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Pablo Guíñez y su homenaje giratorio

por Juan Antonio Massone

El juego es asunto serio entre los seres humanos. Como lo es el humor, o la tierra en el espacio con nosotros a cuestas. La escritura, la pequeña que el ser humano cultiva en el poema, no extrae universos de la nada así como lo hizo el Verbo primordial. “Ab initio Verbum erat”. Su papel es más modesto, pero siempre necesario. Consigue hacer presente de modo elogioso o atribulado, una fracción de mundo mediante la soberanía que le presta la atención preferente.

Aquella mirada detenida del poeta recaba de lo existente palpitaciones, cromatismos y herencias que su palabra pretende albergar para así, ofrecer una reconstrucción anímica que, al fin y al cabo, es gesto de sentir, de ver, de experimentar vinculado esa su humanidad en un acto de consciencia y de silencio.

Pablo Guíñez se incorpora con textos de buena ley a la celebración del juego enmaderado que es el trompo. Ignoro si Floridor Pérez alcanzó a incorporar en su antología poética de los juegos algún poema de nuestro autor; con todo, merecería incluírsele en una edición próxima, en caso de no estarlo todavía.

La historia depara la presencia de este juego de la lienza y del cono esmerilado en varios escritos chilenos. No está demás recordar algunos nombres que supieron de la destreza y de la gracia giratoria que supone este desafío que consiste en danzar en puntillas de un clavo sobre el que un cuerpo voluminoso deja ver un tiempo de autonomía que vence, en su ir y venir, la tumbadora fuerza gravitacional. Escribieron de él Benjamín Vicuña Mackenna, Eugenio Pereira Salas, Oreste Plath, Andrés Sabella, , amén de varios poetas.

Mundo lanzado al espacio, necesita acompasar movimiento en su aterrizaje y hacer gala a partir del impulso que le confiara el jugador, casi siempre niño. Cada uno de sus viajes somete a prueba el preciso impulso y la azarosa superficie en que le corresponde bailar. Sea tierra o cemento, el periplo puede constituirlo un regreso a la mano y una vuelta a una de esas dos desafiantes bandejas agraciadas por su visita.

Sinfonía coral. Homenaje a la madera chilena en el trompo de Navidad es un largo título constituido de seis poemas. Ellos son: “Apertura”, “Ofrecimiento”, “Danza”, “Vértigo”, “Inmovilidad” y “EL regreso”.

Acento apelativo gana al poeta, a pesar de que el primer poema la iniciativa del habla la lleve el trompo. Parafraseando una conocida adivinanza, Guíñez escribe con ingenio la auto-presentación del trompo.

 

“Para bailar me pongo la tierra,

porque sin tierra no puedo bailar.

Para esperar yo me pongo la piedra,

porque sin piedra no sé respirar”

 

Y, como un juego exigente de sociabilidad admirativa, pasa luego a ofrecer al niño chileno a este bailarín, del que se menciona su origen sito en el boscaje y los aromas vegetales, sólo que ahora es una forma silbante en su bosquejar círculos y esparcir decisiones de pasos expansivos.

Por obra y gracia de su cuerpo danzante, el poeta advierte efectos de atención admirativa en lo existente. La pequeñez de ese astro semeja la rotación terráquea sobre su eje que parece encantado e incansable. Ocasión es, pues, de admirarle y de oírle.

 

“Cuando tu mano lo lanzó a la tierra,

se abrió la puerta para ir a mirarle.

Se acostumbró la noche a recogerse.

Se detuvieron las estrellas fugaces”.

 

Pero el trompo puede ser acometido por el viento o por las asperezas descomedidas de los terrenos, además de que su danza giratoria merece descanso, no menos que la mano del niño, un receso. Como a todo, al trompo vístele el poeta de asociaciones que sobrepasan

consabidas conductas y desplantes. Tal vez por eso, le acompaña en una huida o apartamiento que nos lo hurta a la mirada admirativa de los poemas previos; en cambio, emprendemos un viaje a paisajes silentes y agrestes, supuestamente donde las cosas recobran un potencial que cruza la noche en un sueño de aliento y renovadora disponibilidad cuando advenga el próximo día cogido de una pequeña mano chilena.

¿Jugó al trompo Pablo Guíñez? No lo sé. Pero en estos poemas nos lo muestra danzando.

 


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