Piñones/Zarabia,
los sesenta y ahora
Por
Jorge Etcheverry
Hace unas semanas
el poeta chileno de Chile José Ángel Cuevas me mandó un
correo electrónico manifestando su intención de hacer una antología
del 68. Este proyecto se legitima solo, ya que viene de uno de los más
genuinos y reconocidos poetas de nuestra generación, que ha rescatado
explícitamente en su obra los 60 marginales y políticos de las
barricadas, las tomas de facultades, los avatares de los estudiantes en las
calles, las fuentes de soda, los diversos campuses (y los bares), las concentraciones
etc.
Sin embargo ése
no fue un período homogéneo. Estaban las agrupaciones y tendencias
poético programáticas más establecidas, favorecidas en
general por los círculos académicos y críticos especializados.
Sin mayores sorpresas, fueron objeto de la crítica oficial académica
y política y coincidían en términos generales con lo que
hacían los poetas de los sesenta en otros países de Latinoamérica.
Eran una excepción Gonzalo Millán, Manuel Silvacevedo, y alguna
otra valiosa figura anfibológica cuya producción se equilibraba
entre los anteriores y la de agrupaciones de menor difusión, a cuyo reconocimiento
llamó Gonzalo Millán en un memorable artículo de la revista
Postdata de 1984, Promociones poéticas emergentes: El espíritu
del valle.
Junto a los grupos
que algunos críticos denominaron ‘históricos’, Trilce,
Arúspice, Tebaida, había otros, cuya mención según
algunos estudiosos constituía hasta hace algunos años mera ‘arqueología’.
Se trataba de la tribu No, el Grupo América y la Escuela de Santiago,
que destacaron por su afán experimental, de rebeldía y de claro
proselitismo político en el caso del Grupo América. Lo que caracterizó
a la Escuela de Santiago, a que perteneció Julio Piñones, entonces
bajo su alter ego Carlos Zarabia, fue situarse a contrapelo de las voces más
aceptadas y convencionales de su generación, acoger la herencia vanguardista
y surrealista chilena, latinoamericana y europea que muchos contemporáneos
rechazaban y tratar de alguna manera de producir un lenguaje poético
urbano, cosa tampoco muy popular en esos tiempos, en que junto con un retorno
a una expresión más condensada y decantada, muchos trataban de
afianzar las preponderancia del habla y estilo poético de las provincias,
sobre todo del ‘Sur’, en una empresa poético-programático-regional
que ya es una característica de la poesía chilena.
Pero al interior
de esta agrupación no había homogeneidad. Al tener que redactar
los manifiestos de la Escuela de Santiago para la antología 33 nombres
claves de la actual poesía chilena, de la revista Orfeo (1968),–
recibida negativamente y acusada de ser fruto de una ‘toma’ de la
revista por la Escuela de Santiago–, la única opción fue
la de redactar cuatro manifiestos distintos, uno por cada uno de los cuatro
miembros más estables del grupo (Zarabia, Nómez, Martínez
y el autor de esta nota). Como Julio Piñones expresa en una entrevista
con Soledad Bianchi, en La Memoria, modelo para armar (1995), el ensayo histórico
literario más serio sobre los 60, “y yo le dije a los otros que
no había posibilidad de escuela, por que este término significa
una didáctica y supone discípulos, maestros...una cierta homogeneidad,
un estilo, que tampoco hubo, si cada uno hacía lo que quería”,
y “nadie fue capaz de suscribir lo que decía el otro”. Pero
pese a la supuesta ausencia de maestros, el mismo Piñones señala
las preferencias, que no influencias, de Zarabia: Rosamel del Valle, Neruda,
Kafka, “yo dormía con el Bretón debajo de la almohada”,
nos afirma Piñones en el libro de Bianchi ya citado. Reconoce que “mi
esfuerzo inicial ...estuvo ligado al surrealismo francés”. Su primer
libro Andadura (1982), además de elementos textuales y discursivos variados,
lo que en general ha sido una constante en la poesía del autor, ostentaba
trazas de antipoesía. Aunque el autor condena ciertas actitudes ético
políticas de Nicanor Parra, usó elementos antipoéticos
en la configuración del distanciamiento específico de su escritura.
