Escribir
un cuento
por Diego Muñoz
Valenzuela
El mecanismo de
la escritura de un cuento me sigue pareciendo enigmático, y creo que
entenderlo del todo -más que ser imposible - resultaría poco beneficioso,
al menos para mi propia producción, dentro de los cánones estéticos
que la guían. Esto básicamente porque creo - citando a Poli Délano
- que uno cuenta una historia para decir otra cosa. Hay para mí una necesidad
de subterráneos en la literatura; me parece imprescindible que existan
capas sedimentarias en la lectura, así como en la geología, distintos
lechos que hablan de distintas cosas, a propósito de una misma historia.
La entretención tal vez resida en esa primera capa de significado, la
más visible y evidente.
El cuento
me ha venido de distintas maneras, siempre oscuras y misteriosas, sin develar
hasta última hora y quizás nunca sus verdaderas intenciones. Otras
voces, otras historias, otros temas anidan bajo la superficie, se deslizan entre
medio de las palabras, se insertan en medio de la acción aparentemente
regulada por el ritmo de una historia más o menos lineal. Como si uno
fuese mediador de un mundo más complejo que el nuestro, para cuya descripción
el lenguaje no es suficiente como medio de soporte, sino que debe ser el resorte
de una sugerencia, una evocación oblicua de algo que queda a medio expresar
y a medio comprender en nuestras conciencias.
A veces el cuento
viene como una criatura completa, una sensación de entidad terminada,
de un ser que debe ser vaciado al papel a la brevedad, con urgencia, de una
sola vez, tal cual si fuera un alumbramiento. En estos casos el periodo de gravidez
es muy variable, puede ir desde unas semanas hasta unos meses, incluso años.
Incluso hay casos en los cuales este periodo parece no existir, pero sospecho
que en estos casos ha habido un proceso subconsciente, oculto tras las sólidas
murallas de nuestra identidad profunda, que apenas se atreve a revelarnos sus
auténticas aflicciones y motivaciones. La etapa de gravidez se compone
en general de mínimos episodios conscientes donde van agregándose
detalles a la trama, a los personajes, o definiéndose escenas o formas
de expresión, sentimientos o sensaciones. Pero hay un trabajo oculto,
submarino, incomprensible, que antecede esos episodios. Creo de esta manera
que hay un proceso de escritura que es previo a la escritura misma, al menos
en estos casos.
Sin embargo, para
la mí la duda surge en los otros casos, cuando el cuento es el resultado
de una improvisación, al menos de la apariencia de una improvisación,
desde mi punto de vista. El cuento viene como dictado desde la nada, de una
idea que aparece producto de la obligación, del enfrentamiento a la página
(más bien a la pantalla) en blanco. Viene a ser como el resultado de
la disciplina del escritor, de la cotidiana batalla con el oficio, sin duda
un resultado que es expresión de una larga disciplina anterior: lectura,
escritura, análisis, revisión, destrucción, reescritura,
búsqueda, exasperación, fracaso, depresión, reflexión,
renacimiento, éxtasis, redención.
Siempre viene
a ser resultado de lo anterior, de la vida previa de uno, de los otros, de los
que nos han precedido en el oficio. Viene a ser el resultado de ese escritor-duende
que nos habita, y nos dicta aquellos sucesos que son la materia prima de los
cuentos, sin que podamos comprender a cabalidad el significado de los textos
que susurra al oído de nuestra conciencia. Pero a pesar de esta precariedad
somos capaces de escuchar lo suficiente como para trasladar a un texto tales
susurros en forma de cuento.
La morfología
del cuento viene a ser otro enigma de diferente naturaleza. En el pasado he
leído miríadas de textos que la tratan de develar con éxito
relativo. He asistido a discusiones escritas y habladas relativas a mis propios
cuentos, donde su identidad se ha visto viviseccionada y mutilada a niveles
intolerables para un creador. Mal que hablamos de una entidad muy parecida a
un hijo, es doloroso ver al vástago extendido en la mesa de los cirujanos
crueles, bien provistos de bisturíes teóricos implacables. ¿Será
o no será un cuento? se cuestionan los cirujanos, fijándose más
en el fin que en los medios, sin percibir que están frente a una criatura
completa, integral, inclasificable. ¿Qué hace que un cuento lo sea
efectivamente? Algo puede decirse sobre la extensión, la forma, la trama,
pero siempre algo escapa a la definición, cada nuevo espécimen
confirma o conforma una teoría y derriba otro centenar.
Con estos hijos
que llamamos cuentos, también vivimos una vida conflictiva. Ciertos cuentos
desarrollan con el tiempo una vida propia y tienen destinos diferentes, incluso
opuestos. Unos nacen vigorosos y adquieren independencia con rapidez, otros
demoran más en crecer. Algunos tienen largas etapas de silencio, donde
pasan inadvertidos, hasta que algo los hace dar un salto. Otros tienen una existencia
moderada y muchos parecen destinados a un anonimato que puede considerarse inclusive
cruel. No siempre los predilectos alcanzan mayor éxito. Pero favoritos
o no, ciertos cuentos generan un celo en el autor, ocupan mucho espacio, son
citados, antologados, referidos, vueltos a publicar. Es más, uno se convierte
en el autor del cuento X, y deja de ser uno mismo, lo que para el alma controvertida
del escritor puede ser doloroso, aunque contenga placer. ¿Es ese cuento
más importante que su autor? Definitivamente he concluido que sí,
que esos hijos nuestros son más importantes y que hay que dejarlos vivir
sus propias vidas en libertad. El escritor debe vivir en el silencio, en la
observación, lejos de los protagonismos perversos (el éxito en
su definición neoliberal). ¿Son algunos de estos cuentos superiores
a otros? No lo sé, son mis hijos, mi vida se va en producirlos, en darlos
a la luz, no en clasificarlos. La medida del éxito - bien lo sabemos
- es subjetiva y errónea. Soy apenas un traductor de estos designios
enigmáticos, de los susurros de otros seres que me habitan, que también
son yo, mi trabajo es escucharlos y ser su voz. ¿Será necesario
explicarlos, buscarles sentido? Tanto como a la vida, podría ser una
respuesta.
|