POR QUÉ TRADUCIR ALTURAS DE MACHU PICCHU
Por Jorge Etcheverry
Estuvo celebrándose en estos días un aniversario más del nacimiento de Neruda, en Parral, el 12 de julio de 1904. Parte de las coordenadas internacionales políticas e ideológicas que, según algunos, vieron la consagración institucional del poeta han desaparecido, si es que no se han modificado enteramente. Cuando, en el mismo año que recibe el Premio Nobel, enE1971, es galardoneado con el "Premio Lenin de la Paz", también se encuentra en su apogeo el gobierno de la Unidad Popular de Allende en Chile. Pero aún su por así decir universalismo sigue vigente, ya que en él se aúna, junto al reconocimiento por así decir político, el así llamado universal. Los aniversarios de la muerte y nacimiento del vate se celebran de incontables maneras, en todos los idiomas y países. Por otro lado su obra de mayor aliento, el Canto General, no se inscribe tan sólo en la serie de poemas épicos americanos históricos. Las circunstancias actuales de algo que con optimismo se podría denominar el redespertar de América Latina; con alternativas un poco al tanteo, de afirmación nacional, continental, de independencia y interrelación económica regional, el rebrote de un sentido e instituciones del componente indígena latinoamericano, vuelven a situar en la palestra ese aspecto de la obra nerudiana que a grosso modo se podría llamar el ‘comprometido’, si es término, sobre todo en su acepción corriente, no fuera una burda simplificación en el mismo grado que denota una verdad.
Y ahora desde el hemisferio Norte. Hace unos meses una revista canadiense me pidió una suerte de fundamentación de porqué un poeta y traductor bilingüe recientemente fallecido habría escogido el Canto y más específicamente Alturas de Macchu Picchu para una traducción al inglés que en definitiva llegó a ser su testamento como traductor literario.
¿Por qué Neruda? y ¿por qué el Canto General?.y, en este último, ¿por qué Alturas de Macchu Picchu? La elección de un poeta traductor de traducir este último al inglés se puede explicar o contextualizar de diferentes maneras. Desde luego que en una primera instancia se trata de Pablo Neruda, el poeta emblemático del idioma español, y más aún de América Latina, es decir que se trata de la parte central de una obra que de por sí podría despertar el interés de un poeta traductor. Pero Neruda es además un autor que, un poco a la manera de Lorca, combina en su producción poética elementos que vienen de orígenes dispares. Siendo a la vez uno de los más destacados representantes de la vanguardia poética hispánica, hay que recordar Residencia en la Tierra, más específicamente su primer volumen, la Primera Residencia (1933), es también el poeta de las Odas Elementales, serie de cuatro libros que va desde las Odas Elementales (1954) hasta Navegaciones y Regresos (1959), que se refocilan con los aspectos y elementos del mundo material y concreto, del diario vivir.
Entonces, este poeta abarca ambos hemisferios, a veces incompatibles o así percibidos en la estimativa y presuposiciones de lectores y creadores: por una parte el mundo de lo popular, realista, concreto, de compresión universal, y por otra el de lo ‘elitista’, vanguardista, experimental, de compresión y alcance restringidos a una ‘intelligentsia’ (por lo menos eso se dice). Así, la obra de Neruda se sitúa como el medio dialéctico, si se ven ambos tipos de concepción y concreción de la poesía, y en general de la obra cultural, como siendo opuestos antitéticos. O quizás más bien como el Tao que abarca e incorpora ying y yang en una totalidad que los sobrepasa y armoniza. Se puede considerar a Neruda como siendo básicamente un poeta existencial con elementos surrealistas, y decir que su obra posterior, más política, constituye una traición a su vocación, realmente poética. O se puede decir que el período vanguardista que culmina en la primera Residencia es nada más que una preparación de su obra más madura, humanista y políticamente comprometida, cuya culminación sería Canto General. Aunque ya desde Don Luis de Góngora y Argote esa doble vertiente, culta y popular, es casi una constante que atraviesa la poesía de habla hispana. El genial converso escribía por un lado el manierista Polifemo (1614) y por otro lado decía que
Da bienes, Fortuna
que no están escritos:
cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.
