Chile mirado bajo la lupa de Heredia
Por Cristian Brito
Hay cosas inolvidables;
lugares, calles, olores, gente y…personajes, Heredia es uno de ellos,
el solitario y descreído detective creado por Ramón Díaz
Eterovic, -uno de los pocos escritores nacionales que viene cultivando el
género policial en Chile (In-situ)- con éxito desde hace más
de una década.
Eterovic tiene la virtud de la persistencia, pues al menos, en nuestro país,
la novela negra no tiene un gran número de seguidores, pero él
se atrevió a cultivarla, a fomentarla y, quizá uno de sus mayores
méritos, es que le otorgó un aire nacional, pues Heredia no
necesita moverse o realizar grandes viajes, sus investigaciones siempre tienen
por escenario este país donde se hizo de un nombre y fama que crece
a diario, con seguidores tan fieles como ya se los quisieran otros autores.
Ahora nos adentraremos en la historia del género policiaco con breves
referencias a autores y obras que marcan su desarrollo en Chile y sus principales
cimientos foráneos, poniendo hincapié en la obra de Ramón
Díaz Eterovic.
El relato policial
en Chile:
El género policiaco se ha mantenido durante largo tiempo en la historia
del canon narrativo como una forma de escritura que se ubica en los márgenes
de la literatura convencional, en otras palabras, se sitúa en un sector
más bien periférico dentro del mundo literario. Al referirnos
a este género, es ineludible citar a ciertos autores que lo forjaron,
entre ellos están Edgar Allan Poe, especialmente con sus cuentos protagonizados
por Auguste Dupin, el primer detective literario de la historia. Otro escritor
importantísimo es Arthur Conan Doyle y Sherlock Holmes, el detective
literario por excelencia. De la lectura de los relatos protagonizados por
Holmes y el no menos popular Dr. Watson, se desprendía que lo más
innovador de su escritura estaba en que su personaje, que aparecía
dotado por un implacable rigor en su metodología de investigación,
estructuraba en sí el texto y su asunto. A los clásicos Poe
y Conan Doyle, se unieron Agatha Christie y Ellery Queen, que cultivaron lo
que la crítica especializada denominó en su momento “la
novela problema” o “novela del enigma”. Gilbert K.Chesterton
y Dashiell Hammett, son también referentes de la novela negra. En nuestro
continente Jorge Luis Borges fue uno de los más conocedores del género
y, junto a Adolfo Bioy Casares, publicó la colección "El
séptimo círculo". Ambos autores son fundamentales para
explicar el concepto de cuento y, específicamente, el de relato policial,
en este sentido los cuentos de Borges "La muerte y la brújula"
y "El jardín de los senderos que se bifurcan", representan
un hito del género en Hispanoamérica.
En Chile Alberto Edwards fue uno de los primeros precursores del relato policial,
fue él quien creara un curioso detective apodado el Sherlock Holmes
chileno, el criollísimo Román Calvo. Tampoco puedo dejar de
mencionar a René Vergara, un ex policía de Investigaciones que
escribió interesantes relatos que recrean su propia experiencia en
algunos casos policiales de la historia chilena. Hay otros textos que aparentemente
escapan a los códigos del género policial, pero que mantienen
cercanas relaciones con él; me refiero a la larga tradición
de cuentos de bandidos en la literatura chilena escritos alrededor del criollismo,
aquí destaca la novela de Edesio Alvarado, El desenlace, que tiene
como protagonistas a un bandolero rural y a un carabinero de origen campesino.
