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Realismo mágico y la magia de la realidad
Por Juan Carlos Rodríguez

Una mujer chilena conoció a un funcionario público japonés y se casó con él. Este funcionario público estafó al estado nipón en una cifra cercana a los nueve millones de dólares. Ese dinero, que originalmente estaba destinado a la construcción de viviendas sociales, sirvió para que la chilena se construyera una mansión de estilo neo-clásico en Colina. Ahora la "geisha" chilena va a aparecer en una película erótica y su biografía, editada por Ediciones B, será lanzada en una salsoteca (Delirio Caribeño) que también se compró con el dinero de su ex marido.

En Chile hoy existe una marea de biografías; partiendo por "Entre la espada y la TV" (de Mario Kreutzberger - "Don Francisco") que en tres semanas ha vendido once mil ejemplares; le sigue la historia del Cabro Carrera, un mafioso de mala monta ("Los Cien Rostros de don Mario" - Ignacio González Matus); una biografía no autorizada de Augusto Pinochet (de Patricia Lutz, en preparación en editorial Planeta); memorias de Mónica Madariaga (ex ministra de Pinochet) y Gladys Marín (enemiga benemérita de Pinochet); las biografías de los grupos musicales "Los Tres" (Symms y Land) y "Los Prisioneros" (Julio Osses); y -aunque cueste creerlo- la biografía del tenista Marcelo Ríos (bajo la autoría de Carolina Gracía-Huidobro y María Olivia Brown).

Respecto a este tipo de libros el director de Ediciones B, Pablo Dittborn dice: "...me divierten, me hacen ganar dinero que luego me permite contratar los derechos de algún premio Nóbel". (Diario La Tercera, viernes 3 de mayo del 2002, Chile).

Por favor, no se asuste con lo descabellada de la siguiente comparación: En la crisis del petróleo que afectó a Estados Unidos a mediados de los setenta las empresas automotrices sufrieron un duro golpe a sus ventas debido al alza de la gasolina. Los enormes y pesados Chevys y Cadillacs que rendían de tres a cinco kilómetros por litro prácticamente de la noche a la mañana quedaron fuera del alcance del consumidor promedio. Este espacio vacío fue llenado por la pujante industria automotriz nipona y sus autos más pequeños y económicos. El Toyota Corolla fue la punta de lanza del desembarco asiático y tanto el Nissan ZX como el Toyota Starlet serían elegidos "Auto del Año" en Estados Unidos por la revista "Mecánica Popular" en 1983 y 1984 respectivamente. El brusco cambio en el mercado norteamericano sólo dejó espacio para los pequeños autos desechables venidos del lejano Oriente y para los automóviles más lujosos (Lincoln, Merceds Benz, Bentley) orientados a clientes que no tenían reparos en pagar más por la gasolina.

Al reducirse el mercado editorial en Chile veo la situación de manera parecida. Por un lado, están los títulos que de arte literario propiamente tal tienen muy poco, pero que sin duda son y serán éxitos comerciales; por el otro, lo top de la literatura: los premios Nóbel, los premios Juan Rulfo, Planeta, Príncipe de Asturias, etc; las "sandías calás", éxitos comprobados de la literatura en otros idiomas (principalmente anglosajona); y una que otra tardía edición de títulos ya vendidos por miles en sus lugares de origen.
¿Dónde está el espacio para los autores nóveles? ¿Para los "concept car" o autos prototipos?
Una alternativa es la "auto"publicación.
Otra alternativa es lanzarse a un óvalo a competir de igual a igual por la bandera a cuadros y abrir una botella de champaña luego de recibir el premio.
Lo que sí está claro es que un autor novel logrará muy poco creando otro auto compacto más y del mismo modo le será difícil conquistar el gusto de un gran número de lectores por una fina pieza de arte comparable a la maravilla ingenieril de un Rolls Royce. Sin perjuicio, además, que no tiene una "marca" (su nombre conocido) ni para lo uno ni para lo otro.

Pero a grandes dificultades, grandes oportunidades. El único nicho de mercado que pudieron mantener los fabricantes norteamericanos fue el de los automóviles familiares, las llamadas "rancheras" o "station wagons"; dicho mercado fue rápidamente atacado por Mazda, Toyota, Nissan y Subaru. Entonces, a mediados de los ochenta, Chrysler presentó su mini van, el primer automóvil familiar con tres corridas de asientos sin la necesidad de perder el espacio para el equipaje ("Auto del Siglo" según ABC News). La contraofensiva nipona, que entró a disputar el segmento de los todoterrenos (Mitsubishi, campeón del rally Paris-Dakar 2001), consistió en convertir estos automóviles de trabajo en vehículos familiares. Hoy en día vemos y disfrutamos el resultado de aquella crisis petrolera; autos compactos y económicos, vehículos familiares versátiles, todoterrenos que permiten llegar a cualquier parte y con toda la familia, camionetas que cubren todo el espectro de estos conceptos y los infaltables autos lujosos de siempre.

Yo sostengo la tesis de que un escritor, en particular, y un inventor, en general, no es un creador sino un reaccionador; ya sea una reacción hacia los estímulos externos o hacia impulsos internos. La necesidad de escribir no es del todo consciente, a veces es impulsada por reacciones incontrolables, por influencias desconocidas que pueden despertarlo a uno a mitad de la noche o de hilvanar mentalmente una historia infinita mientras se camina por la calle. El biólogo Jean Baptiste Lamarck dijo: "la necesidad crea el órgano". La necesidad financiera empujó a los constructores estadounidenses a diseñar mejores automóviles. La necesidad inexplicable de un escritor es una musa más fuerte que las musas griegas.

