La micro seguía su recorrido y a los pocos minutos
iba lleno de trabajadores y escolares. Pero él iba tan enfrascado en
sus pensamientos que sólo se inmutó a mirar quién se
había sentado a su lado. Era un estudiante, seguramente de 4º
o 3º medio, con un aspecto bastante chulo. Llevaba una colita en la parte
posterio de su cabeza, teñida de rubio, y un mecho al lado izquierdo
de su cabeza rapada. Él no podía creer que los liceos de ahora
permitiesen tales cosas, esos mechones tan asqueros y ordinarios que usanban
los jóvenes, que le causaba una gran repulsión y criticó
a aquel joven,el cual se defendía diciendole que era un viejo anticuado,
a tal punto que ya casi era una pelea. Los dos se bajaron en el mismo lugar
y el hombre, con una corta pluma, le cortó aquel mechon que tanto odio
lo hacía sentir. El joven, al darse cuenta lo golpeó ferozmente
en la cara y lo dejó pasmado en la acera. El hombre estaba enfurecido,
pero al darse cuenta que aún tenía aquel mechón en la
mano, se largo a reír descontroladamente. Al rato, aunque aún
eufórico, se levanto y siguió su camino a la oficina de trabajo;
pero sentía tanta adrenalina en su sangre que prefirio no ir, y se
fue corriendo y saltando hasta la plaza, la cual estaba vacía a aquellas
horas, haciendo peligrosas maniobras. Luego de un tiempo cayó sobre
el pasto y se sintió deprimido y triste; su vida no tenía sentido,
no tenia a nadie a quién amar, había perdido su empleo (por
faltar), no tenía dinero, ni siquiera tenía casa propia( de
hecho vivía de allegado). Además, con su adicción a la
marihuana, no había nada que hacer. Penso que si no hubiese fumado
aquel pito en el paradero, no hubiese terminado así, quizás
hubiese logrado rehabilitarse, ahorrar y encontrar al amor de su vida. Pero
él, que tenía estudios mínimos, sabía que con
su curriculum no iba a llegar muy lejos ( era la 8va vez que perdía
el empleo por su descontrol), y decidió terminar su vida ahogándose
en la plazoleta. Cuando ya se estaba asfixiando, se despertó de este
horrible sueño que lo hizo reflexionar a cerca de su vida. Pero aquellas
reflexiones no sirvieron de mucho, solo se dijo a sí mismom que nunca
fumaría un pito antes de ir a trabajar.
Coté
Entonces se sentó
justo en medio del micro y, como hacía frío, se arregló
el cuello de su chaqueta,
************************************************************
capeando en parte, el
chiflón de viento que entraba por el vidrio que le faltaba a la ventana.
Extraño y peculiar
pasajero éste!
Habiendo tanto asiento
desocupado, prefería aguantar el aire helado en su cara, que pararse
y cambiar de lugar...
Mmmmm
Bueno, de todos modos
el escaso tránsito y mi innata habilidad para dominar mi vieja pero
querida máquina, han hecho de este viaje, un corto recorrido.
Frene el micro, detuve
el motor y al mirar por el gran espejo retrovisor que está sobre mi
cabeza, pude observar que mi peculiar pasajero, estaba inclinado hacia un
lado y su rostro dejaba notar, la falta de muchas noches de sueño reparador...
Amigo mío!
Despierte!
Ya llegamos al paradero...
Bien, ahora mientras espero
mi próxima salida y aprovechando la ausencia de Don Francisco, usaré
su computador para seguir completando mi singular y rara historia.
Gerardo
Pinochet
La madrugada estaba fría y se notaba nublada. ella
iba atrasada, sus zapatos negros y con
barro le hacían pensar que seria un día difícil y largo.
su bufanda color cafe cubría hasta su nariz, haciéndole recordar
los viejos leños en la hoguera de la noche anterior. se sentía
sola y algo cansada de su vida diaria, solo la mantenía en pie un antiguo
romance, con un desconocido de su misma tierra.