En la literatura chilena contemporánea el discurso de corte neopolicial
ha tenido una significativa presencia adoptando, por lo general, el formato
de la serie negra. Los relatos y novelas policiales chilenas contemporáneas,
en un contexto global, se dedican a narrar las situaciones ocurridas en nuestro
país en los tiempos de la dictadura. El relato policial entonces, refleja
aquella realidad donde la tortura, el crimen y la muerte se constituyen en
los motivos de la acción narrativa. Un texto ya canónico en
este sentido es El infiltrado (1989) de Jaime Collyer, donde el protagonista
narra su propia historia trasformándola en la confesión de un
culpable. Sin desmerecer a los autores que escriben dentro de los cánones
del género, se debe señalar que tanto Ramón Díaz
Eterovic como Roberto Ampuero se han constituido en los escritores epónimos
de esta corriente literaria. Coincidentemente, ambos vuelven a los orígenes
del género, en cuanto preconizan dentro de sus códigos la existencia
de un detective o investigador. El detective Heredia, creado por Díaz
Eterovic, y Cayetano Brulé, elaborado por Ampuero, son dos figuras
protagonistas emblemáticas de las novelas de los autores con más
oficio dentro del género policial en Chile y que forman parte ya del
imaginario colectivo. Los relatos de Ampuero centran parte de la historia
en Valparaíso, ciudad donde deambula su personaje central, un cubano
avecindado en Chile, pero aséptico en materia política, en contrapartida,
el detective de Díaz Eterovic Heredia, aparece como un personaje comprometido
con su pasado.
Así podemos concluir que el género policial en Chile ha pasado
a constituirse en una forma de representar la realidad nacional.
Ramón Díaz Eterovic-Heredia, una alianza vivencial y literaria:
En el contexto de la literatura chilena contemporánea, Ramón
Díaz Eterovic destaca por dos situaciones que tienen que ver evidentemente
con su oficio de escritor. Por un lado, este autor permanentemente está
reflexionando críticamente en torno a su quehacer narrativo y, al mismo
tiempo, ha logrado afianzar su opción discursiva por el género
policial dentro de la literatura chilena y también en el extranjero
con varias de sus novelas traducidas a diversos idiomas.
Díaz Eterovic manifiesta que su narrativa debe ser adscrita dentro
de los parámetros de la novela negra "Un género que desde
sus orígenes caminó sobre los límites de lo que durante
mucho tiempo se entendió como literariamente correcto, planteando nuevos
códigos para mirar y reflexionar acerca de lo que en definitiva creo
es el objeto de toda literatura: la condición humana" En este
sentido, la opción de este autor chileno por el relato neopolicial
está en consonancia con la emergencia de dicho formato discursivo en
el tenor de la literatura hispanoamericana a partir de las novelas de Osvaldo
Soriano, ya que él, según Díaz Eterovic, dio a la novela
policial escrita en este continente la impronta latinoamericana; en otras
palabras, la literatura neopolicial ha servido para revelar la realidad de
nuestros países donde en palabras de Díaz Eterovic "crimen
y política han sido una ecuación trágicamente perfecta"
Díaz Eterovic agrega que la narrativa neopolicial ha logrado imponerse
dentro del contexto de la literatura chilena e hispanoamericana, a pesar de
que muchas veces se le consideró como una escritura más bien
marginal y fue vista prejuiciosamente, tanto por los escritores como también
por la crítica especializada y periodística. Sin embargo, hoy
en día los parámetros discursivos de esta forma narrativa, así
como sus códigos y estrategias, han invadido incluso aquellos relatos
que en principio no se han definido como esencialmente policiacos.
Díaz
Eterovic ha sido muy explícito al justificar su opción por el
género de la novela negra y dice que esta elección nació
como "una búsqueda de una literatura que me permitiera expresar
el sentir de una sociedad bajo vigilancia y el trasfondo de violencia y poderes
ocultos en que se desenvuelve". Esta propuesta discursiva neopoliciaca
se inició en 1987 con la publicación de la novela La ciudad
está triste, en ella aparece por primera vez como protagonista de sus
relatos el detective Heredia; el relato alude en su título a un desdibujado
y oscuro Santiago por donde deambula Heredia. La saga de este detective proclive
a las lecturas y a las citas literarias ha proseguido en las novelas: Solo
en la oscuridad, nadie sabe más que los muertos, Ángeles y solitarios,
Nunca enamores a un forastero, Los siete hijos de Simenon, El ojo del alma,
El hombre que pregunta y El color de la piel.
