GABRIELA MISTRAL
EN BUSCA DE SI MISMA
por Sylvie Moulin
... Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales
por quienes fue ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres
de ciencia, enriquecedores del cuerpo y del alma nacionales. Recuerdo la
legión de profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas
sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del
pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros…
Gabriela Mistral, Discurso del Premio Nóbel
Lucila Godoy Alcayada nace el 7 de abril de 1889 en la ciudad de Vicuña,
en la IV región. Tiene tres años cuando su padre abandona la
familia. Lucila empieza temprano a escribir. En 1904, ya colabora en el periódico "Coquimbo",
de La Serena, utilizando los seudónimos de "Alguien", "Soledad" y "Alma",
mientras comienza a trabajar como ayudante en la Escuela de La Compañía,
cerca de Vicuña. A los 17 años conoce al amor de su vida,
Romelio Ureta, un empleado de Ferrocarriles. El se suicidará el 25 de
noviembre de 1909, a los 26 años de edad, en Coquimbo. En sus bolsillos
encuentran una tarjeta con el nombre de Lucila Godoy.
A partir de 1912, Lucila se interesa en la teosofía, y pertenece a
la Logia "Destellos", un elemento clave de su desarrollo espiritual
sobre el cual volveremos más adelante. El 12 de diciembre de 1914, conoce
su primer gran éxito literario al obtener la más alta distinción
en los Juegos Florales de Santiago, con "Los Sonetos de la Muerte",
dedicados a su novio muerto. Comienza entonces a usar el seudónimo de
Gabriela Mistral: Gabriela por el poeta italiano Gabrielle D’Annunzio
que admiraba mucho, y Mistral por el poeta Federico Mistral, o por el viento
provenzal que lleva ese nombre.
Como sigue alterada de manera ineludible por la muerte de Romelio, decide
volcar su pasión hacia los niños. En 1918 la nombran profesora
de castellano y Directora del Liceo de Punta Arenas, y dos años después
la trasladan al Liceo de Temuco, con igual cargo. El 14 de mayo de 1921 se
funda el Liceo de Niñas N° 6 de Santiago, del cual será la
primera Directora. El año siguiente marca un paso clave en su carrera
de educadora: está invitada a México para participar en la Reforma
Educacional iniciada por Vasconcelos y en la fundación y organización
de bibliotecas populares; y por otra parte, el Concejo de Instrucción
Primaria, a propuesta del Rector de la Universidad de Chile Gregorio Amunátegui,
le concede el título de Profesora de Castellano.
Gabriela empieza entonces a viajar a Europa y EE.UU., y visita varios países
latinoamericanos. Dicta una cátedra de literatura hispanoamericana en
la Universidad de Puerto Rico y conferencias en La Habana y Panamá.
En 1932 empieza su carrera consular que la llevará a Génova,
Madrid, Lisboa, Guatemala, Niteroi, Los Angeles, Santa Bárbara, Veracruz,
Nápoles y Nueva York. Mientras tanto publica "Tala", dedicando
la primera sección a su madre Petronila fallecida en 1929. Destina además
el producto de la edición del libro a las instituciones catalanas que
albergaron a los niños españoles durante la Guerra Civil Española.
El 14 de agosto de 1943 una nueva tragedia oscurece su vida: se suicida su
sobrino de 17 años, Juan Miguel, a quien consideraba como su hijo adoptivo.
En 1945, a los 56 años, recibe el Premio Nóbel de Literatura,
que le entregará, en Estocolmo, el Rey Gustavo. Dos años más
tarde se le otorga el título de Doctor Honoris Causa del Mills College
en Oakland, California. En 1950 gana el Premio Serra de las Américas,
otorgado en Washington por The Academy of American Franciscan History, y el
año siguiente se le concede el "Premio Nacional de Literatura" en
Chile.
Luego de una larga enfermedad, Gabriela muere el 10 de enero de 1957, en el
Hospital General de Hempstead, Nueva York. Sus funerales en Chile, el 21 de
enero, después de tres días de duelo oficial, constituyen una
verdadera apoteosis. Por disposición testamental, deja todos los derechos
de sus obras publicadas en América del Sur a los niños de Monte
Grande.
La poesía de Gabriela Mistral pasa por diferentes
etapas, tanto en la temática como en el estilo. En sus primeros versos,
de tendencia modernista, se observa un predominio de la emoción sobre
el intelecto, y al mismo tiempo una afinidad muy marcada con lo religioso,
o mejor dicho lo espiritual. Luego su obra se encamina hacia un estilo personal,
con un lenguaje coloquial y un simbolismo impregnado de tradición folclórica.
Pero a pesar de esa evolución en la expresión poética,
los temas básicos
permanecen: la infancia, la maternidad frustrada, las inquietudes religiosas
y sociales, y sobre todo la muerte y la percepción de su propio fin.
Los Sonetos de la muerte nacen del dolor causado por el suicidio
de Romelio Ureta, pero revelan también la influencia de los textos que
han contribuido a la formación intelectual de Gabriela, desde la Biblia
y Dante hasta los poetas modernistas y simbolistas. Más tarde esos tres
sonetos serán incorporados en Desolación, colección
de poemas realizada en 1922 por el Instituto Hispánico de Nueva York,
que pertenece claramente a la corriente modernista, a pesar de haber sido publicada
cuando el modernismo ya estaba casi muerto. De hecho, refiriéndose a
ese período de la producción mistraliana, Giuseppe Bellini, en
su Historia de la literatura hispanoamericana (Editorial Castalia,
Madrid, 1985), considera a Gabriela Mistral como una figura de transición
entre el modernismo y la poesía moderna.