El frio y la niebla eran cada vez mas intensa, las pequeñas
gotas de roció le hacían hacer algo agradable ese momento en
el paradero. Con solo cinco minutos de espera ella recuerda el olor a tabaco
de aquel hombre que un día la hizo gemir y conocer el sudor de un hombre
fuerte.
La neblina cada vez mas intensa y las curvas de ripio hacían
mas difícil la conducción del micro. sus dos potentes focos
amarillos ya no funcionaban bien, mas en una curva el chofer pierde el control
y su rodantes y enormes fierros públicos se arremeten contra el paradero
donde estaba ella....acordándose de el.
El chofer desesperado detiene el micro, y bajan ambos donde
la desesperación y confusión por la neblina vuelve loco al chofer,
mientras tanto el queda perplejo al darse cuenta que es ella, único
amor, la del amor de un día. Ella aun algo conciente le dice “amor,
porque me vienes a buscar en estos momentos de mi adiós, espere tanto
tiempo por ti”, un leve gemido sale de ella, y su ultimo respiro también.
el cierra sus ojos y le retira la bufanda color cafe, esos aromas jamás
lo puede olvidar dice el.
Quedó triste en la carretera mirando al cielo, por
su dolor, tratando de pedir alguna explicación, la bufanda se mueve
con el viento helado de esa mañana, una leve voz de decía al
oído, "yo sabia que hoy seria un día difícil y largo".
.
Lo esencial es invisible a los ojos...solo lo vez con el
corazon
Rafael
Gonzalez Perez
La monotonia
del riudo del motor, el contraste entre el frio y el desamparo que sentia
afuera, en la calle, con la calida sensacion de abrigo y seguridad que sentia
ahora en el interior del vehiculo; asimismo la agradable sensacion de triunfo
que habia experimentado cuando habia visto la micro acercarse despues de tan
prolongada espera y mas aun sabiendo que permaneceria aqui sentado en el bus
por lo menos, los proximos cuarenta minutos, lo hicieron relajarse al punto
de visualizar su propia vida con objetividad.
Sin proponerselo se encontro a solas con sus pensamientos. Diferentes pasajes
de su vida desfilaron por su mente y se agolparon en ella a una velocidad
vertiginosa pero sin que tanta idea junta lo hicieran sentirse presionado.
Estos pensamientos fluyeron espontaneamente y se fueron acomodando, desfragmentando
hasta convertirse en formas e ideas mas precisas. Todas estas visiones venian
gratamente a su mente como un concierto de musica suave. Algunos recuerdos
amargos tambien se le presentaron pero los desechaba inconcientemente con
un parpadeo. Cuando esto sucedia sutilmente fijaba la vista en otro punto
y continuaba con su ensonacion.
Penso en su familia, penso en su suerte, penso en su ninez, en su vida afectiva
e incluso se proyecto a futuro. Se sentia optimista. Le gustaba la idea de
haber sido capaz de levantarse tan temprano y penso en hacerlo mas a menudo.
Se lleno de buenos propositos. Hoy debia estar positivo pues desde ahora su
vida ya no iba a ser la misma.
Saturado ya de suenos y cavilaciones volvio a la realidad, miro a su alrededor
y se percato de que ya no estaba solo. Ahora habia bastante mas personas alli,
cada uno absorto en sus propios pensamientos. El deseo sinceramente que todos
ellos, incluyendo al chofer, tuvieran un golpe de suerte como el. El lleva
el boleto ganador de la loteria en el bolsillo interior de su chaqueta, el
se dirige a cobrar el premio mayor.
Consuelo Martinez
California
Al cabo de unos minutos comenzó a reflexionar sobre
su vida, iba camino a un trabajo que no le satisfacía, aburrido de
la rutina diaria, toda su vida había hecho lo que era correcto, pero
en este minuto, particularmente en esta fría mañana de julio
decidió que su vida cambiaría, que las cosas tomarían
un rumbo inesperado, que finalmente despertaría de este desesperado
sueño que indicaba el estigma de su pasado, llegar a ser como su padre,
despertar un día teniendo 50 años y saber que hiciste lo que
todos asimilaban como correcto, pero al fin y al cabo una vida desperdiciada,
un vil personaje del teatro de la vida que jamás hizo lo que quiso,
que no logró cumplir con sus sueños.