Heredia ha sido concebido como un detective solitario y marginal que vive
junto a su gato Simenon en un departamento santiaguino. La incorporación
del gato en la narrativa de Díaz Eterovic es un acierto discursivo,
pues le permite al investigador privado poder tener un interlocutor para sus
reflexiones. El nombre del gato es evidentemente un homenaje a George Simenon,
que junto a Raymond Chandler y Osvaldo Soriano son los autores que Díaz
Eterovic reconoce como maestros.
En la construcción del personaje Heredia, Díaz Eterovic ha partido
de ciertos rasgos característicos de los personajes clásicos
de la novela policial, sin embargo le ha dado la marca propia de un personaje
inserto en la realidad nacional. Heredia se nos presenta como un sujeto algo
oscuro, con tendencia a la melancolía y también muy sensible;
de carácter crítico y marcado escepticismo, exhibe además
un humor negro para mirar la realidad de la ciudad y del país. En este
sentido, Díaz Eterovic cree que el personaje de Heredia se ha convertido
en un testigo de la historia chilena de los últimos veinte años
"En las novelas de Heredia hay un discurso esencialmente moral, ético,
relacionado con el accionar de los poderes y la degradación constante
de la sociedad en que vivimos". Como se menciona anteriormente, las aventuras
de Heredia comienzan con la novela La ciudad está triste (1987), ésta
obra marcará definitivamente el perfil del personaje y el entorno físico
y psicológico en el que se desenvolverá, Santiago; que lucha
por sacudirse del yugo de una dictadura difuminada pero latente como sombra.
La travesía continúa en 1992 con Solo en la oscuridad, aquí
Heredia ya se consolida y adquiere rango de personaje. El resto de sus aventuras
se suceden sin pausa; Nadie sabe más que los muertos (1993), Ángeles
y solitarios (1995), Nunca enamores a un forastero (1999), Los siete hijos
de Simenon (2000), El ojo del alma (2001), El hombre que pregunta (2002) y
El color de la piel (2003).
Existen ciertas cualidades antes nombradas en la prosa de Eterovic que a lo
largo de su obra se mantienen como un sello personal; lo urbano, personajes
marginales, la sociedad e idiosincrasia chilena marcan su estilo, pues la
visión y opinión que Heredia tiene del país, es en cierta
forma un espejo de lo que su autor piensa implícitamente de Chile.
Ahora abordaremos
con mayor detenimiento la novela El hombre que pregunta.
El asunto de la obra está centrado en la muerte de un influyente crítico
literario que fallece en una situación dudosa, entonces Heredia es
contactado por una mujer que mantenía una relación con este
personaje, llamado Fernando Ritter, quien es – como la mayoría
de los críticos chilenos - admirado y cuestionado en la misma medida.
El suceso relevante es que Ritter cae de su departamento después de
una cena con un grupo de escritores. Su vecina y amante Berta Zamudio, sospecha
que la caída no fue accidental. De esta forma, y con la ayuda del periodista
Campbell, Heredia entra en el ambiente literario y comienza a interrogar a
los escritores presentes en la última cena del crítico muerto.
Después de conversar con cada uno, descubre a un escritor fantasma,
que será la clave del misterio. A través de la investigación
de Heredia, Díaz Eterovic compone un retrato humorístico del
medio literario chileno, donde afloran los egos, la ambición y la vanidad,
cualidad tan conocida y que en más de una ocasión ha producido
más de una rencilla entre autores. En todo caso, al ser entrevistado,
Eterovic ha aclarado que su afán es precisamente defender el trabajo
del crítico literario.
Este relato se inserta dentro de los márgenes y cánones de la
novela neopolicial chilena, adoptando los códigos de la forma discursiva
de la narrativa policial.