La necesidad ha transformado también a la literatura latinoamericana. A mi juicio el realismo mágico es un Cadillac digno de entrar en la colección de clásicos. La historia de la "geisha" chilena supera cualquier imaginario y, así como el Cadillac sucumbió en la crisis de la industria, la literatura latinoamericana también vivió su crisis en la década de los setenta. Las dictaduras militares dejaron a miles en el exilio quienes obviamente escribieron reaccionando al destierro y a su encuentro con un nuevo mundo (Ariel Dorfman acaba de recibir un premio en Dinamarca por el libro "Rumbo al sur, deseando el norte" donde relata su adaptación en Estados Unidos). Dentro de Latinoamérica casi no se pudo escribir; por el aislacionismo cultural, la poca libertad de expresión, el miedo producido en la autocensura de autores, editores y libreros e incluso la necesidad más fuerte de mantener la cabeza sobre los hombros. Luego de las dictaduras volvió a aparecer la literatura, pero una nueva literatura que se necesitaba a gritos para develar la verdad y la corrupción heredada de las dictaduras y posteriores mal construidas democracias: la novela periodística o el libro resultante de un periodismo en profundidad.
Este género ha sido largamente desarrollado en los países donde hay mayor libertad de expresión llegando a cotas muy altas en la literatura universal ("A Sangre Fría", Truman Capote). En Chile "Los zarpazos del Puma" (Patricia Verdugo) -una investigación sobre las ejecuciones dictadas por un general que iba en helicóptero de regimiento en regimiento a lo largo del norte chileno sentenciando prisioneros- fue uno de los libros más vendidos y pirateados de los noventa. En Argentina han surgido varios libros en torno a la figura de Menem y otros "connotados" empresarios ("La larga sombra de [Alfredo] Yabrán", Christian E. Sanz). Otro libro interesante, escrito por un periodista chileno y otro argentino, y que tuvo buenas ventas durante el 2001 fue "La delgada línea blanca" (Rodrigo de Castro y Juan Gasparini); investigación dedicada a las vinculaciones del narcotráfico con los poderes políticos y económicos del Cono Sur.
Aproximándonos más a la literatura, "Tinta Roja" (Alberto Fuguet) aborda el periodismo como pilar novelístico; incluso Gabriel García Márquez ("Cien años de Soledad", sindicado por muchos como el máximo representante del realismo mágico) respecto a su novela "Noticia de un secuestro", según sus propias palabras, se acerca más al oficio de periodista.
La novela negra o policíaca ("Boleros en la Habana", Roberto Ampuero) que va en aumento por estos días tiene a su vez esa primordial búsqueda de la verdad y el descubrimiento de una realidad cruda.
Las biografías, no cabe duda, son escritas en su mayoría por periodistas y testimonian una identidad social post dictaduras; satisfacen el individualismo y ejemplifican que uno no necesariamente puede perderse en el anonimato del mundo globalizado. La literatura general más cercana al periodismo -o a la realidad- da esa sensación de sentirse menos engañado y manipulado por los "poderes fácticos". Estas han sido las necesidades y reacciones de la historia latinoamericana reciente.
Pero al comparar sólo el caso chileno con la obra de Ariel Dorfman, Roberto Ampuero, Isabel Allende, Alberto Fuguet, Patricia Verdugo; inmediatamente surgen las preguntas: ¿existe UNA literatura latinoamericana? ¿Existen DOS literaturas; una de exiliados y otra de herederos? ¿Se diluye la literatura latinoamericana en los diversos géneros universales?

La globalización y la Internet nos permiten ver muchas caras de un solo prisma, de una identidad cultural única, una cierta pérdida del asombro -todo es posible en Latinoamérica- y una ambigüedad donde el bien y el mal conviven en un enorme continente sin reglas claras. Todoterrenos familiares, deportivos de cuatro puertas; editoriales preocupadas de libros divertidos y de premios Nóbel. La diversidad que se ve en las calles es nuestra propia diversidad, pero en todas las calles los vehículos circulan por la derecha y en toda nuestra diversidad hay factores que nos unen. Si bien es cierto que el desarrollo tecnológico ha permitido que más personas dispongan de un procesador de texto para convertir sus reacciones en palabras, más allá de la calidad se debe constatar también que hay mucho más por decir.
La crisis generalizada del mercado editorial por las tribulaciones económicas de los países de la región es como una crisis petrolera. No es que se estén perdiendo las ganas de llenar el tanque, de leer, sino que cuesta más "consumir" literatura -por mercantilista que suene la palabra no hay otra mejor-. Y al contrario, se lee mucho más. La Internet es básicamente un gigantesco libro con millones y millones de páginas. Si la generación audiovisual hubiera llegado para quedarse, habría bastado la televisión. Ahora el niño que busca los trucos para su juego de peleas, el adolescente que busca las páginas pornográficas, el profesor que husmea en las bibliotecas de universidades extranjeras, el hincha de fútbol que sigue el día a día de su equipo, el escritor o poeta ansioso por encontrar a sus lectores, el solitario que busca amistad o amor, los locos que buscan a otros locos iguales; todos obligadamente deben leer. Hasta en las empresas el trabajo y la relación con los clientes vía e-mail y sitios web está volviendo a ser "escrita". La literatura y la poesía no van en retirada, están tomando impulso. ¿Una imagen dice más que mil palabras? Eso, aparentemente, ya no es cierto. Los escritores no tienen más remedio que seguir escribiendo lo que el resto del mundo les impulsa a escribir, es la naturaleza de las cosas, como seguir conduciendo del mismo modo que antes de los autos japoneses; y así como hace más de cinco siglos Johann Gutenberg imprimió unas letras negras sobre un papel blanco, ahora usted acaba de leer estas letras negras sobre un fondo blanco. Esa es la magia de la realidad.


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