EL
SINO DE LOS ESCRITORES QUE TRIUNFAN FUERA DE CHILE Por Jorge Arturo Flores
La literatura chilena, en general, no puede ufanarse a menudo de su importancia
fuera de las fronteras nacional. Con excepción de Gabriela Mistral y Pablo
Neruda, pocos han sido los escritores cuya obra ha trascendido más allá
de los límites naturales. Grosso modo, podríamos nombrar a Nicanor
Parra, Jorge Teillier y Gonzalo Rojas en poesía, José Donoso en
narrativa junto a Manuel Rojas y Francisco Coloane.
Son los que se vienen a la memoria.
En la actualidad (2002) cabría citar a cuatro grandes autores que han visto
triunfar sus trabajo literario en el extranjero. Aparte de Parra, Rojas y Coloane,
los nombres de Luis Sepulveda, Hernán Rivera Letelier, Isabel Allende y
Marcela Serrano son los más nombrados.
De ellos, sin duda alguna, que los palmares se los lleva Isabel Allende, cuanto
a producción y éxito editorial. Sin embargo, y ese es el motivo
de esta crónica, sus pares en Chile no la miran como una colega. Más
bien la desdeñan. Esto suena extraño, en un país que está
avaro de triunfadores en el exterior. El enorme prestigio literario unido al éxito
comercial de sus obras no ha provocado en los escritores que están en Chile
un sentimiento de solidaridad, admiración o aplauso.
Más bien lo contrario.
Es un caso extraño, aunque, si se analiza profundamente, observaremos que
en los juicios poco alentadores sobre su tarea artística, la tristeza por
el bien ajeno no está ausente.
Otro caso similar es el relativo al trabajo de Luis Sepulveda. Este ha vencido
ampliamente en Europa. Algunos de sus libros fueron llevados al cine, como los
de Isabel Allende, es éxito de venta, pero a la hora del reconocimiento
en su patria, las miradas buscan otras referencias, se vuelven las espaldas y,
frente a lo inevitable, se esmeran por aplaudir tímidamente. Luis Sepulveda,
es un hombre comprometido social y políticamente y a la hora de hablar
en torno a la contingencia, no se muerde la lengua, es directo y las cosas las
dice sin adjetivos. Ese podría ser uno de sus "defectos". Entonces,
comienza la escandalera. Por una razón muy simple: a nadie le agrada, por
lo menos en Chile, que le digan las verdades a boca de jarro y esto, naturalmente,
provoca anticuerpos, hay rechazo, se evita el acercamiento.
Puede ser una de las teorías de esa especie de abandono que presenta su
estatura artística en su tierra natal, porque, en términos literarios,
no hay mucho que discutir.
Mejor suerte ha tenido Hernán Rivera Letelier. Autor de cuatro novelas,
rápidamente ha capturado el interés del chileno en general y su
trabajo comienza a ser conocido y reconocido en el extranjero. Aunque su temática
es una sola (la vida en el desierto, en las antiguas salitreras), su talento ha
provocado que los chilenos miren con interés su trabajo, se entretengan
y conozcan una época de nuestra historia que, merced a cierto obnubilamiento
ideológico, no ha sido tratado con la altura que se merece. Aunque tiene
referentes anteriores en esto de retratar un segmento pobre de la población
(Manuel Rojas, Armando Mendez Carrasco, etc), su obra ha devenido en una nueva
mirada, más actualizada, sobre las tribulaciones de quienes viven en condiciones
extremas. No obstante lo anterior, su camino, como el de tantos, no ha estado
tapizado de perlas y por ahí se enfrentó con dos grandes prosistas
chilenos, en una singular polémica. Al igual que Sepúlveda, Rivera
Letelier dice las cosas por su nombre.
Y la epidermis literaria no acepta ese tipo de dardos.
Bien le ha ido, asimismo, a Marcela Serrano, aunque su obra, a nuestro juicio,
nos parece la más débil de todos los enunciados. Marcando una tendencia
que camina al lado del feminismo, se ha reiterado y no hay evolución. Es
una opinión muy personal. Ha tenido gran éxito de venta, de críticas
y del lector. Poco a poco está siendo reconocida en el extranjero y, entre
sus connacionales, es la que menos objeción presenta, comparándola
con Isabel Allende, aunque esta última, si bien no es del gusto de la crítica
especializada y de algunos escritores que no la aceptan en calidad de tal, tiene
un público fiel y cautivo que la sigue entusiasta y fervorosamente.
"El Pago de Chile" es una expresión que se usa mucho en nuestro
país para referirse a la indiferencia con que los compatriotas reciben
y observan la obra de algún chileno exitoso en el extranjero. En vez de
aplaudir con delirio y sentirse copartícipe de las victorias, el común
de los chilenos prefiere el silencio, el desdén, incluso el comentario
mal intencionado, tendencioso, destinado, en el fondo, a opacar el brillo de quienes
suben con frecuencia a la tarima de los vencedores.
Va entroncado con el clásico "chaqueteo".
Es un rasgo muy típico del chileno, especialmente en materias que no tocan
lo deportivo, donde, curiosamente, todos hinchan por algún tenista de renombre
o algún club de fútbol que ha obtenido logros afuera. Más
allá de esto, el olvido, el silencio, la nada.
El tiempo, el verdadero juez, dirá si Luis Sepulveda, Isabel Allende, Marcela
Serrano y Hernán Rivera son merecedores de los laureles del triunfo y si
su obra permanece, después de muertos, en el mausoleo de los inmortales.
Es el dictamen definitivo.
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