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TERESA WILMS MONTT
por HERNÁN ORTEGA PARADA

 

"Tristes somos aquellos que no hemos nacido de los dioses".

T.W.M.

 

Con esta simple frase autodefine su destino la escritora que más profunda y emocionalmente ha estremecido a la literatura chilena. Y no dejamos en el olvido a Gabriela Mistral (1889-1957), María Luisa Bombal (1910-1980), María Carolina Geel (1911-1995) y, quizás, alguna otra; mujeres inteligentes que vivieron estremecidas, más que por sus actos, por las inmisericordes convenciones sociales. Y coinciden en su pertenencia al período de la historia en que la cualidad de la mujer no alcanza a ser reconocida en su plena majestad aun cuando varias destacaron por su frontal lucha genérica, entre éstas, sin dudas, Teresa Wilms.

La realización de un film chileno que fue estrenado un par de meses atrás, no hace sino activar la sensibilidad de observadores, algunas exactas y otras, eco de los ecos. Su caso es visto desde muchas ópticas: paradigma de la situación social de la mujer cuando despierta el siglo XX; escritora de vanguardia en su tiempo, que escribió los dictados de su introspección. Y otras, que son más pobres, como ensalzarla sólo por su belleza. "Sin duda, la mujer más trágica de la literatura chilena de este sigo", dijo Martín Cerda, el lúcido ensayista. Sin embargo, ocurre algo que ya es tema alarmante en la cultura nacional, como la mala memoria, la inercia, el escaso interés por escritores que no venden. Se saben hechos aislados de la vida de esta mujer y, tal vez, se sabe menos de lo pensado. Los esfuerzo de Ruth González, "Teresa Wilms Montt: un canto de libertad", biografía editada en 1993, y la obra completa recogida en 1994, a pesar de no ser documentos perfectos, muestran una gran radiografía de esta escritora mirada en menos porque no saben situarla en el centro de la época real."Mística tú, diferente en todas las místicas y los místicos, mística del amor y el dolor impensados", escribe Juan Ramón Jiménez. "Teresa Wilms es la mujer más grande que ha producido la América", Vicente Huidobro. Pero hay más, en Italia fue divulgada su obra en agosto del 2008: la revista "Poesia" dedica la portada y catorce páginas a recordarla. Es comparada con Emily Dickinson y Virginia Woolf. "Fue una cocotte "honesta", de impronta cerebral, una santa y una mística, una figura gótica del género de Collins y De la Mare, la "inquieta dama de blanco", siempre en fuga de los otros y de sí misma..."

No es la ocasión para agregar más a estas apologías, ciertamente justas, que identifican a una figura extraída del laberinto por los dioses del Olimpo.

Escribo sobre ella por dos razones: en mi familia se guardaba en secreto el libro "Lo que no se ha dicho" (Editorial Nascimento,1922). "Una fuerte dosis de veronal y algunos desesperados días de agonía en el hospital Laennec de París, han sido el epílogo de la existencia arbitraria, hondamente triste, de Teresa Wilms, muerta en flor de juventud y de belleza.", es el arranque del prólogo de Gastón Carrillo, quien, como en muchos casos, no capta la belleza ni la profundidad de esos textos literarios reunidos un poco al azar, algunos son malas traducciones del francés. Cuando cayó en mis manos adolescentes aquel libro, iluminó un sentido romántico del pasado que dejó de ser tal cuando tuve, muchos años después, testimonio vivo -un panorama crítico- del período de la belle êpoque. María Flora Yáñez, nacida en 1891, también bella y rodeada de comodidades desde la cuna, me hablaba del problema de ser mujer en su tiempo; entre otras cosas, tuvo que usar seudónimo (Mari Yan) con el objeto de publicar sus primeras novelas. Ser escritora y librepensadora, eran pecados femeninos.

