Tres
novelas
por Fernando Jerez
Me
ocuparé brevemente de tres novelas chilenas que han llamado mi atención
últimamente.
Para
empezar, menciono El lugar donde estuvo el paraíso, de Carlos Franz.
Este autor ha escrito una bella novela intimista. Una muchacha recuerda los
años juveniles que pasó junto a su padre, el cónsul chileno
en Iquitos. Anna, que ha acompañado a su progenitor en sus diversas destinaciones
consulares, desarrolla en silencio una morbosa admiración por él.
Por eso, todas las mujeres que han tenido algo que ver con el cónsul,
quedan excluidas de sus simpatías y ella misma lo confiesa: "Lo femenino
y yo estamos en guerra..." El lenguaje de la novela, con una profusión
de inteligentes y acertadas imágenes, se convierte en un vehículo
de múltiples significados. Está escrita en el tono que sigue a
la muerte, como un ejercicio tendiente a recuperar un paraíso perdido,
después de la decrepitud del ídolo más que del padre. La
envolvente atmósfera del escenario, ubicado a orillas del Amazonas da
origen sin embargo, a una prosa sosegada, impecable, y tan contenida como la
pasión que a duras penas puede reprimir Anna en su interior. Podría
decirse de esta excelente novela, con toda propiedad, que leer cada línea
del texto es un verdadero placer del que no debería privarse ningún
lector amante de la buena literatura.
La
casa vacía, de Carlos Cerda, un antiguo edificio ñuñoíno
restaurado para que en él vivan Cecilia y Manuel, esperanzados en recomponer
la armonía de pareja, se llena con los asistentes al asado de inauguración.
Durante la extensa noche del festejo, ocurren en la nueva casa diversos sucesos
que afectan profundamente a los invitados. Éstos se conocen entre sí
, pero exteriormente encubren el despertar apasionado de sus antiguas relaciones.
También, surge en forma inesperada de sus pasillos y peldaños,
y del ruido de una rama de árbol batida contra el viento, un pasado de
sordidez y crueldad inolvidables. La novela presenta fragmentos de vidas, cuyos
conflictos intensos, ocultos, se develan en un escenario pequeño, en
el tiempo de una noche. El autor se ciñe a una técnica rigurosa,
y con un lenguaje sin preciosismos nos introduce en la acción de la novela
hasta la última página. La obra si bien tiene un referente en
la realidad político social vivida por Chile durante la dictadura, se
enriquece con el aporte imaginativo del autor y una acabada elaboración
de personajes, cada cual con un mundo interior intenso y convincente.
En
Hasta ya no ir, de Beatriz García Huidobro, la narradora y protagonista
de la singular historia sin historia, es una campesina adolescente e ignorante
que describe con toda inocencia, en un monólogo sin un ápice de
protesta, los abusos y las humillaciones a que se ve sometido su destino infrahumano.
Está escrito en un hermoso lenguaje, pero lo más importante del
libro radica en su mirada, en la visión que tiene el personaje de un
mundo que no le pertenece, y en el cual el componente fatalista es un factor
natural, nada sorprendente. Un libro brevísimo, en cuyas noventa páginas,
la protagonista nunca olvida a la madre ausente.
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