Para una nueva institucionalidad de la Cultura.
Uno de los proyectos
“emblemáticos” del Presidente Lagos se puso en marcha en
días pasados, la nueva institucionalidad cultural, que en resumen toma
bajo su mando - con rango de Ministerio - y coordina las instancias desperdigadas
e inconexas a nivel de Estado que antes estimulaban la actividad. Digamos el
Consejo del Libro, el Fondart, el Ministerio de Educación, Relaciones
Exteriores, Biblioteca Nacional... etc. etc.
Casi en paralelo, con gran despliegue mediático, se ejecuta una razia
al mercado negro del libro cayendo sobre la nueva saga de Harry Potter, el poder
de la represión. La policía cae por calle Recoleta e incauta toda
una edición que aparece incluso antes que el original. El presidente
de la Cámara del Libro (Oficial. Grandes editoras y libreros) se hace
presente en los allanamientos y exige penas y castigos ejemplarizadores. La
ley actual sería blanda y condescendiente con este delito. Y cierto es
que el mercado negro del libro perjudica a algunos escritores en sus derechos
del 11%, once por ciento que es prácticamente marginal respecto del valor
de los libros en librería, al igual que el 18, o ya 19% de IVA; el mayor
daño económico recae sobre las grandes casas editoriales y la
librería establecida a quienes corresponde el muy mayor margen comercial.
El problema en esencia, es el valor del libro, tres, cuatro y cinco veces mayor
en librerías que el libro negro que se comercializa en la calle, y mientras
esa diferencia de precio exista, siempre será “un nicho de mercado”
como se dice ahora, atractivo, un riesgo susceptible de correr. Como contrapartida,
nos encontramos con un sector, la imprenta, sumida en una larga y profunda crisis,
con quiebras por decenas y cesantes por miles, para los cuales el “libro
negro” no deja de ser una “oportunidad” Para la nueva institucionalidad
cultural entonces, si bien escapa de su control, es uno de los temas que debiera
abordar, diferenciando más allá de la represión y el castigo
ejemplar, que no estamos hablando de drogas, y que por ese camino podríamos
llegar a sancionar al lector. Grotesco sería meter en cana tres años
y un día al despreocupado lector por más ávido que sea,
una ficción propia de Kafka, aunque cada día más vigente
y actual.
Por otra parte, cuando nos enteramos que doscientos artistas sin honorarios
ni goce de sueldo, asumirían responsabilidades de directores en distintos
estamentos de la nueva institucionalidad - así está concebido
el proyecto original – se vuelve complicado de entender. En un mundo global
y de mercado, donde se cobra, donde el tiempo vale oro, a nadie se le pasa por
la cabeza que los directores del Banco Central o de TVN lo hagan por los aplausos
o ad honorem; los artistas sí, deben entregar su tiempo y trabajo gratis
y queda por escrito. Curioso: ¿Cuál es la diferencia entre unos
y otros para que la autoridad lo perciba así? ¿Por qué
esta “mercancía” vale cero? Sólo cabe pensar que,
si bien ciertos caminos desembocan en el grotesco, otros no dejan de tener sus
semejanzas con el naif. Aunque tal vez, los artistas por lo general naif, no
hemos puesto en claro que, en la conversión a constante y sonante del
“Estado benefactor” al “libre mercado”, la lógica
vale para todos por igual y que, de los doscientos directores contemplados,
no se encuentren muchos que quieran asumir a valor cero.
En cuanto a los premios literarios en Chile, la suma destinada por los privados
a ellos es modestísima, si pensamos que cualquier libro significa por
lo menos un año o dos de trabajo constante. Una ayuda a considerar sería
por ejemplo, contribuir a estos premios aportando la nueva institucionalidad,
una cifra igual o mayor a la del privado y de este modo estimular la creación
y la participación. En Argentina, cualquier concurso que se precie como
tal, no baja de los cuarenta mil dólares y superan los 20 premios por
año, en total, no menos de 800 mil dólares al año. En Chile,
con dificultad un concurso pasa los tres millones de pesos y si llegan a cinco
en el año, es mucho.
A fin de estimular la lectura, también es posible considerar un presupuesto
a los colegios, tanto para visitas de escritores como para la mantención
de talleres permanentes de creación y de lectura. Nuestros vecinos argentinos
lo hacen y el resultado está a la vista. Estimular la investigación
de libros y autores en Universidades, etc. Que las becas que se otorgan para
creación, también consideren la publicación de los libros
y la difusión de los mismos, ya que, escribir un libro becado por el
Consejo del Libro y guardar luego los originales para siempre, es similar a
que cada cual piense lo que quiera pero que se guarde también de expresarlo,
con la dificultad agregada que, ya que recibió algo de dinero, no le
queda más que el posterior silencio.
Las buenas intenciones entonces que persigue la nueva institucionalidad, de
las cuales no nos queda duda, podrían perfectamente valorar como corresponde
la labor del artista, que cobre lo que debe cobrar por su tiempo y dedicación,
por su calidad en los premios que disputa, y que su peso y representatividad
esta vez, sea acorde a la de las cámaras y gremios empresarios cuyo negocio
e ingresos provienen de la cultura y de los fondos que el Estado destina para
beneficio de todos.
Roberto
Rivera V.
rriverav@ctcinternet.cl
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