Teresa fue la segunda de siete hijas de Federico Guillermo Wilms y Brieba y de Luz Montt y Montt, acomodado matrimonio viñamarino de vieja estirpe aristocrática por ambas fuentes. La escritora nace el 8 de septiembre de 1893, y desde pequeña siente una fuerte discriminación y mano dura por ser inquisitiva, en cierto modo una rebelde. Es educada en casa y aprende música, canto, idiomas, y todo lo necesario para la mujer de la época; pero, ella es distinta y se torna una lectora voraz desde pequeña. Adolescente, concurre a la ópera y al teatro. Conoce al que será su esposo, Gustavo Balmaceda Valdés (1883-1924), sobrino del ex presidente José Manuel Balmaceda, pero de situación económica deplorable, un oscuro funcionario de Impuestos Internos. Los novios tienen la férrea oposición de la familia Wilms-Montt que, tras el matrimonio, no desean verlos nunca más. Y así fue.

La joven pareja se instala en Santiago y Teresa deslumbra a la gente en los paseos de la Alameda, en el Club de la Unión, en los salones aristocráticos, tanto por su belleza como por la agudeza de su inteligencia. Dichos halagos no gustan a su marido, quien así se justifica los malos tratos que da a su mujer, su propio e incipiente alcoholismo y, en general, su libertinaje en compañía de su primo Vicente Balmaceda Zañartu. Para tratar de mejorar su unión, los esposos viajan a Iquique. Y ya tienen dos preciosas hijas. En esa ciudad, Teresa frecuenta cenáculos de intelectuales y activistas sociales. Escribe en diversos diarios denunciando el maltrato de la mujer y del trabajador salitrero, uniéndose a feministas y anarquistas. Y como siempre, despierta la admiración de quienes la rodean. Eso no lo soporta su marido y la manda a Santiago con las niñas. Pero se han descubierto cartas sospechosas de una infidelidad cometida con Vicente. En juicio sumario al interior de la familia Balmaceda-Valdés, le quitan las hijas y ella es encerrada en un convento de la capital destinado a locas y reas.

En el encierro, escribe en francés páginas dramáticas, veraces, que más tarde integran su obra "Diario íntimo". Sus padres la ayudan en secreto y disponen su exilio entregándole dinero. Vicente Huidobro, es el encargado de llevarla a Buenos Aires. Esto es en 1916. Lo demás es el vértigo de su éxito literario pues escribe dos libros que son reeditados varias veces. Pero,un joven admirador suyo, Horacio Ramos, de 19 años, se suicida al no ser correspondido en su loco amor. Este hecho la quiebra una vez más y decide irse a Europa.En febrero de 1918 está arribando a Madrid. Allá frecuenta los cafés más prestigiosos donde se reunen escritores como Valle Inclán, Gómez de la Serna, Gómez Carrillo, Pío Baroja, Azorín, García Lorca, Benavente, Juan Ramón Jiménez y el chilenoJoaquín Edwards Bello, entre otros. Publica libros de gran éxito, como "En la quietud del mármol" y "Anuarí", que recogen en parte la tragedia del joven poeta argentino suicidado.

En 1920 se encuentra en París, colaborando para una revista literaria, y tiene la inesperada alegría de abrazar a sus dos hijas. Están allá con su abuelo Ramón Balmaceda, diplomático, sin embargo las niñas deben regresar a Chile. Esto termina por destruirla pues vive dopada por calmantes dañiños como el veronal y otras drogas. Fuma mucho, come poco. Fallece el 24 de diciembre de 1921. Tiene solamente 28 años de edad.

Vida y obra de Teresa Wilms Montt ha sido recogida por la profesora chilena Ruth González, y publicada entre 1993 y 1994. Se encuentran allí las obras completas de la escritora viñamarina.

