Baylor University,
USA.
Entrevista
por : Guillermo García-Corales
GG: ¿Qué
comentarios preliminares puedes hacer acerca de tu novela, Angeles y Solitarios
?
RDE: Angeles
y Solitarios es la quinta de la serie de novelas que he escrito protagonizadas
por Heredia, y por lo tanto la siento como una etapa de consolidación
del personaje y de los motivos que, ya hace diez años, me llevaron
a incursionar en la novela negra, un género hasta entonces casi
intransitado en la narrativa chilena, y víctima, a menudo, de prejuicios
críticos y editoriales. Hoy la novela negra tiene un espacio reconocible
en la narrativa chilena, y en eso, Heredia pienso que ha hecho su contribución,
novela tras novela, desde que naciera en La Ciudad está Triste
, publicada en octubre de 1987.
Angeles
y Solitarios me permite creer que he dado vida a un personaje que cuenta
con lectores que siguen sus historias y se identifican con él.
Y lograr eso es un desafío para todo escritor: Dar vida a un ser
de ficción que trasciende la personalidad y la propia biografía
de su autor. Esta novela también, obtuvo un buen reconocimiento
de la crítica y en varios premios literarios. En 1995 obtuvo el
Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, y luego, en 1996,
el Premio Municipal de Santiago, a la mejor novela de autor chileno publicada
durante 1995. Además, fue finalista en el Premio Hammett de la
Asociación Internacional de Escritores Policíacos. Por todo
lo dicho, siento que Heredia, mi detective de ficción, es un personaje
consolidado, que seguirá evolucionando, como ocurre en la novela
que acabo de terminar, y que, provisoriamente se llama "Los Siete
Hijos de Simenon".
GG: En
tu novelística, incluso la más reciente, insistes en el
protagonismo del detective Heredia, ¿a qué atribuyes ese
apego a este personaje?
RDE: Supongo
que es el típico caso de un personaje que se impone a su autor
y lo obliga a seguir con él. También podría pensar
en que Heredia es una suerte de alter ego a través del cual puedo
reflexionar acerca de temas que son relevantes para mí: la historia
reciente de Chile; la soledad en una ciudad como Santiago. La verdad es
que no tengo una respuesta concreta. Trabajo en forma paralela con las
novelas de Heredia y otras en las que incursiono en otros ámbitos.
Habitualmente tengo la cabeza llena de novelas, pero a la hora de escribir
una, las de Heredia logran imponerse. Escribir sus historias es también
trabajar desde un punto de vista desde el cual me siento cómodo.
El mundo de Heredia está creado: su barrio, sus manías,
sus amigos, el alcohol que bebe, su forma de pensar, de ver la ciudad.
Pero no sólo escribo las novelas de Heredia. Este año publiqué
"Correr tras el Viento", una novela de ámbito histórico.
Escribo cuentos que exploran otros espacios y personajes. En fin, me concedo
la libertad de escribir sobre todas las cosas que me aconsejen mis fantasmas,
y de volver a Heredia cada vez que lo sienta necesario o que crea que
hay temas que puedo abordarlos desde su perspectiva.
GG: Con
la perspectiva que te dan varias novelas sobre Heredia, ¿qué
aspectos de este personaje resaltarías como los más característicos?
RDE: Heredia
es un personaje con un alto sentido de lo ético, de lo moral. Tiene
ciertos códigos para enfrentar la vida y procura ser consecuente
con ellos, siempre. Es un testigo, crítico y escéptico,
de la sociedad chilena actual. Su lucha la puedo resumir con una idea
que leí en una entrevista al escritor chileno Germán Marín:
"ya que no puedo cambiar el mundo, al menos trato que el mundo no
me cambie a mí". Heredia también es un romántico.
Un quijote sin fe ni fortuna, con un humor algo negro, amante de la ciudad
que habita y de los libros que lee, y que, dicho sea de paso, me permiten
hacer referencias a escritores que amo (Hemingway, Cortázar, Juan
Carlos Onetti), o guiños a otros escritores de los que soy amigo,
como Jorge Teillier, Poli Délano, Luis Sepúlveda, el poeta
Esteban Navarro. Guiños que desean rescatar la amistad entre escritores
en un medio literario que, como el chileno, está plagado de pequeñas
envidias y peleas de poco vuelo.
Después
de seis novelas junto a Heredia, lo siento como un amigo fantasmal que
de tarde en tarde se sienta a mi lado a contarme sus andanzas, y lo que
yo hago es escucharlo y luego, tratar de reproducirlas con alguna fidelidad.
Me agrada además, la relación que tienen algunos lectores
con Heredia. Preguntan por él como si fuera un ser de carne y hueso;
me dan ideas o me cuentan cosas para que las incorpore en sus próximas
novelas.
GG: La
percepción de Heredia con respecto a la supuesta modernización
chilena desde los 80 hasta fines de los 90 es bastante incrédula,
por decir lo menos.