Neruda es así esa figura del poeta totalizante, universal, que en una tradición cultural binaria como la nuestra pasa a abarcar en su producción ambos extremos de un universo constituido por ámbitos opuestos, complementarios o no, y que general percibimos o presuponemos como separados. Esta voz poética los unifica en el acto y producto de su poesía. Y a la vez, como el poeta no es en definitiva sino una manifestación de la potencialidad humana, un modo de ser humano, este arquetipo de realización de la poesía es a la vez el de la realización del ser humano completo, pero que guarda en sí, abarcándolos o sintetizándolos, los hemisferios en conflicto. Una concreción del mito de Abraxas, del Jano Bifronte.
Ahora, el Canto General (1950) del que Alturas de Macchu Picchu forma parte, está escrito en la tónica del Homenaje a los Indios Americanos (1966) de Ernesto Cardenal, al que precede y de algún modo da origen, y se remonta desde la América hispánica contemporánea hacia el pasado histórico de La Araucana de Alonso de Ercilla, aparecida en 1569. El canto pertenece de alguna manera a ese tipo de composición épica fundacional y protocósmica, instauradora de genealogías, que Latinoamérica parece necesitar para obtener una visión unitaria de sí en medio de sus conflictos y contraposiciones, para intentar asumirlos.
El Canto establece la genealogía truncada de América, del Hombre Americano, cuyo mundo habría sido interrumpido por la llegada de los conquistadores. Si bien aparecen en el poema elementos muy patentes del mito cultural occidental del Buen salvaje y de la Edad de Oro de la época mítica del Ilo Tempore, se desmistifica la condición paradisíaca de la vida y el hombre precolombino, en cuya existencia no están ausentes ni la contradicción ni el conflicto. Se trata de una versión muy especial del Buen Salvaje incorrupto y ahistórico de la situación previa a la llegada de los europeos, del aboriginal cuya convivencia o coparticipación con la naturaleza le ha dado un nuevo prestigio contemporáneo, esta vez ecológico, sumado a sus excelencias culturales anteriores teológico-adánicos e institucionales. Mirado con nostalgia desde la cultura urbana, histórica y compleja, el hombre americano (y por extensión toda humanidad todavía primigenia, en estado salvaje) es parte de la naturaleza:
El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla;
(Amor América, de Canto General)
Hasta aquí esa concepción no parece diferente al lugar común del paraíso perdido del mundo primigenio, reiterado una y otra vez por la cultura occidental. Pero al hombre precolombino establecido en este poema no le fueron ajenas ni la finitud ni la muerte:
Tierno y sangriento fue, pero en la empuñadura
de su arma de cristal humedecida,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.
Así, se muestra que esa misma historia precolombina que la conciencia ecológica contemporánea puede rescatar y hacer suya para oponerla como modelo al estado de cosas presente, es también una de sufrimiento y explotación, presentes en América y del hombre nativo desde sus orígenes. Ahí estamos lejos de Adán, de Rousseau, del comunismo primitivo, de la utopía y el mito, ya que las armas y la efusión de sangre no faltan en esta edad paradisíaca. Sin embargo hay una dimensión natural en estas contradicciones, si el arma tiene todavía las iniciales de la tierra. Se está todavía muy lejos de la conquista con su secuela de explotación, conversiones, bautizos y trabajos forzados y pestes; de la ética del trabajo, el provecho personal y la comunicación individual con Dios que destruye los gérmenes de ecumenismo cristiano. Pero las contradicciones de la sociedad y la civilización humanas están presentes de todas maneras en este tiempo primigenio. Se perciben como tan universales como su naturaleza dual, y así, tienden a trascender desde el ámbito del Hombre Americano hacia el del ser humano en general. En última instancia se está describiendo en el poema una situación universal humana. Además de la consustancialidad con la naturaleza, la explotación y el sufrimiento caracterizarían al hombre y su mundo en tanto tal. El Canto General es general más allá de lo aboriginal chileno y americano, trasciende hacia una universalidad humana, incluso previa al:
Antes de la peluca y la casaca (Amor América)
Pero la degradación en esta caso es cualitativamente distinta. Los europeos son descritos en Amor América no por su existir al interior de la naturaleza, sino que mediante elementos manufacturados que anuncian el reino de la objetividad artificial, presente y simbolizada por la peluca y la casaca. Su nivel de degradación no está morigerado como en el caso de los aborígenes por la integración en un cosmos, sino acentuado por la abstracción y separación que representan esos objetos.
