Librerías
"de viejo", tesoros que cuidar
Andrea Fresard
Los libros usados
y antiguos no conocen ni la publicidad ni el marketing. Las pequeñas
tiendas repartidas en lugares específicos de Santiago son baúles
que atesoran sin pretensión ejemplares, tanto de la historia editorial
de nuestro país, como rarezas que llegaron en las manos de algún
extranjero. La variedad es interminable. Primeras ediciones, títulos
sin reeditar, dedicados, autografiados, ediciones únicas. Tapas de tela,
cartón y cuero. Hojas en papel biblia y páginas ocres que guardan
en celoso secreto cuántos ojos las recorrieron.
Son verdaderos
oasis repartidos por Santiago. Para los parroquianos, un deleite a los sentidos
y un pasaje a la memoria. Al entrar en una librería "de viejo", la mirada
es invitada a cabalgar en los lomos que descansan en anaqueles que hacen desaparecer
los muros del local. Pasillos estrechos se convierten en rutas de exploración,
que al final de la jornada recompensan con más de algún descubrimiento.
Razones para preferirlos,
muchas. Será la complicidad que se establece con el lector. Quizás
el romántico deseo de encontrar una obra que abrió el mundo o
un corazón. O la nostalgia de esas ediciones que recuerdan otros años,
lo que sumado a precios que están al alcance de todos, permite que el
encanto que ejercen los libros usados se resista a morir.
Vitrinas viejas,
tesoros vivos
La céntrica
calle San Diego pareciera ser el enclave más antiguo de tiendas de libros
usados, al menos en Santiago. Sobreviven entre fuentes de soda, armerías,
populares tiendas y otras en las que el tiempo no toca sus vitrinas, inmutables
desde hace años. Desde la Alameda y hasta la Plaza Almagro, se inicia
una ruta que muchos padres realizaron como estudiantes y que ahora emprenden
en el mes de marzo, con la certeza de encontrar textos escolares usados en buen
estado y a precios convenientes.
En las librerías
de San Diego, el constante murmullo de las micros parece desaparecer y el sofocante
calor del verano -o la lluvia del metálico invierno santiaguino- se olvida.
Si no se tiene un título en mente, no importa. Se puede estar toda una
tarde nadando entre anaqueles, revisando libros y revistas que nos hicieron
soñar cuando niños, las que entretuvieron a nuestros padres y
las que aconsejaron a nuestras abuelas.
La de Luis Rivano
-dramaturgo y escritor- es una de las librerías más conocidas
de este céntrico sector. Los incondicionales, que han mantenido sus visitas
durante sus tres décadas de existencia, han sido testigo de cómo
este espacio se ha transformado en un negocio familiar. "Es muy difícil
clasificar el público que viene", comenta su hija, Graziella Rivano.
"De repente llegan niños de doce años que saben muy bien lo que
quieren y te das cuenta de lo bien encaminados que están en cuanto a
sus gustos literarios".
Mientras conversamos,
atiende a una señora muy elegante que cuidadosamente acomoda en una caja
varias novelas con tapas de un cartón deslavado por el tiempo. Constantemente
se acerca gente a la puerta: "¿Tiene algo acerca del movimiento sindical
chileno?". Las consultas continúan. Esa mañana los requeridos
son Baudelaire, Cortázar, Skarmeta y Magallanes Moure. Detrás
del mostrador, don Luis contesta raudamente si los tiene o no. "Sé lo
que tengo. Todos los libros que ves pasan por mis manos antes de ser puestos
a la venta. Sé desde a quién se los compré hasta su número
de edición, y el único registro, mis ojos". Es difícil
calcular cuántos libros hay en el local. "Lo que ves aquí no es
ni el uno por ciento de lo que tenemos", comenta Rivano.
El origen de los
libros es diverso. Provienen de remates de editoriales, avisos en los diarios,
demoliciones o del anaquel de algún intrincado lector. "Hay gente que
se cambia de casa, que se va a un lugar más pequeño o a un departamento
y que no tiene espacio para conservar sus libros, otras veces muere alguien
y la familia opta por deshacerse de su biblioteca. También hay personas
que pasan por un mal momento económico y comienzan a vender poco a poco
y guardan hasta el final las obras de mayor valor", indica la dueña de
Euclides, una de las tantas librerías que se encuentran en las galerías
de Providencia frente a la estación del Metro Manuel Montt. Llama la
atención una mesa con ofertas, rodeada de colecciones de novelas policiales,
historia del arte, y música que conviven con volúmenes de la colección
Aguilar de distintos autores, manuales de quiromancia y un texto con las obras
completas de Baldomero Lillo. Cuesta sólo $2 mil.