Como un torbellino, sintió un breve temblor en el asiento de la micro,
el conductor había desaparecido, el vehículo se elevaba del
suelo dando piruetas a una distancia moderada del suelo, no había gente,
ni vida a su alrededor, de repente comenzó a elevarse hacia el infinito,
llegando a un paraíso celestial, en medio de la nubes se encontraba
un valle perdido en el tiempo, suntuosos templos, vegetación por doquier,
gente feliz corriendo, saltando, haciendo lo que nadie esperaba que hicieran,
la micro paró, algo asustado, pero lleno de entusiasmo, se bajó
del milagroso transporte.
Qué este lugar?- preguntó a la primera criatura
que observó al comenzar la marcha
Este lugar representa tus sueños - le dijo - aquí
eres libre de ser lo que quieras ser, de realizar tus más recónditos
deseos, en compañía de todos lo que aquí habitan y tienes
una ventaja, este lugar es gratis y puedes recurrir a él cuando lo
necesites..
Cómo es eso posible?- preguntó extasiado
Este lugar se encuentra dentro de ti, y es accesible para
quien tenga esperanza y amor en su corazón, para quien no a olvidado
la magia de la vida y hoy haz tenido la suerte de reencontrarla..
Todo se nubló, sintió el contacto de un frío
metal en su frente, acaba de despertar bruscamente golpeándose contra
el asiento delantero, la micro hacía la parada en el lugar en que él
debía bajarse. Pronto comprendió que todo había sido
un sueño, pero antes de poder moverse de su asiento supo que no lo
era, que por primera vez en su vida estaba despertando, ese lugar que por
breves segundos había visitado estaba dentro de él y dependía
de el encontrar su paz y equilibrio en la vida, decidió finalmente
bajarse de la micro, pero ya ni siquiera sintiendo frío, con una enorme
sonrisa y una alegría profunda en su corazón, por fin había
despertado!
Catalina.
De pronto, el
autobús se detuvo, y una misteriosa mujer de abrigo negro largo , muy
alta , rubia pues entre medio de la solapa se dibujaba un pequeño mechón.Buenas
Noches, gracias por parar, es mi obligación fue la respuesta del chófer.
La mujer se sentó en el primer asiento, y más bien parecía
una estatua de piedra.
Cinco minutos después se paró y dijo ,¿me puede parar?.
El chofer abrió la puerta y la mujer descendió rápidamente.
Nuestro hombre , se subió rápidamente el cuello de su abrigo
y le pidió al chofer que parara, se bajó y sin pensar dos vences
corrió hacia la mujer enigmática, no la encontró , pero
si en ese lugar había un anciano que leía un diario.¿Señor,
le preguntó?, si que necesita? le respondió el anciano, solo
quería saber si vio pasar una dama de negro.
El hombre lo miró con una sonrisa enigmática, y tan sólo
dijo, otra vez la finada salió en busca de incautos , parece que nunca
se conformará con la idea de que está muerta.
Nuestro protagonista , se despidió , pero no conforme con la respuesta
del anciano, hizo lo mismo varias noches , con el fin de volver a encontrarse
con la mujer.
La misma micro, el mismo chofer pasaron por su mente ese día. De pronto
sintió en su brazo la mano de alguien, que lo moví´pía
sin parar.Despierta Ricardo, es tarde , vas a llegar tarde al paradero, y
esta vez si que te echarán de tu trabajo.
Ricardo se despertó sobresaltado, miró la cara conocida de su
mujer, y sólo exclamó, me parece que estoy muy cansado vieja,
hoy le diré a don Patricio que me dé un descanso, para poder
dormir lo que necesito.
