ana Luna Fédèle.- Quedé muy impactada con la
primera lectura; percibía que el poeta Manuel Silva Acevedo había
escrito los veintidós poemas de Lobos y Ovejas en escritura
casi automática, con una inspiración soberana que no admite pérdida
de tiempo ni modificaciones. Se desprendía de los versos un sufrimiento
intenso, persistente, martillado por la cantidad lancinante de
anáforas. Pensé inmediatamente en los versos de Alfred de Vigny
del poema La mort du loup (La muerte del lobo) y en Los
motivos del lobo de Rubén Darío. En contraposición, en este
largo poema de Manuel Silva Acevedo, en lugar de una moraleja encontramos
un “aullido” de libertad de lo íntimo que se une a lo universal.
Más allá del cuestionamiento sobre el abismo del alma humana,
estaba el ambiente de esos tiempos implacables que rondaban en
torno de los versos y que sólo un auténtico poeta capta de manera
instintiva. “Digo que hay que ser vidente, el poeta ve cuando los
otros vegetan” decía Rimbaud.
En fin, pensé que Manuel Silva Acevedo poseía la escritura cuya
fuerza es común en los y las poetas de América del Sur, hijos de
la vastedad salvaje de la Cordillera de los Andes, del Altiplano,
de los desiertos y de la Patagonia.
AL.- ¿Resultó difícil la
traducción?
ALF.- Al principio de lo que yo llamaría “la
aventura”, sentí una gran exaltación, pues desde hacía varias semanas
me encontraba con el cuerpo paralizado en una cama, y de pronto,
con estos poemas llegados desde el fin del mundo a través del océano,
Chile entero vino hacia mí… ¡memoria del sentido y de los sentidos,
historia dolorosa de un pueblo, sonidos, colores, olores, musicalidad!
Y era necesario transportar todo esto desde la lengua de origen,
el español, hasta la lengua de llegada, el francés y, además, sin
perder nada en el camino.
El trío: Manuel Silva Acevedo, Maribel y Luna se formó espontáneamente
en un clima de gran alegría y de bella amistad, un espacio cotidiano,
diurno y nocturno de buena disposición y respeto por nuestras ideas
respectivas. Maribel, escritora chilena, otrora investigadora en
Matemáticas, fue como una garantía de saber, de laboriosidad, de
precauciones y de precisión, reforzada por una voluntad infalible,
una hormiguita azul. Y Manuel, con su sencillez, su inteligencia
de las palabras y de la vida, su reflexión tranquila, nos guió
hacia la exactitud del sentido. Gracias a él y a sus adecuadas
intervenciones nos decidimos a menudo por lo literal en cuanto
al sentido, el sonido y la forma. Manuel fue nuestro sólido puerto
de amarre. El hecho de que Manuel Silva Acevedo se haya liberado
de todos los “ismos” me ayudó evidentemente a transcribir su poesía
en francés, sintiéndome yo misma libre de contingencias técnicas.
Por haber vivido en el desierto de Atacama donde practiqué la
arcilla, la alfarería de los Likan Antai, caminando, sola, incansablemente
por las extensiones áridas, conozco esta percepción de estar conectada
al cosmos (cosmovisión andina), de ser un punto ínfimo conectado
al infinito y a sus misterios y de cuestionar en permanencia y
peligrosamente la condición humana de la “criatura ingenua y captiva
hasta la muerte transfiguradora”… Entonces no fue difícil transferir
al francés esta poesía original, así como la belleza, el misterio
dotado de ferocidad y el lenguaje místico de estos poemas. La poesía
de Manuel Silva Acevedo es pictórica, o incluso escultural. Sus
imágenes son fuertes, súbitas, abruptas, rugosas, feroces.
Lo que personalmente me pareció más difícil fue entender y posicionarme
en relación con la ambigüedad y la dualidad de personajes tan complejos,
Lobo u Oveja, para no equivocarme en la transposición de las palabras
y de las ideas. Después me pareció evidente que los veintidós poemas Lobos
y Ovejas, en su dinámica teatral, presentaban las características
de la tragedia griega: los temas: mitos, heroísmo, el amor, la
fatalidad; los tres actores: el lobo, la loba, la oveja; el coro:
el rebaño de ovejas; las máscaras: permitiendo a los actores las
variaciones de roles, acá representados por la alternancia de las
voces de ovejas y por las pieles que encubren a los actores.