Esos Sonetos presentan, en su forma como en su temática, rasgos
característicos del Modernismo: uso del alejandrino (verso de catorce
sílabas), estética de los símbolos, imágenes muy
plásticas, adjetivación en la que predomina el color y los matices
relacionados con los cinco sentidos del cuerpo, uso de sinestesia y de aliteración:
Soneto I:
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
Y en la azulada y leve polvareda de luna,
Los despojos livianos irán quedando presos.
Soneto II:
… y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
En los Sonetos se expresa la experiencia dolorosa de la vida por
medio de una espiritualidad apasionada y casi erótica, con resonancias
que recuerdan incluso a Santa Teresa:
Soneto III:
Y yo dije al Señor: “Por las sendas mortales
Le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o lo hundes en el largo sueño que sabes dar!
No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor.”
Además, en esos tres Sonetos, como en muchos otros textos,
Gabriela vive la pérdida del ser amado de manera ambigua, como amante
y como madre:
Soneto I
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Para Gabriela Mistral, el camino espiritual pasa por una suerte de ritual
que incluye una etapa de depuración y a su vez contempla el esteticismo
como manera de expresar el dolor y el desengaño. En otros poemas de Desolación,
aparece como una visión desengañada del mundo, también
con imágenes y estructuras métricas de evidente filiación
modernista, por ejemplo en Nocturno:
Padre Nuestro que estás en los cielos,
¡por qué te has olvidado de mí!
Te acordaste del fruto en febrero,
al llagarse su pulpa rubí.
¡Llevo abierto también mi costado,
y no quieres mirar hacia mí!
Te acordaste del negro racimo
y lo diste al lagar carmesí;
y aventaste las hojas del álamo,
con tu aliento, en el aire sutil.
¡Y en el ancho lagar de la muerte
aun no quieres mi pecho oprimir!
Por otra parte, concuerdan las críticas en percibir una influencia
de las doctrinas teosóficas en esta primera etapa de la obra de Mistral.
Martin C. Taylor, en su trabajo titulado Sensibilidad religiosa de Gabriela
Mistral (Editorial Gredos, Madrid, 1975), hace referencia a la manera
cómo ella se alimentó literalmente de doctrinas budistas y teosóficas
por muchos años, sobre todo en la parte meditación y purificación
espiritual, así como en el espíritu de hermandad universal. Más
adelante en su vida, Gabriela se va a interesar en el judaísmo y volver
hacia caminos religiosos más usuales, por decirlo así, pero siempre
buscando una conciliación entre esas distintas creencias y filosofías.
En realidad, lo más probable es que haya buscado en la teosofía
algo que no encontraba en las trayectorias místicas tradicionales.
En una conferencia dirigida a la Sociedad Hebraica en 1938, Gabriela declara:
Entre los 23 y los 35 años, yo me releí la Biblia, muchas
veces, pero bastante mediatizada con textos religiosos orientales, opuestos
a ella por un espíritu místico que rebana lo terrestre. Devoraba
yo el budismo a grandes sorbos; lo aspiraba con la misma avidez que el viento
en mi montaña andina de esos años. Eso es para mí el
budismo, un aire de filo helado que a la vez me excitaba y me enfriaba la
vida interna; pero al regresar, después de semanas de dieta budista
a mi vieja Biblia de tapas resobadas, yo tenía que reconocer que en
ella estaba, no más que en ella, el suelo seguro de mis pies de mujer.
Si el pensamiento de Mistral viene marcado por ambas tradiciones (la judeocristiana
y el budismo), que asimila en un mismo sistema de creencias, queda cierto que
el elemento teosófico cabe perfectamente dentro de ese cuadro, por exigir
la misma disciplina física y moral y combatir la inclinación
a lo frívolo.
Aparece esa combinación ideológica en la imagen del yo poético
que proyecta en La encina:
Esta alma de mujer, viril y delicada,
dulce en la gravedad, severa en el amor,
es una encina espléndida de sombra perfumada,
por cuyos brazos rudos trepara un mirto en flor.
… y también en La maestra rural:
La Maestra era pobre. Su reino no es humano.
(Así en el doloroso sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!
Otro elemento común al budismo y a la teosofía es la unión
con la naturaleza.Si es cierto que se puede atribuir, en parte, la fuerza de
esta temática al origen rural de Gabriela Mistral, particularmente en Poema
de Chile, inspirado por la misma naturaleza chilena, también se
percibe una visión mística que va mucho más allá de
la emoción generada por el ambiente ecológico nacional. Así la
tierra humilde y soleada del primer Soneto, que se convierte
en quieta ciudad en el segundo y se cubre de azucenas en
el tercero, nunca es sepultura, sino cuna, o lecho, donde los amantes se recuperan
de su cansancio y pueden seguir hablando por una eternidad...
Esa percepción de la tierra y, más adelante, del universo entero,
se conecta con otro tema de la poesía de Gabriela Mistral relacionado
con la teosofía, el de la astrología, que se perfila en Desolación y
se fortalecerá en los textos posteriores, particularmente en Lagar.
En Los sonetos de la muerte, se integra a la temática del amor:
Soneto II:
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir…
Soneto III:
Malos manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas…
Vemos con este breve estudio que el contexto modernista en que se vio envuelta
Gabriela Mistral influyó en cierta medida su primera obra, sobre todo
en la métrica y en la forma de expresión del yo poético.
Pero más que nada, es la preocupación por lo espiritual y la
búsqueda incesante de una cohesión personal y universal dentro
de la cual se pueda ubicar, que impregna su temprana producción poética,
como un fundamento poderoso e intenso que no puede repudiar.
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