Se despidió de su mujer y ella al darle un beso en su cara le dijo
¿ Ernesto dime la verdad , esa mujer que mencionas en tus sueños
, es tu amante? el la miró con una expresión
que iluminaba su rostro, y tan sólo dijo, no te preocupes mujer, es
tan sólo un sueño, pero no te puedo negar que me hubiera gustado
haberla conocido.
Estela Socías M.
Así se
fue sentado como único pasajero, con las manos en los bolsillos, pensando
en una y mil cosas domésticas...
...La micro seguía su camino, y, aunque aún no podía
distinguirse el paisaje por las ventanas, podía ver como aquellas siluetas
borrosas pasaban lentamente. Normalmente una micro andaría más
rápido - pensó -, pero esta se tomaba su tiempo. Si seguía
así, llegaría tarde al trabajo. Se puso de pie y se acercó
al chofer...
- Disculpe - le dijo al chofer - ¿Podría, por favor, ir un poco
más a prisa?, llegaré tarde al trabajo.
El chofer de la micro parecía estar ignorandolo por completo. Seguía
manejando como si nada.
- Que curioso que la micro vaya tan vacía, ¿no cree?. Normalmente
estaría llena con toda la gente que debe ir a su trabajo.
El chofer no ponía atención a sus palabras y eso le causó
molestia. ¿Por qué no lo escucharía?, ¿Por qué
lo estaba ignorando?
- ¿Sabe qué? - dijo con un tono enfadado - mejor detenga la
micro. Me bajaré aquí.
Nada... Al chofer no parecía importarle que su único pasajero
quisiera bajarle.
- Oiga!!, detenga la micro inmediatamente.
El chofer no obedecía y él se empezó a impacientar. Entonces
sintió como un escalofrío recorría su espalda y la deseperación
lo empezó a invadir. Corrió hacia la puerta y trató de
abrirla, pero por más que la forzaba, no pudo moverla ni un centímetro.
Se volvió hacia el chofer, el cual, lentamente, estiró la mano
y presionó un botón. Las luces se apagaron. Por la ventanas
pudo ver que ya no estaban en la ciudad. Afuera había un gigantesco
desierto, y ya no era de día. Afuera, una inmensa luna, color sangre,
iluminaba el solitario paisaje. La desesperación que sentía
se convirtió en miedo...
- DETENGASE!!! - Le gritó al chofer -. Si no se detiene...
El chofer giró muy despacio su cabeza, y lo miró directamente
a sus ojos. Eran unos ojos de un negro tan intenso y una mirada tan profunda
y escalofriante, que acobardaría al más valiente de entre todos
los valientes. Desvió la mirada rapidamente, como por un reflejo causado
por el miedo, y cuando volvió a ver, el chofer ya no estaba. La micro
iba a la deriva sin nadie que la manejara. Intentó pisar el freno pero
este no funcionaba. El volante no respondía, ni el botón para
la puerta. La velocidad iba aumentando. Corrió hacia la mitad de la
micro y cogió el martillo que había en la pared. Rompió
la ventana y saltó. Pero no había suelo, sólo la nada...
El despertador sonó.
La madrugada estaba fría y se notaba nublada. Cosa curiosa porque cuando
está nublado la temperatura suele ser más bien agradable...
Christopher
Rybertt
Esperaba la
micro ansioso, mirando compulsivo su reloj, atrasado en cinco minutos. La
niebla le caía sobre los hombros, el cuello alargado, las orejas grandes,
como un balde de agua fría, congelándole la cabeza, las canas,
las cejas, el cuerpo entero.