Maribel hacía tentativas de oralidad en francés, recitando los
versos durante sus paseos por los bosques y así fuimos adoptando
las nuevas traducciones, con Manuel Silva Acevedo siempre a la
escucha.
Pasamos a menudo un día entero o una noche en torno de un sonido,
de una asonancia como:
No deseó nada más en el mundo/ que la roja vaharada de
la loba
Ne désirant rien d’autre en ce monde / que le souffle rouge de la louve
o de una simple palabra, como la palabra “fiera”, que no tiene
su equivalente en francés. La mejor traducción de “fiera” es con
dos palabras: “bête féroce”. En el último poema fue tentador traducir
“fiera” como “furia”. Manuel aprobó nuestra proposición. La “fiera
milagrosa” se transformó en francés en “Furie miraculeuse”.
La traducción estaba terminada, los tres estábamos emocionados,
no habíamos perdido nada en el camino, y quizás hasta habíamos
atrapado al vuelo unos cuantos rayos de oro.
AL.- ¿Piensan que esta traducción
las enriqueció?
ALF.- Sí, con certeza, por todas
las razones ya citadas el enriquecimiento es inconmensurable. Es
un gran honor haber participado en este esfuerzo común para dar
a conocer en Francia y en los países francófonos estos poemas de
excepción. La aventura fue prodigiosa y se prolonga ahora con Bruno
Doucey, poeta comprometido y editor, digno heredero espiritual
de las Ediciones Pierre Seghers que dirigió. Es lo mejor que les
podía suceder a nuestros Loups et Brebis.
MIM.- No solo la traducción me enriqueció. La
calidad de nuestros intercambios y la belleza de la amistad que
surgió con Ana Luna y Manuel han sido un gran regalo. Y no fue
sólo esta traducción. Después, traduje integralmente Recidiva y
parte de Día Quinto, otros dos libros de Manuel Silva
Acevedo, muy diferentes entre sí y muy diferentes de Lobos
y Ovejas. Para mí, traducir poesía, y más aún, contando con
el apoyo del autor, es entrar de manera muy privilegiada en su
mundo, es sentirme autorizada a hacer mío su arte durante un paréntesis
mágico del tiempo, es como un juego muy difícil y muy interesante. Recidiva es
un libro profundo, denso, difícil y bello; Día Quinto, un
canto de amor a la naturaleza, que alegra al alma. Ana Luna me
fue ayudando a ratificar estas nuevas traducciones, mejoró muchas
de ellas y rehízo completamente otras.
AL.- Cuénteme del contacto
con Bruno Doucey
MIM.- Bruno Doucey es uno de los mejores editores
actuales de poesía en Francia. En septiembre del 2018, le envié
la versión bilingüe de Lobos y Ovejas con la traducción
del artículo de Antonio Skártmeta que sirvió de postfacio. Bruno
Doucey respondió que el texto le había causado una gran impresión,
que quería editarlo, pero que no podía hacerlo antes del 2020.
En abril del año 2019, asistí a la presentación bilingüe de una
poeta libanesa en Chambery, donde Bruno Doucey, que la había editado, leyó
la versión en francés. Él es poeta y se implica personalmente en
la traducción, edición y promoción de los autores que publica,
acompañándolos en lecturas poéticas y presentaciones. En esa ocasión
pude apreciar su carisma y conversar con él. Me repitió su deseo
de editar Lobos y Ovejas. El trabajo de edición comenzó
solamente a principios del 2020. Bruno Doucey verificó cada palabra,
cada signo de puntuación, cada detalle. Firmó con un toque poético
personal en la última página donde se puede leer que el libro fue
impreso en Madrid, en marzo del 2020, “durante una noche sin luna”,
alusión a Ana Luna que esos días estaba lejos e inaccesible. Debido
a la pandemia, la manada de mil ejemplares de lobos permaneció
confinada dos meses en la imprenta antes de atravesar los Pirineos
y de llegar a Francia.
Un detalle sobre Bruno Doucey y su relación con Chile: en el año
2015 escribió el libro Victor Jara: “Non a la dictature” y
en el año 2020, Pablo Neruda: “Non a l’humanité naufragée”.