RDE: Incrédula
y desencantada. La visión de cualquier chileno honesto que soñó
y luchó por recuperar la democracia, y que cuando esta, en apariciencias,
volvió, se dio cuenta que era una democracia de utilería,
controlada por el poder, evidente o subterráneo, de la dictadura
y de quienes detentan el control económico. La modernidad chilena,
lo hablábamos el otro día, es una farsa. La imitación
de modelos extranjeros, la pérdida de la identidad, la tontificación
de los chilenos a través de la publicidad y el consumismo. Heredia
vive a contrapelo de esa modernidad y es nostálgico de un Chile
que hasta el año 1973 era más pobre, más humilde,
pero más auténtico, solidario, creativo. Por eso, su percepción
del Chile actual es pesimista.
Sin explicitarlo,
Heredia se identifica con ideas radicales, de cambio. Su nostalgia tiene
que ver con el pasado y con la existencia de una izquierda que tenía
una utopía y no como ahora que, en gran medida, se plantea como
mera administradora del sistema impuesto por la dictadura. Una izquierda
desdibujada. Heredia actua contra la corriente de una época que
no quiere vivir y que impone el olvido como clave para un supuesto entendimento
de los chilenos; que endiosa el individualismo y los bienes materiales.
El Chile de hoy no es cómodo para Heredia, como no lo es para miles
de chilenos que quisieran ver un país más equilibrado y
menos banal.
GG: La
nostalgia de Heredia también tiene otras variantes.
RDE: Es
cierto, la nostalgia de Heredia puede analizarse desde otras perspectivas.
El mismo hecho que él se asuma como detective privado es un gesto
nostálgico en relación a una época clásica
de la novela policial y del cine. Es el rescate del héroe de antaño
para que venga a iluminar el presente. Y en eso hubo un acto consciente
al momento de crear a Heredia. El podría ser un abogado o periodista,
pero la opción del detective, como mito y como héroe, me
pareció interesante de recrear, tratando de adaptarlo lo más
posible a una realidad como la chilena.
Pero, sobre
todo, Heredia es nostálgico de una época en que se podía
soñar con otro futuro. Su nostalgia está relacionada con
un mundo que pudo ser y se lo quitaron de la mano. O sea, es en definitiva
la nostalgia de mi generación. De quienes éramos jóvenes
el año 1973 y tuvimos que vivir años importantes de nuestras
vidas rodeados por la oscuridad, por el miedo, y que nunca, tampoco ahora,
hemos tenido la oportunidad de construir nuestros proyectos, salvo, algunos,
en el plano de la creación artística, de la literatura en
mi caso.
Finalmente,
diría que la nostalgia es también el elemento que detona
el ánimo de Heredia para enfrascarse en cada nueva investigación.
En cada una de sus novelas, la acción de Heredia se origina frente
a la carencia de algo o de alguien que dejó de existir: un amigo,
una mujer, la justicia, la verdad.
GG: Hablamos
de un personaje desencantado que, no obstante, quiere acercarse a un comportamiento
o camino ético.
RDE: El
comportamiento ético de Heredia radica en su creencia o deseo de
una sociedad más justa, más solidaria, donde la diferencia
entre las personas no sea tan grande, ni la injusticia tan evidente. Eso
lo lleva a la búsqueda de una que otra verdad, aunque sepa que
nunca podrá derrotar completamente a los poderes que enfrenta.
Es un justiciero, como lo son todos los detectives de la novela negra.
Y creo que es bueno que sea así, porque en una época de
cierta desesperanza, es necesario contar con héroes o antihéroes
que representen el lado incómodo de la sociedad.
GG: Aparece
entonces la "solución" pequeña o individual.
RDE: Heredia
tiene claro que la acción de un individuo marginal y solitario
como él, difícilmente puede establecer una justicia profunda.
Sabe que no puede ir más allá de ciertos hechos puntuales
y que sus victorias siempre serán pequeñas, relativas, porque
no tiene el poder suficiente para cambiar el entorno en el que vive. Pero
aún así el cumple sus tareas hasta el final y obtiene su
recompensa cada vez que, al menos, logra restablecer un mínimo
equilibrio, una mínima verdad.
GG: ¿Por
donde se desliza esa búsqueda de cierta dosis de verdad y equilibrio
en Angeles y Solitarios ?
RDE: En
la visión que da esa novela del Chile actual. En la denuncia de
los poderes fácticos que controlan la sociedad, aunque en apariencia
exista cierta libertad o políticos que procuran desarrollar sus
proyectos de gobierno. En la denuncia de la marginalidad y soledad que
se vive en una ciudad como Santiago; y también en la denuncia de
ciertas lacras como el abuso de poder, el narcotráfico, la corrupción.
En definitiva, en cada uno de las novelas de Heredia he tratado de que
sus lectores se comprometan con historias aparentemente ficticias y que
al mismo tiempo los motive a mirar de otra manera el mundo que los rodea.
No justifico la literatura sin no provoca inquietud y si no permite a
una persona mirarse a sí misma, cuestionarse. Al menos en mi caso,
cada vez que leo un libro, lo hago aceptando las propuestas de su autor,
pero revisando al mismo tiempo mi propia historia y sentimientos.