La ciudad mágica,
la ciudad-América, con visos de videncia se deja trasparentar en el manifiesto
a la Escuela de Santiago de Carlos Zarabia (Orfeo, 1968) “...pues las
predicciones urbanas astrales están delante de nuestra voz con los signos
fijos es la fijeza oscilante de nuestra voz, y esta voluntad de ser del mundo
que nace y espejea al golpe de nuestros ojos, conserva al fondo de sí
mismo muy tersa nuestra esperanza, rugosa brillante perla, llegada y triste
y alegre de su sangre licor astral urbano”. Piñones, entonces Carlos
Zarabia es el más riguroso en términos de sus afiliaciones, surrealistas
chilenos, nadaístas colombianos. En el manifiesto señalado citaba
profusamente a Arango, que habla en esa cita de “...libre creación
de belleza..honda responsabilidad en el oficio...una poesía insumisa,
tierna, carnal, subversiva, transida de la buena historia que soñamos,
de honda y cegadora belleza y sólo comprometida con la totalidad humana...total
independencia de creación...ni creación dirigida...ni servilismo
ni abnegación”. Por esos años, un libro en que su experimentalismo
lingüístico poético llegaba a un máximo, le valió
a Zarabia el premio Gabriela Mistral. Ese libro permaneció inédito,
no sé si incorporaba parte de la selección de sus poemas que apareció
en la ya mencionada antología de Orfeo. El siguiente poema de esa compilación,
con visos metaliterarios, y rasgos caligramáticos e incluso programáticos,
es una buena muestra de su poesía de entonces:
Desde entonces
enteramente culpables y atrapados
en la oleaginosa red
de cierto elemento
la tibieza de la escritura
fermentada a cierto elemento es bella
y acariciante como la pálida mujer que resplandece
bañada y ahogada y cálida en su propia sal y piel y sangre
enteramente culpables y atrapados permanecemos
con los oídos atestados de sonoros insectos labiales qué tibia
la planta negra enredada anegada al cuello
que yace atrapados aún tan tibios trazando una escritura de tumbos y
acantilados ciénagas ojo adentro desde
entonces enteramente
culpables y atrapados
en la oleaginosa red
de cierto fermentado elemento
Luego Piñones
cambió de estilo, con el ya mencionado Andadura, hacia una poesía
que si bien sigue conteniendo una gran cantidad de mediación, incorpora
elementos coloquiales, antipoéticos y se hace en gran medida intertextual,
mediante la incorporación incluso de elementos en otros idiomas, elementos
que diversa manera aparecen en adelante en su producción: en el libro
Pecados cordiales, de 1994, que sigue a Poemares, de 1991, podemos leer el poema:
Trexilingüismo
“Love´s feeling is more soft and sensible
Than are the tender horns of cockled snail”
En clases, ¿recuerdas?
Fenêtre,
Song,
Yotarzán.
Cheveux,
Ou chevaux,
Or: apple, que confundías
Con people, cuando chica.
Yo, Trazan,
A Leoparda,
Repetir:
Con Yein, sólo
Yo luchar.
Now:
"I love you,
I love you, per sempre, for ever...",
Cantabas.
Forget it, little darling, darling-darling,
Tan ling que eras, que tanto
Darli y darii,
Todo se fue a la cresta.
*”La susceptibilidad
del amor es más blanda y sensible
Que los tiernos cachos de los caracoles”.
En su último
libro, Bellas y orates, la tensión para mí básica presente
en la poesía del autor, entre la mediación/distanciamiento artísticos
y la intención lírica tiende a resolverse un poco más hacia
el lado de la expresión. En este hablante existe un atesoramiento de
la humanidad herida y existencial, colectiva-política y personal, y a
la vez una suerte de vergüenza íntima, proveniente quizás
del reconocimiento del carácter único de la experiencia y de reluctancia
a hacerla circular en un lenguaje que se presta al ‘afán de novedades’
o a las ‘habladurías’ de que hablaba Heidegger. Los elementos
de esta orfebrería poética forman una especie de capullo o crisálida
que oculta casi la expresión lírica, pero la hace a la vez de
alguna manera patente en la coquetería ontológica de este semiocultamiento,
en este objeto diseñado para la atención y lectura minuciosa,
quizás para otros poetas. Pero quizás sea ésta la alternativa
no de toda poesía, sino de toda expresión distanciada, mediada
o artística. Este libro, aún preñado de ínter texto,
citas y alusiones, cuyos poemas tendientes a la concisión muestran “
un fino trabajo, casi habría que decir de orfebrería”, representa
un momento de claridad poética, del hallazgo de una cierta diríamos
serenidad de la mirada, en que se hace un sutil ajuste de cuentas con la historia
y con uno mismo,
Indicios
Qué digo sino que la amé tanto:
en la misma medida inversamente proporcional
al misérrimo sobre azul que hoy recibo
por los servicios prestados a su matria
sin que su majestad pueda acusarme
de haberla ilusionado
con pasiones y peripecias
tipo Príncipe Valiente
pues -según reza la crónica- hacía rato
que ella era adicta
a tales teleseries
Y pareciera que
en esta búsqueda de equilibrio o pugna, el elemento formal mediador,
distanciador, lo ‘significante’, se encontrara a menor distancia
del significado, de lo re-presentado, manteniendo su presencia indicial y connotativa
sólo lo suficiente para atrapar la mirada del lector, como en este poema
En alguna clase
de submarino amarillo
We are living in a yellow submarine
(The Beatles)
Atravesamos el desierto de Atacama
embarcados en el submarino amarillo
de nuestros sueños recorriendo
inmensidades rodando
con la secreta fuerza deste delirio
inventado por un dios transparente
como alma de recién nacido
que abre sus ojos a la existencia
para vivir sus días y noches
como todos nosotros
en alguna clase
de submarino amarillo
Julio Piñones
nos anuncia su quinto libro y acaba de ser publicado en una antología
de tres poetas de los sesenta. Con una vasta carrera académica y docente
sobre todo en el Norte del país, este poeta tan fiel a sí mismo
es un ejemplo de esa intransigencia creadora que tan rara es en nuestros días.
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