Ornitología
poética
Por Oreste Plath
Poetas y escritores
se han preocupado por las aves del cielo: Pedro Prado, en "Pájaros errantes";
el poeta Augusto Winter, en su famosos poema de antología "La fuga de
los cisnes"; Gabriela Mistral, recuerda a las alondras cuando bajan a las manchas
de trigo; Pablo Neruda, en "Arte de pájaros", somete la expresión
de la pajarería chilena a la máxima transparencia; Mariano Latorre,
en "La isla de los pájaros" y "Choroy de oro", le da presencia a las
gualas y al chucau; Ernesto Montenegro, en "Cuentos de mi tío Ventura",
hace jugar una partida de chueca a los pájaros; Carlos Acuña,
en "Vaso de Arcilla", baladas y poemas, levanta la presencia del pidén;
Marta Brunet, en "Cuentos para Marisol", narra las historias de los albatros
y de las loicas, porque tienen el pecho colorado; el poeta Antonio de Undurraga,
en su obra "Zoo subjetivo", presenta a los cisnes de cuello negro que adornan
las lagunas y ríos, en su poema "Genealogía del cisnes".
Antenor Orrego,
en "Escritura de pájaros", poemas dedicados a los niños, les dice
que la diuca cuenta monedas y alquila su rama verde en el hotel "La Arboleda".
El periodista,
comediógrafo y poeta Lautaro García en "Romancero de pájaros",
con gran conocimiento del medio campesino, morosamente describe al hombre, el
paisaje y a los pájaros.
Juvencio Valle,
que nació a la sombra de todos los pájaros de Chile, en "pajarería
chilena", se preocupa del tiuque.
Mario Ferrero,
en "Fauna simpática de Chile", habla del ave símbolo, el cóndor.
El poeta y escritor
Andrés Sabella, que construyó un "vecindario de palomas", un palomar
poético, en su obra "Chile, fértil provincia", recuerda con nostalgia
que en su casona de infancia había una lorita de larga vida, de memoria
persistente, alborotada, zafada y que cada vez que desfilaban los regimiento,
volaba al balcón y gritaba con su vozarrón de vieja soprano, el
más tremendo ¡Viva Chile!
Enrique Valdés,
músico y escritor, en "Ventana al sur", abierta de par en par al paisaje
alsenino, hace ver el vuelo de las aves poderosas, los cóndores; el quietismo
de los tiuques; al tierno y dicharachero chercán, y al chucau, que por
aquí camina, parecería que ha perdido el oficio de volar, pero
no ha olvidado su canto de buen y mal augurio.
Publicado anteriormente
en el diario "La Estrella" de Valparaíso, Chile, viernes 19 agosto 1988
p. 4
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