Pero el mismo Canto General que deriva luego en una épica de lucha libertaria e independentista continental, es una promesa de redención no sólo para la parte humanidad de la tematizada, precolombina, sino que para la humanidad en general, sujeta a la finitud, el sufrimiento, la contradicción. Pero no se promete el paraíso terrenal. El poema constata la irrevocabilidad del sufrimiento y la limitación, pero el estado primigenio de comunión con la naturaleza es el modelo implícito superior y deseable con el que se contrasta la situación actual.
Hemos dicho que el Canto General y una serie de otros cantos presentes en la poesía hispanoamericana, son a la vez intentos de una épica fundacional que ya se da de alguna manera en La Araucana, de Alonso de Ercilla, una narración en verso sobre la conquista de Chile que sin embargo tiene esos famosos versos que escritos desde la posición de un participante de la empresa conquistadora, reconocen y valorizan al otro, al que se intenta conquistar:
Chile, fértil provincia y señalada
en la región antártica famosa,
de remotas naciones respetada
por fuerte, principal y poderosa;
la gente que produce es tan granada,
tan soberbia, gallarda y belicosa,
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida.
La serie de estos poemas sería ya desde ese entonces una serie de intentos de plantearse y acaso resolver la situación de la hibridación originaria de la cultura y existencia social del continente , que contemporáneamente son también las instancias históricas y culturales del colonialismo, el neocolonialismo y la dependencia.
La asunción humanista de Neruda lo lleva a un intento no de salida, lo que es imposible, sino de asignación de sentido a la condición humana degradada de la Primera Residencia, como leemos en las primeras dos estrofas de Walking Around:
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Aquí se plasma una concepción a la postre existencial. No hay salida hacia otra realidad alternativa o trascendente. No hay otro mundo, y sólo se puede habitar en este mundo, en la comunidad humana ecuménica de semejantes, la ciudad de Dios en la tierra, lo que Neruda pensaba como su comunismo. Entonces, no hay ruptura sino continuidad en este proyecto poético. Son muchos los poetas del mundo que en la actualidad abrazan de manera casi militante una utopía social y pacífica como la única salida frente a la eventual universalización del mundo de establecimientos y mercaderías, de la cosificación, de la peluca y la casaca, que quizás no pueda garantizar la supervivencia de la especie.
Pero por qué la elección de traducir Alturas de Macchu Picchu. Si un poeta quisiera de alguna manera rehacer el camino del Canto General desde la voz poética misma que lo origina y lo sostiene, y por ende de este proyecto poético insigne, Alturas será la parte elegida, por razones que van más allá de su consagración institucional. Es allí donde el poeta del Canto se legitimiza, adquiere el derecho de fundamentar su canto, mediante la asunción por la voz y memoria poéticas del pasado ancestral desde este presente degradado. De alguna manera, esta asunción dota al yo poético de omnisciencia. Le permite la hilación de una continuidad que se reconoce como una y la misma a través de dos segmentos, el anterior y el posterior a la conquista. Ambas partes se vuelven una a través de esa memoria poética que trasciende al ego limitado. Así, la voz poética de Neruda obtiene la autoridad de decir, y este proceso es el que tiene lugar en Alturas. Esta epifanía reveladora, que ocurre en la confluencia de la pureza agreste de los Andes con los vestigios de una gran civilización prehispánica, es vehiculizada por el yo hipertrofiado del poeta que pasa a identificarse con la entidad colectiva—trascendencia horizontal— y la histórica, trascendencia vertical, diacrónica. El poeta, por así decirlo, asume esa continuidad y contigüidad en su yo expandido. Puede testificar entonces esta evolución e historia colectiva desde un ‘yo’ hecho colectivo y decir "Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta". Puede legitimizar el discurso del Canto en su totalidad, para proponer una alternativa al "quebranto aciago", a la "pequeña muerte", en un proceso de creación que la maravilla de esta orfebrería poética hace creíble y aceptable para el público mayormente escéptico y desencantado de los albores del siglo XXI.