Despedida
La mujer, joven, con un esbelto cuerpo, de largo cabello crespo y claro, subía y bajaba rítmicamente sobre el hombre desnudo en la cama, en tanto de su boca surgían débiles gemidos de placer, los cuales acrecentábanse a medida que el ritmo del movimiento se tornaba más acelerado. El, mayor, enjuto, casado, la miraba con los ojos entreabiertos y sus manos huesudas acariciaban las bellas colinas blancas que resbalaban por sus palmas. Era la última noche, el último encuentro. Era la despedida. En el momento del clímax, que para gozo de ellos fue simultáneo, dos rosas de sangre afloraron en el pecho de ambos, producto de los disparos realizados por el marido de ella que, en terrible silencio, los contemplaba largo rato desde la penumbra del cuarto.
Luego, el esposo abandonó el claroscuro de la habitación, llorando. |
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