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Sobre Canto General

Por Jorge Etcheverry


El humanismo está de capa caída entre quienes se preocupan de los estados post coloniales, de los países y regiones brotados de la conquista del mundo por Occidente. Su predominio y promoción coincidió con la expansión imperial, la imposición de los parámetros occidentales a la totalidad del mundo conocido, un ámbito abierto a la explotación y la subordinación. A la vez que se afinaba hasta en en sus menores detalles una concepción humanista del hombre, sus atributos, prerrogativas y derechos, se extendía el campo de operaciones de la colonia, se instauraba la relación bipolar hasta ahora vigente que habría por siempre de separar al centro y la periferia, aunque ésta pudiera estar festoneada de enclaves centrales, más rutilantes cuando destacados contra el fondo gris de la marginalidad contigua. El mito modernista de la universalidad humana se descreía en su concreación práctica, estableciendo por un lado una humanidad con esencia y derechos, y creando por otro la vasta masa de los explotados, no plenamente humanos, los ‘barbaroi’ de los griegos, ahora cubriendo la periferia colonizada en las cuatro direcciones del mundo y los sectores marginales de la metrópoli.Nadie critica el concepto del humanismo, la identidad de los seres humanos, sino sus determinaciones ulteriores al definir al ser humano siguiendo un patrón occidental, y el desconocimiento en los hechos de la universalidad del hombre.

Quizás en el Canto General, la obra cumbre de Pablo Neruda, ya no es una voz moderna la que nos habla, sino una post moderna, para usar este término. En esta poesía, la pareja de valores opuestos, muerte vs. vida aparece transformada. Si la explotación del hombre americano continúa, no hay aún una ‘vida’ opuesta a la muerte siempre presente a que se alude en este poema (pequeña muerte). La asunción del sufrimiento del hombre americano es la solución para rescatar o salvar el sufrimiento de las vidas, conciencias, individualidades aisladas. El sentido de la vida individual carente y degradada se encuentra en la carencia y degradación de la ‘especie’ del hombre americano. El reino de la abundancia no es aún posible. El reino del sufrimiento en la hermandad de los hombres (americanos) es la única opción en Canto General.

Esta obra de Neruda es más vigente que nunca en su revelación creativa e histórica del hombre americano. Y la referencia a ‘americano’ es intencional. En el Canto no opera el concepto de ‘género humano’ universal del ‘humanismo’. Esa es su intención explícita. Pero a su vez alguien podría afirmar que toda preocupación por un sector humano en particular lleva el juicio implícito de la preocupación por todo el género humano. No se niega el humanismo de Neruda, sino que se trata de un tipo especial de humanismo. Este humanismo está basado en la redención de la clase de los sufrientes, en el caso de Neruda este hombre americano. En la teoría marxista a su vez, el humanismo se centra en la clase que asume la explotación y el sufrimiento de la humanidad, el proletariado, que al condensar en sí toda explotación y anularla, redime a la humanidad en conjunto, limpiando al opresor del pecado de la opresión. En Neruda y para América, este proletariado toma la dimensión del hombre americano, lo que se puede extrapolar a la ‘otra humanidad’ en su conjunto, la que se multiplica y habita en lo que aquí en el hemisferio Norte, se denomina El Sur, es decir el mundo así llamado ‘en desarrollo’ y que es la vasta periferia, cada vez más separada en nivel de vida y oportunidades a la metrópoli a que la explota.

Al comenzar con la primera parte de Canto General, y dentro de esta sección primera, ‘Amor América’, podemos advertir un estado de cosas edénico, paradisíaco, previa a la llegada de los conquistadores:

“antes de la peluca y la casaca”.

Este estado de cosas se caracteriza por la comunión entre hombre y naturaleza:

“El hombre tierra fue, vasija, párpado/del barro trémulo, forma de la arcilla/fue cántaro caribe, piedra chibcha.... Las claves se perdieron, o se inundaron de silencio o sangre... cayó una gota roja en la espesura/y se apagó una lámpara de tierra”.

La introducción del mundo europeo “....la peluca y la casaca”, causa la muerte y degradación del hombre americano edénico. En esta formulación mítica del origen y crisis del hombre americano nos encontramos, en otro nivel, de otra forma, el mismo particular humanismo de Neruda, subyacente a la plasmación mítica del paraíso—perdido—en términos de la tradición occidental.

Se ha señalado como uno de los aspectos más relevantes de la poesía de Neruda su valorización del mundo material. La abundante presencia de lo material como ‘correlato objetivo’ implica una elección en el trabajo del poeta: una valorización de la materia como categoría expresiva y artística, que muy posiblemente corresponde a una valorización de la materia a nivel de su concepción de mundo. Es posible que siguiendo su actitud respecto a este mundo material podamos captar un cierto cambio de concepción que lo lleva de una etapa de su poesía a otra, de la surreal/existencialista de las Residencias a la del Canto General. Por ejemplo, esta valorización de la materia es negativa en “Galope muerto”, poema que abre la Primera Residencia:

“Como cenizas, como mares poblándose/ en la sumergida lentitud, en lo informe”... “en el mismo molino de las formas demasiado lejos”... “existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol” “mezclando todos los limbos sus colas”... “de lo lleno, obscuros de pesadas gotas”.