Usados, antiguos
y libreros
Entre Almirante
Pastene y Providencia se concentra más de una decena de libreros. Locales
atestados de volúmenes, vitrinas que se abren desde afuera, clásicos
que acaparan la atención por sus precios convenientes, títulos
y materias difíciles de encontrar -como algunas colecciones eróticas-,
y verdaderas antigüedades. Algunos de ellos enfocan sus colecciones hacia
áreas específicas. Es el caso de Chile Ilustrado, ubicada un poco
más al oriente, frente a la Iglesia de la Divina Providencia. Su dueño,
Erasmo Pizarro, se ufana, y con toda razón, de contar con libros de 1750.
Es parada obligada
de coleccionistas extranjeros y chilenos, entre los que se encuentra el empresario
Carlos Cardoen, "aunque últimamente están llegando industriales
jóvenes interesados en nutrir sus bibliotecas de curiosidades y volúmenes
que son verdaderas reliquias". La gran mayoría del material a la venta
tiene relación con nuestro país. Historia, Antropología,
Folclor, Botánica y Arquitectura. La ubicación lo favorece. En
El Patio, es vecino de un restaurant muy frecuentado, sobretodo por extranjeros.
No es casual, entonces, que el local vecino -también de libros usados-
se llame Books y se especialice exclusivamente en títulos en inglés.
Erasmo Pizarro
aclara que es un librero, no un mero vendedor y defiende a los que cómo
él, venden libros que no sólo son usados, sino tesoros añosos,
finitos e irrepetibles. Sabe tanto del contenido de los volúmenes como
de su historia así como la gran mayoría de los dueños de
estos singulares enclaves. Tiene obras de tanto valor que ascienden a $ 600
mil que datan del siglo XIX. Los precios de los ejemplares más antiguos
o raros no son antojadizos. Consulta constantemente el catálogo inglés
Maggs Bros. Ltd. y a menudo satisface encargos desde Europa. Destaca y aclara
que él y los de su rubro son libreros, no meros vendedores de libros.
Saben tanto del contenido de cada volumen que tienen, como de su historia.
Feria del Libro
Usado
Diversas iniciativas
sacan los libros usados de sus estantes -como quien sale de vacaciones- para
reunirlos en ferias donde son los protagonistas absolutos. Curiosamente, los
escenarios escogidos parecen los más propicios por la arquitectura que
los rodea. En la Plaza Centenario de la avenida Pedro de Valdivia, el Palacio
Consistorial de la I. Municipalidad de Providencia es el telón de fondo
de la Muestra de Libros Antiguos, que en enero pasado tuvo su tercera versión.
Así es
como el mes de febrero, una antigua casona de calle Santo Domingo acoge desde
hace ocho años la Feria del Libro Usado. Organizada por la Universidad
Mayor en conjunto con la Asociación de Empresarios de Libros Usados y
Libreros Anticuarios, el Grupo de Libreros Pablo de Rokha y Libreros Independientes,
tiene como objetivos fomentar el hábito de la lectura, reunir distintas
generaciones en torno al libro y dar a conocer la tradición literaria
a través de obras de escritores tanto del pasado como del presente. Además
de ofrecer gratuitamente al público el acceso a un variado, exquisito
y económico menú de obras y autores, este año -como ya
es tradición- la feria estuvo dedicada a un tema específico: el
Teatro Chileno desde 1900 a 1950.
Esta exposición
bibliográfica fue la continuación de una labor que los libreros
realizan todo el año, rescatar y revivir la historia contenida en lo
que parecen frágiles y humildes volúmenes, pero que en realidad
son sólidos testimonios de nuestra cultura.
Más,
pero nunca lo mismo
Los libros usados
no son exclusividad de barrios como San Diego, Lastarria y galerías de
Providencia. Tal como en los galpones del Persa Bío Bío textos
y revistas usados coexisten con discos y cachureos, Valparaíso no se
queda atrás. A un costado del Congreso Nacional, la feria de antigüedades
La Merced es visita obligada para turistas y porteños. Como en un túnel
del tiempo, entre vitrolas que pintan de tango y milonga la brisa marina, este
paseo cuenta con varios puestos de libros usados llenos de revistas como Margarita,
Ecrán y Estadio entre poesía y cancioneros. Con suerte y paciencia
se puede encontrar ejemplares que valen la pena como Las Flores del Mal de Baudelaire
en francés. Descubrimientos como éste son aún más
gratos al saber que esta hermosa edición de los años '50 cuesta
sólo $ 5 mil. Curiosidades no faltan. Junto al libro Rojo de Mao Tse
Tung reposa la cara de un joven Adolf Hitler en la tapa de Mein Kampf. La edición
es de la década del 30, está en alemán y cuesta $120 mil.
Hay varios tomos de la colección de arte de la editorial Taschen, que
varían según del artista que se trate, así como una publicación
con fotos de divas del teatro español de la década del 20. Para
no perdérsela.
Publicado anteriormente
en la revista Patrimonio Cultural
|