GG: ¿Cuáles
son los logros más significativos de esta novela?
RDE: La
respuesta a esa pregunta está de algún modo en lo dicho
anteriormente: la novela da una visión crítica del Chile
actual y en ella, muchos lectores pueden reconocerse. En otro plano, siento
que Angeles y Solitarios es una novela mejor estructurada que las anteriores.
Tiene un andamiaje más sólido. Heredia adquiere mayor madurez
como personaje, y logré incorporar personajes secundarios que sostienen
parte importante de la historia. También me gusta el contrapunto
que logré entre situaciones dramáticas y otras que no lo
son. El humor que se genera con los diálogos de Heredia y otros
personajes, y sobre todo, cuando cree estar hablando con su gato Simenon,
que no es otra cosa que su propia consciencia.
Creo que
junto con "Solo en la Oscuridad", mi segunda novela, "Angeles
y Solitarios" alcanzó un nivel que me satisface, que se acerca
a mi ideal de novela.
GG: ¿De
qué manera esta novela entra en diálogo con la llamada nueva
narrativa?
RDE: Supongo
que ese diálogo que mencionas se da en cuanto mi novela se refiere
a hechos del Chile actual. Si algún mérito tiene la nueva
narrativa chilena -que yo la entiendo como la narrativa que están
haciendo los escritores de mi generación es su referencia
a nuestra historia inmediata, con hechos y personajes donde los lectores
se pueden identificar. Esto último a mi juicio hace que los lectores
se interesen en estos autores que están hablando del país
que habitan, de sus problemas, de su gente. Por cierto, todo esto que
digo es muy general, y dentro del marco de la nueva narrativa hay quienes
hemos optado por una postura más crítica, y otros autores
que tienen una óptica más blanca y complaciente, que escriben
novelas de baja intensidad existencial, y en las que, la sociedad y sus
problemas, ni siquiera son un telón de fondo.
También
veo en mi novela un engarse con generaciones anteriores, como la del 38,
en lo que se refiere al acento social de mi narrativa y al rescate literario
de la marginalidad de las grandes ciudades, de Santiago específicamente.
GG: Finalmente,
hablemos de tu más reciente novela, Correr tras el Viento .
RDE: Correr
tras el Viento forma parte de un trabajo narrativo paralelo a las novelas
de Heredia. Cuentos y novelas que tienen otras raíces, otras búsquedas,
pero que al fin de cuentas, es probable que tan sólo recreen desde
otras perspectivas, una misma visión de mundo, que nace desde la
nostalgia y desde el amor, ya que como digo al comienzo de esa novela:
el amor es el único sentimiento que permite mirar la vida.
Desde hace
algunos años quería escribir un relato relacionado con Magallanes
-mi tierra de origen y la llegada a ese lugar de los primeros emigrantes
croatas, entre los cuales estuvieron mis abuelos maternos. Deseaba escribir
una novela histórica, lo más apegada a la realidad que fuera
posible. Y sin embargo, en el camino de investigar en diarios y revistas
de comienzo de siglo, descubrí que en Punta Arenas habían
ocurrido algunas cosas especiales durante el primer conflicto mundial.
El año 1914, Punta Arenas estaba convulsionada por los acontecimientos
de la guerra europea. El Estrecho de Magallanes entonces paso obligado
de las naves que deben unir en sus travesías los océanos
Atlántico y Pacífico producía en Punta Arenas
un animado flujo de información, que tenía como protagonistas
a los ingleses y alemanes que vivían en la ciudad.
La imaginación
me hizo jugar con mis personajes. Había una historia de aventuras
y amor que contar y a esos personajes los llamé Rendic y Martina.
Protagonistas de una historia de seres desarraigados que, huyendo de sus
pasados, se encontraban en el último confín del mundo. Rendic,
un emigrante croata que trabaja para el servicio de espionaje alemán
y Martina, la mujer más codiciada del prostíbulo al que
concurren los personajes importantes de la ciudad. Los personajes de ficción
se impusieron, y la historia real, quedó como un marco referencial,
para dar una idea de lo que era la vida en Punta Arenas a comienzo de
siglo.
La novela,
principalmente, la entiendo como la historia de un hombre que busca, a
través de un amor imposible, un espacio para construir un futuro
incierto, y al cual se aferra a pesar del fracaso. Historia de un hombre
en el límite, de un hombre que lucha, y que al fin de cuentas,
es un tipo de historia que vale la pena narrar, en cuanto es germen de
leyenda y memoria.
Quiero ver
también en esta novela un reencuentro con mi tierra, con la historia
de Magallanes aún no lo suficientemente ficcionada y que siento
como una materia que forma parte de mis proyectos narrativos. Materia
de la que escribo, cuando Heredia no está a mi lado importunándome
con sus andanzas urbanas y santiaguinas, y con las cuales ejercito un
permanente ajuste de cuentas con la memoria.
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