HUGO
VERA MIRANDA: POESIA EN SILENCIO
por
Ramón Díaz Eterovic
Hugo Vera Miranda
es un poeta singular. Pronto a cumplir sus 50 años de edad, permanece
fiel a su deseo de no publicar sus textos poéticos, los que salvo en
algunas revistas de Buenos Aires y otras pocas de Chile nunca han sido recogidas
en un libro. Un hecho inusual en un país donde -y con justa razón
los poetas y narradores se desviven por ver sus creaciones convertidas en libro.
Hugo Vera Miranda nació el año 1951 en Puerto Natales y su vida
ha transcurrido entre su ciudad natal y Buenos Aires, ciudad está última
donde siguió estudios de psicología, trabajó de librero
y durante un tiempo editó la revista de poesía "El Trauko".
En Puerto Natales,
su casa acoge a una biblioteca borgeana, asombrosa por su diversidad y una gama
inusitada de objetos que recuerdan su larga residencia en la Argentina, donde
en los años 80 se vinculó activamente al quehacer literario bonaerense.
Hoy vive rodeado del entorno natalino, con sus calles despeinadas por el viento
y que sólo en verano ven alterada su tranquilidad por el paso de turista
en camino a las Torres del Paine o los ventisqueros que realzan la geografía
aún inexplorada de Ultima Esperanza. Asiduo de los rincones noctámbulos,
su poesía se ha ido decantando sin prisa, con la parsimonía de
los días provincianos.
Su habitat y los
textos que escribe hablan de un poeta que ha elegido el anonimato, por vivir
la poesía como un asunto cotidiano, sin estridencias. Los poemas que
se publican han sido espigados de revistas como "La Gota Pura", la
revista "Ultimo Reino" (Buenos Aires), el Suplemento Literario del
Diario "El Magallanes" y de "Poesía Insurgente de Magallanes",
antología realizada por los poetas magallánicos Pavel Oyarzún
y Juan Magal. El resto de sus poemas permanecerán inéditos hasta
que su opción por el silencio no diga otra cosa.
El TIGRE DE LA
MEMORIA
¡Ah qué
ganas de vaciar mi cabeza!
Tantos rostros,
calles, invierno.
Un horizonte de
promesas incumplidas,
la fatiga del
tiempo girando, girando,
viejas cartas
que nada dicen,
amores tapiados
por la insolencia del olvido.
El barco a punto
de partir
y nos aferramos
a nuestros muertos,
el tigre de la
memoria incansable trabaja,
de sol a luna,
de luna a mar.
El verdugo hastío
se mece en mis cabellos,
estoy solo, me
he abandonado,
un juramento,
un clamor, una traición,
son enigmas que
el viento descifra,
continúo
esta marcha inexorable
con la muerte
en mis bolsillos.
UNA MAÑANA
EN PUERTO NATALES
Íbamos
con mi novia al puerto,
íbamos
con mi novia a comprar pescado,
al puerto,
de improviso el
cielo estalla,
una bandada de
gorriones
se posa delicadamente
sobre la nieve;
la nieve del puerto.
Me alejé
de mi novia,
el pescado se
olvidó de mí
y eché
a volar con los gorriones.
TODA PLEGARIA
ACUMULADA
Con largos colmillos
incrustados
al filo de horizonte
la angustia me
mira y sobrepuja,
yo parpadeo y
sonrío,
viendo pasar su
larga melena.
Espero del rocío
una palmada
violenta,
indescifrable,
que abarque en
un instante
toda plegaria
acumulada.
LOS JINETES DEL
APOCALIPSIS
¿Cómo
defenderse de los solapados inviernos
que anidan las
moradas oscuras del deseo?
¿Cómo
volver por un instante
al tiempo feroz
de la infancia
donde un viejo
con cara de sapo
lanza palomas
al paso del tren?
¿Cómo
descifrar la caricia lejana
y que ahora atormenta
el insomnio?
Nos vamos quedando
solos,
rodeados de demonios
danzando
y un tiro de gracia
que se hará
efectivo
apenas crucemos
el umbral de la
esperanza.
NOS HABIAMOS AMADO
TANTO
No pienses que
es fácil olvidarte,
pasarán
los trenes, las lluvias, las estaciones,
llegarán
los barcos repletos de turistas
y una gaviota
quemará sus alas al sol.
Pero por favor...
No pienses que
es fácil olvidarte,
la vida habrá
de cachetearme paso a paso,
el tiempo me cubrirá
de arrugas
y en cuanto menos
lo piense ¡saltará la liebre!
tendré
mujer, hijos, una casa de madera,
una caña
enorme para atrapar peces diminutos,
una vida hecha,
una posición respetable,
pero no pienses
que es fácil olvidarte.
Yo moribundo,
sin curas, poses ni ceremonias
y de cuerpo presente
al infinito
habré de
pensar en ti,
habré de
pensar
que nunca fue
fácil olvidarte.
UN POEMA PARA
ARIADNA
No tengo edad
ni consuelo para mi osamenta.
El tiempo con
ojos me persigue
Con su negra letanía
de mandobles.
Esquivo el golpe
certero de la hoja
Arrastrada por
el viento.
Escucho el rumor
del naufragio
Encadenado a mi
aliento,
Un aleteo de pájaros
inciertos y temibles
Cruzan mi horizonte
ciego.
"Todo está
perdido": Dice el sacerdote
En el momento
exacto en que tú llegas
Con guirnaldas
y peces de colores
A liberar el canto
y la poesía.
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