El paradero era una selva de escolares y oficinistas, emplazado a miles de
kilometros del centro de la ciudad, en una población cualquiera, de
calles abruptamente rotas, erosionadas, prominentes basurales en las esquinas,
perros durmiendo bajo el paradero. Más allá, una paloma muerta
y fecas de caballo. Él sentíase agobiado. Desplazaba la vista
de arriba hacia abajo, pensaba en por qué no lustró los zapatos
como lo hace siempre, pensó en el arroz recocido que llevaba en su
bolso obrero, el cual había sido preparado con tanta dedicación
por su esposa la noche anterior, como preámbulo de ese amor mal hecho,
incompleto, aburrido, pensando en sus deudas, en los muertos de su familia,
en la portada de las últimas noticias. Durante ese lapsus, en el cual
la micro ausente se volvía una ilusión óptica por la
neblina y las distancias, habíase quedado observando las piernas de
una secretaria joven que tomaba la mano de su novio. Piernas rectas, gruesas,
lampiñas, cubiertas de una sedosa panty media negra. Esto le parecía
infinitamente sensual, más que las piernas de su señora, claro,
peludas, con varices, gordas.
LLega la micro. Los citadinos se apiñan en el borde de la calzada,
se empujan, se gritan y menosprecian con miradas odiosas y asesinas. Él,
casi resignado, se adelanta por entre unos púberes desordenados y atorrantes.
Se abren las puertas, el chofer mira espantado, emanando tedio y cólera,
cortando boletos sistematicamente mientras en el interior, los asientos se
copan rapidamente de pasajeros, mientras suena el programa de Julio Videla,
mientras el halito de las personas empaña de sudor y sopor los vidrios,
nublando la vista, dejando ajeno el exterior. Él, una vez arriba, con
menos frío pero más desesperado, se acomoda al final de la extensa
fila de pasajeros que no alcanzaron a sentarse "-viejas guevonas flojas...están
sentadas todo el día y no pueden tener el culo parado por una hora",
se decía. A su lado, una anciano sin dientes, que jadeaba y tosía,
envuelto en una bufanda sucia y una parka espacial. A su diestra, la secretaria
de las piernas sensuales, sujetándose del fierro, posando su vientre
plano sobre los hombros de su novio, moviendo las piernas, rosando las de
éste pasajero excitado y perverso, casi morboso. "Está
buena", pensó. Hubiese querido decirselo, pero eso traería
graves consecuencias. Fijó la vista en los vidrios empañados
y difuminó el vapor con sus dedos, escribiendo su nombre "Juan".
Avanzaba la micro, lenta, estacionándose en cada esquina, recogiendo
pasajeros. Juan se había dormido, chocaba con sus pares....
Un frenar abrupto y violento desencajó a los pasajeros de sus puestos,
dejándolos caer sobre los otros, como bultos pesados. Se oyeron gritos
y garabatos desde el fondo:"¡ya po viejo guevón, apura la
carroza!". Adelante, el chofer abría las puertas de su máquina
vital. Se suben dos obreros, uno más joven que el otro. El veterano
alcanza a poner sus dos pies sobre la pisadera. Juan sigue imaginando fantasías
con la secretaria, y con la rubia de mas allá, la que está sentada
al lado de una anciana; y a la otra mujer que se ha maquillado durante todo
el camino y que se ha dejado los pómulos manchados de rimel; todas
le parecen interesantes, distintas a la mujer que ve, manosea, grita y besa
todos los días al llegar del trabajo. El chofer acelera la micro, sube
la música, salta el autobus tras montar un lomo de toro: Un grito ensordecedor...
"Algo pasa", pensó Juan, mientras le miraba el escote a la
secretaria que tenía bajo suyo...
Tatiana Leiva.
Cuantos problemas
-pensaba- y tan pocas soluciones. Tan difícil el andar del ser humano,
tan arduo camino recorrido por generaciones y generaciones de seres que solo
buscan una cosa, el saber el por qué de todo esto.
Y que es lo
más cercano, que es lo que nos entrega atisbos sobre esa verdadera
realidad, ese es el amor. El amor es lo que mueve montañas, dicen algunos.
Y mi corazón es como una montaña, es como una gran deformidad
terrestre, es un punto en el cual algo se hace notar, en el cual se crea algo
majestuoso, algo impensable de producir, ese es mi corazón.
¿Pero ahora que recuerdo?, ¡Yo no tengo corazón!. El mío
fue destruido, fue tirado por algún lugar, fue hecho desaparecer.