La novela negra aparece signada por las siguientes características,
según las determina el crítico Leonardo Padura Fuentes: "Se
produce, en primer lugar, una disminución de la importancia del enigma
como elemento dramático fundamental. Segundo, una preferencia por ambientes
marginales. Tercero, acudir a determinadas formas de la cultura popular, incorporándolas
a la creación literaria…Cuarto, el empleo de un lenguaje fundamentalmente
literario, pero a la vez desembozado e irreverente; un lenguaje que trata
de expresar las vivencias de la vida cotidiana. Quinto, la renuncia a crear
grandes héroes"
Es evidente que las novelas protagonizadas por Heredia transitan a través
de estos caracteres; sin embargo, en El hombre que pregunta, la octava entrega
de la serie, es posible detectar algunos cambios relevantes que se relacionan
a la constitución de la historia. En esta novela, Heredia se ve inmerso
por vez primera, en ambientes que superan la habitual marginalidad -a pesar
de que se atisba tal realidad-, ahora es el espacio de los intelectuales en
el que se desenvuelve, particularmente el mundillo literario con sus escritores,
editores y críticos para la resolución del caso al que se enfrenta.
Como ya fue mencionado, Heredia deberá dilucidar la muerte de un reconocido
crítico literario, Francisco Ritter, producida la misma noche en que
éste ha celebrado una cena junto a un selecto grupo de escritores,
quienes tomarán inmediatamente la categoría de sospechosos,
una vez que Heredia comience la investigación a instancias de una antigua
amante del crítico, ya que ella se muestra escéptica ante el
eventual suicidio de Ritter. En las primeras líneas del relato, Ritter
es definido como "el crítico literario más temido del país.
Sus palabras hundían un libro o lo elevaban al olimpo de los consagrados"
(Pág.15). De este modo, Heredia abandonará sus habituales investigaciones
del mundo del narcotráfico, los contrabandos de armas o las traiciones
políticas, para sumergirse ahora en los recovecos no menos inquietantes
del mundo de las letras.
Aparentemente
el ambiente de los letrados se nos aparece como una realidad ajena al crimen.
La idea de que "los escritores no matan" es como un sino característico
que se mantiene en suspenso a lo largo de la narración. Sin embargo,
gradualmente se va develando al lector la verdad de que el mundo de los escritores
es también tan oscuro como lo son los otros por los que Heredia ha
transitado, en especial a lo que el lóbrego manejo del poder se refiere.
Así vemos, por una parte, el poder del crítico omnipotente cuyo
dictamen será consagratorio o condenatorio de una obra y, por otra,
el poder de quienes detentan la producción librera, es decir, el mundo
de los conglomerados editoriales. El ingreso de Heredia en el circuito literario
será paulatino a partir del momento en que se le asigne la responsabilidad
de resolver la muerte del crítico Ritter. Uno de los primeros espacios
que visita el detective es la Biblioteca Nacional, ya que Ritter acostumbraba
trabajar en una de sus secciones, que el lector informado asocia con la de
las referencias críticas "El salón de la Biblioteca Nacional
donde trabajaba Ritter era un espacio amplio e iluminado. En su interior había
ocho mesas para lectores, y otras cuatro, ocupadas por los funcionarios encargados
de clasificar y archivar la información relacionada con los escritores
chilenos" (Págs. 31-32). Los otros espacios citadinos que Heredia
va visitando son, por ejemplo, las librerías y los bares. El bar es
un lugar al que Heredia asiste constantemente, debido a su gusto por el trago,
y representa otro espacio discursivo frecuentado; así mismo lo es la
librería, que se presenta clave en la intelección de la trama,
ya que es allí donde obtendrá uno de los indicios para la resolución
del caso.
La diégesis del relato de Díaz Eterovic, escrita en clave de
novela neopoliciaca negra tiene, por tanto, como ley estructurante lo que
García-Corales y Pino han denominado crimen y poder . Es en su deambular
por los espacios públicos de reunión, como los recién
nombrados, en que la relación entre crimen y poder se va configurando.
