Un robo
Aquella mañana de otoño, tibia y transparente como las antiguas mujeres que poblaban el planeta, Matías se levantó sin sueño, animoso. Al ingresar a la cocina a disponer el desayuno, comprobó el robo: no quedaba café, azúcar, leche. Miró la estantería: no exisían tazas ni platos. Abrió bruscamente la alacena en busca del pan: nada. Una sensación helada se deslizó por su cuerpo, desde la nuca hasta los pies.
Fue al comedor. Estupefacto contempló el espacio vacío, sin mesas ni sillas ni flores ni adornos ni cuadros.
¡Habían desaparecido!.
Recorrió desalado las otras piezas, los armarios, el baño. La misma escena: vacío, nada, silencio.
¡Le habían robado todo!.
Caminó con el semblante pálido hacia la ventana sin cortinas ya, justo para alcanzar a ver, hundiéndose en el césped del jardín, en hombros de miles de hormigas, su sillón preferido. |
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