Ella, ella lo
hizo. -emitiendo el debido liquido lubricante por los ojos cerrados-
Ella nunca me
quiso, ella jamás me acerco a la luz, a la verdad, ella nunca me hizo
sentir eterno. Ella simplemente se detenía a decir: tal vez.
Ella con sus
ojos me cautivó, con sus labios me acomodó y me hizo suspirar
hasta quedar asfixiado, con su ternura me envolvió, me vistió
nuevamente de niño, me hizo empequeñecerme y volverme simple,
tan simple como un infante feliz.
Ahora no puedo
regresar y cambiar lo que ha pasado. Sólo me queda ir hacía
algún lugar, seguir incomodo en este asiento hacia algún desconocido
lugar. Solo, sin poder manejar mi propio andar, siendo susceptible a tantos
y tantos sucesos que ya me han golpeado y que en el futuro me harán
mucho más daño.
¿Y que puedo hacer?, Nada. Nada puedo hacer, mi vida quedó condenada
en el momento en que pagué mi pasaje, y me entregaron el boleto. En
este boleto solo dice un par de cosas, "la muerte te espera", y
"No hay devolución".
Y lo peor de
toda esta situación, es que a mí me tocó viajar solo.
Solo.
En momentos
el conductor detiene el microbús, y grita: "¡Terminal, todos
bajan!".
Horacius.
El
chofer cerró la puerta,
metió el cambio y aceleró para continuar su recorrido.
Las luces interiores del micro iban encendidas y por eso no podía
distinguirse lo de afuera a través de las ventanas.
Entonces
se sentó justo
en medio del micro y, como hacía frío, se arregló el
cuello de su chaqueta. Así se fue sentado como único pasajero,
con las manos en los bolsillos, pensando en una y mil cosas domésticas.
Quizás domésticas para él, un ser de pensamiento ágil,
imparable, un constructor de escenarios. Para otros, un torbellino
que desborda sus cabezas.
Entre lo
que lograba y no lograba ver más allá de los hipócritas cristales que contienen
a las almas que día a día se trasvasijan de un lugar a
otro en la ciudad, captaba elementos disímiles, pero característicos
de un mundo en crisis. Más allá del hálito opacante,
vislumbraba lo que algunos señalan como simple falta de esfuerzo
y laxitud. Pobreza, así es como la llaman.En la parada 33 abordaron
personas de figuras lacias, decaídas, de sombra bajo los ojos,
somnolientos, y también afectados por el frío de aquella
mañana. Observó uno a uno a los participes del concierto
de fierros quejumbrosos, andante de las sendas citadinas.
Qué dolor, qué carencias
raerían aquellas humanidades en su peregrinar por la vida. Y así pensaba,
pensaba en el trabajo de aquellos, qué labores y jornadas serían
las que así les devoraban; qué sería del motivo
que les guiaba en su camino, el que les gritaba, sigue adelante; qué sería
del amor en sus vidas. Parada tras parada, las almas de aquellos buscaban
refugio temporal en el servil contenedor.
Con el
andar, observaba los cambios en la ciudad, cual anillos concéntricos que marcan como fueron
las épocas vividas por los árboles, cambios que hablaban
de tiempos mejores y peores, mas siempre con muchos espacios sobrecogedores.
Entre pensar
y pensar, hubo una detención en el corazón de aquel árbol. Un espejo
de edificio, de aquellos que nos mienten sobre desarrollo y modernidad,
le mostró más allá del autobús, más
allá de los hipócritas cristales, más allá del
hálito opacante, en un anillo al centro del árbol, otra
alma que no se había, hasta el momento, detenido a analizar: él.
Mariano
Muñoz C.
Pero repentinamente algo cambió, los pensamientos domésticos fueron tornándose etéreos, abstractos. El micro ya no era la máquina sucia y ruidosa que lo transportaba a diario a su trabajo, era mas que eso, era como un artilugio que lo suspendía en el tiempo y en el espacio, desde el momento que el chofer cerraba las puertas era como entregarse al azar del destino e imaginar donde lo llevaría, a que momento, donde aparecería cuando se abrieran las puertas.
