EL
PLACER DE LEER
Jorge
Arturo Flores
Sabemos
que en la vida existen inumerables placeres que nos la hacen más grata.
Está, por decir algo, el placer de comer, de mirar un cuadro,de beber
un buen vino, de observar una escultura, de admirar la belleza femenina sin
el inconveniente de la ropa, etc.
También
el placer de leer.
Tal
vez el más simple, el más sencillo. Es cuestión de coger
un texto y sin mayor preparación deslizar la mirada. Sin embargo, tienen
que darse algunas condiciones para que nos interesemos de veras. Por ejemplo,
que el escritor, llámese novelista, cuentista, ensayista, biógrafo,
etc. escriba bien, entretenido, que capture el interés, sin dejar de
lado el fondo. Entonces ahí la cuestión se escurre plácidamente,
sin recovecos ni saltos intempestivos. Es una delicia leer. Nos metemos en el
asunto, disfrutamos con el humor o la ironía, captura nuestra atención
el drama, el desarrollo y esperamos anhelantes el desenlace. Esto dicho en una
forma muy simple. Estamos del lado del lector, no de los puristas de la lengua
ni de los eruditos que siempre encuentran buenas razones para encontrar interesante
un texto que al común le parece desabrido.
El
estilo es importante.
El
escritor debe saber escribir para captar el interés.
¿Qué
ocurre?.
Hay
géneros literarios donde el placer poco cuenta. Por ejemplo la poesía.
Se ha tornado cada más dificil e intrincada. Sólo gusta a su autor.
El goza con lo que hace. Pero el común necesita poco menos que un diccionario
para tratar de entender aquello. He ahí un ejemplo claro del displacer.
Hablamos por supuesto, de cierto tipo de poesía. Hay poemas que encantan,
que gustan, que hacen disfrutar el viaje. Cuestión de gusto nos dirán.
Posiblemente. Cuestión de estado de ánimo.También. Cuestión
de cultura. Si, todo es posible.
Pero
nada más aborrecible que un texto literario enrevesado, duro, oscuro,
que pone troncos y dificultades al lector, haciéndolo buscar otros horizontes,
más claros. Esos libros matan el interés, asesinan cualquier intento
por adentrarse en la espesura literaria. No ayudan.
Por
eso, entonces, se entiende el desinterés de las personas por leer. Claro,
con cada mamotreto que circula...
Debemos
buscar el placer de leer, no la obligación de hacerlo. Los establecimientos
educacionales, que son primordiales a la hora de incentivar el gusto por la
lectura, debieran tener presente esta premisa: "El placer de leer, no la obligación".
Con
seguridad, otro gallo les cantaría a las generaciones jóvenes...
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