En algún escrito Wilms confiesa: "Yo abusaba del licor, de los cigarrillos, del éter, etc.,etc.". Es cierto, pero desde jovencita sufría de dolores de cabeza y acostumbraba a tomar cualquier tipo de calmantes. Los desajustes con su padre y su madre no permitieron desarrollar su autoestima. Con su esposo había tenido un amor romántico y hermoso, que se disolvió ante la realidad injusta que tuvo que afrontar. Después, la pérdida de sus hijas, el exilio doloroso, el suicidio de Anuarí, no pudo entrar a los Estados Unidos pues la creyeron espía alemana, cuando quiso pasar de Inglaterra a Francia se lo impidieron porque estaba en una lista de "bolcheviques". Nunca tuvo un hogar donde fuera comprendida y amada.

La vida y obra de Teresa Wilms se comprenden mejor si vemos cómo se construye en ella la dialéctica pasado-modernización-cambio (certero esquema de Bernardo Subercaseaux).

En efecto, la literatura de tan singular escritora da la espalda a un pasado, gira sobre sí misma y ofrece una novedad en el acontecer de las letras. Gran lectora desde muy niña, ella (re)nace espontáneamente en su intimidad, atendiendo una necesidad espiritual y psicológica de comunicación, sobre todo cuando es maltratada por aquella sucesión de infortunios propios de la Edad Media, inquisicionales. Su obra no entra en las tendencias literarias reconocibles entonces: romanticismo,naturalismo, creacionismo y menos el modernismo -muy fuerte en esos instantes (G.Mistral), lo cual basta para decir que sus escritos publicados son distintos a las corrientes desu época.

Los efectos de mirarse a sí misma, al borde de abismos y soledades desde muy pequeña, desatan esa facultad tan difícil de alcanzar por todo escritor y artistas en general: la introspección, el insight, fenómenos cultivados años después por el surrealismo. Eso constituye, a mi parecer, el gran aporte de Wilms. No es la contemplación simple, sino la autointerrogación y la respuesta espontánea, dramática muchas veces, sin intenciones de hacer literatura.

La literatura fluye en ella porque hay un hálito de belleza innato en sus textos. Por eso existen discrepancias en ciertos críticos al decir que "Páginas de diario", no es en sí, técnicamente, un diario de vida, pero tampoco constituyen una autobiografía orgánica. Esas "páginas de diario" son páginas de vida íntima. En su caso, las formas habían sido asimiladas desde mucho antes por la riqueza de su cultura: libros, música, ballet, canto, páginas de inquietud sociopolíticas entregadas a periódicos de Iquique.

En "Los tres cantos", incorporados al libro póstumo "Lo que no se ha dicho", muestra una parte de esa libertad conceptual que se le atribuye en muchas acciones de su vida. Por ejemplo, emplea la ironía sutil: "Renunciaré a mi conciencia, y seré bestia humilde, con los ojos vueltos hacia la tierra...Seré la novia casta que os dé toda la intensidad de su virgen dolor." Está contrastando, por supuesto, el rol de su género sometido por las convenciones milenarias

Sin embargo, he mencionado un segundo motivo para escribir esta nota. Se sabe que Teresa posó en España para Julio Romero de Torres y posteriormente la retrató Anselmo Miguel Nieto. Y todos estamos en conocimiento de su irreal belleza a través de fotografías que son tópicos referenciales de su persona. Lo que se ha dicho por escrito no hace más que confirmar que esa mujer no era de este mundo. Una visita ocasional al Museo Histórico Palmira Romano, de Limache, me puso frente a frente a un cuadro maestro firmado por Antonio de la Gándara (1862-1917), gran retratista hispano-francés. Es un óleo de m/m 35x50 ctms.(enfocamos con cámara digital sin flash, con autorización). Una pequeña placa de bronce dice "Teresa Wilms Montt". Lo demás es admirar sus ojos "glaucos" (como decían los modernistas) y encontrar su alma, esta vez tranquila, apacible. Está un poco gordita y su boca es "carnosa y breve". Y esto sería suficiente por ahora. Es un deber mostrar esta joya iconográfica.

(Refugio Huelén, Olmué)

 


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