Entregándose a esta nueva lógica entonces ya sus preocupaciones no eran tan inmediatas ya no solo debía ceñirse la solapa de la chaqueta para capear el frío que lo agobiaba, sería aquella gruesa chaqueta el atuendo mas apropiado para el lugar y el momento en el que llegaría?
Repentinamente un murmullo interrumpió sus cavilaciones, no era el único pasajero, un anciano sentado en el último rincón y acurrucado contra la ventana parecía conversar consigo mismo. O desilusión, era un anciano que por su atuendo claramente provenía del mismo mundo y tiempo que él, también se cubría por un grueso sobretodo gris, también exhalabavapor por su boca y lo mas indignante, también tenía la actitud del que se dirige a su trabajo sin mas esperanza que tener un día sin sobresaltos y que termine lo mas pronto posible.
Extrañamente le pareció que el viaje se había alargado mas de la cuenta, lo que habitualmente le tomaba 45 minutos ahora le parecían horas, aún no podía distinguir nada por las ventanas así que no podía ver si estaba o no cerca de su paradero, pero no importaba algo lo hacía volver a sus fantasías espacio-temporales y pensaba en donde se abriría la puerta del micro para él, ese sería su destino. Cuando menos se lo esperaba el anciano de un extraño aspecto familiar lo increpa y le dice- ¿y tu no piensas bajarte de una buena vez?- bueno es que aún no tengo claro cual es mi paradero, el anciano ríe como sabiendo perfectamente de que le hablaba apunta hacia la puerta como diciéndole que debía bajarse en ese momento, velozmente corre hacia la puerta, solicita la parada y se dispone a bajar pero antes de hacerlo voltea hacia el anciano y le dice -…pero como sabe usted que acá debo bajarme. El anciano se levanta del asiento como preparándose a bajar también y le dice- porque he pasado mi vida en este micro ida y vuelta, mañana y tarde, gracias a que nunca te decidiste a bajar de él, ésta mi estimado amigo, es una segunda oportunidad.
Alberto Guajardo
No había notado lo distraído que había salido de su departamento...y ahora que tenía un momento de calma lograba detenerse a pensar en las cosas pendientes que había dejado por hacer en él…: para comenzar había olvidado dejar cortada la llave de paso del gas…!qué horror¡ ¡cuánto iba a subir la cuenta este mes!...eso sin tomar en cuenta que aún debía los gastos comunes del mes de Mayo y la casera ya lo tenía chato de tanto recordárselo; luego estaban las toallas húmedas tiradas sobre la cama, eso sería una discusión segura a la noche con Nicole¡¡, OH sí , eso era seguro¡¡, a ella le gustaba el orden y la limpieza total y a él , debía reconocer le ha costado muchísimo acostumbrarse a ese estilo de vida…para ser bien honesto ¡ extraña su desorden –ordenado, -“se sonríe”- dondesabía exactamente la ubicación de cada cosa¡¡ bueno o al menos eso creía…con ella, ya no es lo mismo¡¡. Estaba en estas cavilaciones cuando el autobús da unfrenazo que lolanza a la altura del conductor…como decimos vulgarmente “para saludar al chofer”, se sacudió su abrigo, se acomodó nuevamente su cuello y volvió a su lugar, sin dejar de mirar con rencor al conductor.
Rosa Aguilar
Como todos los días,el joven pasajero esperaba el bus en la misma esquina; le gustaba observar y escuchar a las personas que llegaban, subiendo con él al micro. Este aún no aparecía, mientras la copiosa lluvia comenzaba a colapsar la ciudad; el agua causaba estragos en el cruce, donde los pasivos pasajeros esperaban el triciclo para llegar hasta el llovido y rayado paradero. Con inquietud miró sus acompañantes habituales, un anciano sonriente y una señora gorda y elegante, poniendo atención en su conversación.