Es en estos espacios donde Heredia descubre la existencia de un escritor fantasma,
cuya muerte será el elemento clave para dilucidar el problema inicial
"El enigma más evidente era el del joven poeta universitario.
Intuía que resolverlo me permitiría observar la muerte de Ritter
desde otra perspectiva" (Pág. 63). La ciudad de Santiago es vista
por el narrador en primera persona, como una urbe que vive su propia ruina
física y humana, con lugares en franca decadencia y otros que han sido
transformados como la Estación Mapocho. De esta forma, la capital aparece
a lo largo de la saga de Heredia constituida como el epicentro en que los
misterios del poder y crimen se van consolidando, así como la relación
establecida entre detective y ciudad configuran un signo indisoluble, tal
como lo señala Mirian Pino . Así observamos cómo Heredia
reflexiona cuando ingresa a un bar en su deambular "La tristeza del lugar
era deprimente, como la de muchos otros sitios que sobrevivían en los
rincones más anónimos de Santiago. Me pregunté si los
muchachos que bebían junto a las mesas tendrían, al cabo de
unos años, una historia más alegre que contar o si estaban condenados
a soportar la realidad de un país condenado a las mentiras y las apariencias"
(Pág. 54)
Un dato no menor y que se sucede en la obra de Eterovic donde Heredia es el
protagonista, es la presencia continua de personajes ya conocidos por los
lectores de la saga, como Marcos Campbell, el periodista que escribe artículos
por encargo y cuyos conocimientos de informática permitirán
darle un vuelco a la historia; Razetti, el abogado que le encarga a Heredia
pequeños casos de cobranzas y seguimientos y Anselmo, el quiosquero,
un recurso que Eterovic nos da, entregando a Heredia una vida propia, establecida,
dejando la sensación de que todas las novelas podrían conformar
una sola gran obra, pero que no impide leer cada una por separado, lo que
representa, sin duda, el talento del escritor para crear un mundo en el que
el lector esporádico se siente a gusto, y sus seguidores más
fervientes les resulta tan natural que participan casi como un personaje más.
Dentro de la galería de los personajes de El hombre que pregunta hay
un innominado amigo de Heredia que recibe las aventuras de éste para
luego escribirlas; interesante fenómeno que alude directamente a que
aquel personaje no es otro que el propio Ramón Díaz, inmiscuyéndose
en la trama, dialogando con sus hijos narrativos; siendo parte de la obra.
Conclusión:
He pretendido abordar tanto la novela en sí como la obra global que
protagoniza Heredia. Al momento de concluir, se debe destacar la importancia
que la obra de Díaz Eterovic posee para describir la situación
político-social en la que vive y por la que ha pasado el país
en los últimos años, y qué mejor que sea un detective
quien nos la presente, pues su visión se sabe de antemano más
aguda, especialmente en el caso de Heredia por su psicología y opinión.
Considero que el proyecto literario de Ramón Díaz Eterovic posee
una calidad y mérito indiscutible. El haber creado a un personaje que
ya está inserto en la retina de sus lectores, posee un valor que trasciende
a lo netamente literario. Es de esperar que la existencia de Heredia se prolongue
a través del tiempo, pues siempre será necesario ver más
allá, bajo la alfombra, mirar con lupa, que es a fin de cuentas lo
que Heredia hace y que nos permite a los lectores de Ramón Díaz
Eterovic, al mismo tiempo de pasar una grato momento de lectura, reflexionar
sobre nuestro país y su realidad.
Bibliografía:
-Díaz Eterovic, El hombre que pregunta. Ed. Lom, Chile, 2002.
-García-Corales, Guillermo; Pino, Mirian. Poder y crimen en la narrativa
chilena contemporánea: las novelas de Heredia. Ed. Mosquito, Chile,
2002.
-Díaz Eterovic. Crímenes criollos. Antología del cuento
policial chileno. Ed. Mosquito, Chile 1994
-Revista literaria “La Calabaza del diablo”
- Sitio de Internet www.letrasdechile.cl/mpinon.htm