El anciano sonriente le dice a la sorprendida señora que le acompaña:
_ Llevo 25 años cruzando con lluvia este paradero; antes era el papá de Luchito el que hacía esta pega, pero murió de Neumonía. Ahora su hijo sigue la tradición.
La pituca dama entonces dice:
- Pero y la Municipalidad que dice?
- Ah! eso es cuento viejo- contesta el anciano desdentado. -Cada vez que se reúnen es para hablar de la millonaria deuda del municipio con los profesores, de la falta de médicos en los consultorios y cuando llegan a los problemas viales, la mitad de los consejales se han retirado porque tienen más cosas que hacer y el alcalde está mas preocupado de culpar a su antecesor por las deudas que le dejaron.
Luchito, un joven de unos 19 años cumple afanosamente su labor en la esquina heredada, con su traje amarillo, que consiguió con un tío que trabajaba en la Muni. De pronto, éste se hunde en el agua intentando en vano sujetarse de su precario vehículo; la tapa del alcantarillado había cedido sin que nadie lo notara aún, debido al enorme caudal que bajaba, producto del desborde de las piscinas de contención.
La gente que iba en el triciclo comienza a gritar al ver desaparecer a su improvisado conductor y con tanto desorden finalmente se vuelca el diminuto vehiculo, causando una gritadera aún mayor y brindando un espantoso espectáculo con la gente que resbala y cede frente a la fuerza del agua. La señora con guagua llega a la orilla gracias a la cuerda lanzada por el anciano, ayudado por la pituca dama y el empapado joven, logrando rescatarla mientras el nene con los mocos colgando llora a todo pulmón.
La rubia de traje rojo queda frenada gracias a su cartera Gucci, que queda enganchada en un fierro que asomaba entre todos los escombros que bajaban de la quebrada. El regordete que iba junto a ella en el fatídico triciclo, comienza a arrastrarse por el agua,
pero al notar que la deslavada rubia está frenada, estira sus manos para afirmarse de ella, con tan mala suerte para la damisela que las manos del desesperado varón rajan el flamante traje rojo, haciendo que el color suba al espantado rostro de la avergonzada
mujer,que sin soltar su cartera y con el paraguas que sostenía aún en la otra mano, comienza a darle golpes al urgido gordito, que ve como sus lentes se van perdiendo en el agua, mientras trata de aferrarse a las piernas ya desnudas de la desconocida e iracunda rubia. La gente que miraba este espectáculo pasó del asombro a la risa.
Cuando esto ocurría, aparece de pronto, semi ahogado y pataleando, Luchito quien se aferra a un poste 20 metros más abajo y con su pie alcanza a detener el dichoso triciclo, fuente de trabajo temporal, haciendo que la muchedumbre aplauda la proeza del joven transportista ocasional.
Mientra tanto, la cuerda del anciano rescata al gordo y a la rubia; ella no deja de golpearlo con el paraguas y éste todo moreteado, se saca su abrigo gris cubriendo a la desnuda mujer quien al escuchar la risa y los aplausos de los mirones rompe a llorar desconsoladamente.
En la esquina comienza a asomar el micro como siempre dando ya su segunda vuelta del día; subiéndose a la vereda para facilitar la subida de los pasajeros frente a tanto caudal de agua. El bigotudo conductor, se sorprende al ver subir a la rubia tan solo con un abrigo
y acompañada por el gordo lleno de moretones; la señora con su guagua que sigue llorando desconsoladamente, el joven empapado, la gorda pituca y por último el anciano, quien se sienta tras el conductor saludándolo como todos los días y comienza a contarle en voz baja lo acontecido hace unos minutos en el paradero.
Finalmente, diez cuadras más abajo, la rubia y su recién conocido gordinflón, bajan del micro y entran presurosos al motel que estaba junto al paradero, haciendo reir al empapado joven, quien contagia al resto de los pasajeros, generando una risotada general y haciendo de esa mañana una aventura muy poco usual.
Abel Osorio