Las connotaciones negativas son suficientemente claras. Por el contrario en el Canto, en su primera parte, el tono con que se re-presenta lo material-natural cambia: “Fueron los ríos, ríos arteriales”... “El trueno sin nombre todavía, las pampas planetarias”, allí la materia toma un signo inverso positivo. En esta parte (Amor América), el elemento cultural europeo es negativo, su objetividad material sirve para denotar metonímicamente a los conquistadores; la peluca y la casaca, cuya pequeñez y condición de desechos contrasta con los elementos naturales citados.

El hombre originario se valoriza positivamente por su contacto/unidad con la naturaleza, en una visión mítica que ha recorrido todo el Occidente : “El hombre tierra fue, vasija, párpado/del barro trémulo, forma de la arcilla” (La lámpara en al tierra; Amor América). Estos elementos culturales, de manufactura humana, aparecen integrados a esta relación con la naturaleza. El mejor ejemplo de esta unidad primordial se encuentra entre los versos séptimo a décimo del mismo fragmento. La situación mostrada es la de un mito original paradisíaco. Naturaleza, hombre y cultura se encuentran en unidad armónica. Este hablante lírico es a la vez un contemporáneo nuestro además de ser testigo del origen de ese mundo primordial. La situación comunicativa que es el poema se desarrolla en un presente, la circunstancia paradisíaca primordial ‘dicha’ ahora se ha convertido en un illo tempore, si aceptamos la conceptualización de Mircea Eliade:

“Yo estoy aquí para contar la historia” “Yo, incánsico del legamo/toqué la piedra y dije”. La palabra nombra y destruye: “tierra mía, sin nombre, sin América”.

La llegada de la ‘civilización’ implica la destrucción del paraíso. Pero existe un lenguaje previo al que ejercita el poeta: “El idioma del agua”, “Las iniciales de la tierra”, “Las claves”. La posibilidad del poeta de nombrar y decir surge de su propia pertenencia a ese mundo primigenio, a esa pre-palabra. Este mundo mítico aún siendo edénico, guarda en sí mismo su propio desarrollo, es decir la historia que constituye el desarrollo de este mito, su dimensión temporal, que implica a la vez sufrimiento.

No se trata aquí de una caída desde un estado perfecto a uno imperfecto, sino del desarrollo tan cruel como necesario de un germen. Una concepción materialistica de un desarrollo histórico se manifiesta ya en esta primera parte, aunque no completamente separada de la concepción mítica básica esbozada anteriormente.. Hay un elemento negativo ínsito en este mundo edénico, como puede verse en el Primer canto, parte Minerales:

“Cómo podías, Colombia oral/saber que tus piedras descalzas/ocultaban una tormenta/de oro iracundo/cómo, patria/de la esperalda, ibas a ver,/que la alhaja de muerte y mar,/el fulgor en su escalofrío,/escalaría las gargantas/de los dinastas invasores?”. O bien: “El cobre establece sus crímenes/en las tinieblas insepultas”. Este hablante asume este mundo germinal, “Yo duermo entonces con el sueño/de una semilla, de una larva”, bueno en su inocencia, pero que guarda los gérmenes de un desarrollo dualista y necesario, que acepta elementos positivos y negativos La ‘idea’ hegeliana, presente en la concepción nerudiana de la realidad, acepta un dualismo ínsito en el seno de las cosas, y cree en la necesidad de una evolución en términos dialécticos, que comporta elementos negativos y positivos. No existe una concepción axiológica maniquea o absolutista. Si el mundo edénico mostrado al comienzo es ambiguo, guarda valores contrapuestos, el arribo de los conquistadores y la historia americana tendrá también un doble valor. Ellos no aportan sólo el mal al mundo. Puede que sean instrumentos de un desarrollo. El alivio de todo sufrimiento sólo puede llegar con la supresión de las contradicciones principales. Por el momento, la conciencia de permanecer a una hermandad humana es la única posibilidad de supervivencia y rescate.

Alturas de Macchu Picchu es la parte en que el hablante lírico asume la hermandad humana., entre La lámpara en la tierra, canto del mundo precomombino y Los conquistadores, narración de la conquista. El mundo edénico ha revelado ser más bien una especie de mundo germinal, también un mundo pre-lingüístico. La historia de Latinoamérica comienza realmente con el descubrimiento y la conquista. Para narrar la historia, el poeta debe a su vez estar consciente, tiene para ello que penetrar en la estructura profunda de la humanidad, que es la permanente realidad del desarrollo y su calidad doble, y buscar su propio lugar en la hermandad humana, históricamente situada y particularizada como latinoamericana y hermandad en la explotación y el sufrimiento. Luego viene la tercera parte, Los libertadores y luego otras partes que siguen un orden narrativo que culmina en una sección de aglún modo autobiográfica. Esta estructura muestra dos ordenamientos simultáneos. El primero que se adapta a la historia real de Latinoamérica en su periodificación. De hecho podemos distinguir un período precolombiano, conquista y luego colonia y neo-colonia, pues Latinoamérica no ha salido de esa etapa. Por eso, los libertadores van desde los líderes indígenas a los líderes socialistas contemporáneos (El segundo libro de Canto General nos da el marco y la inserción del propio poeta en esa historia). El segundo ordenamiento es cronológico, desde los tiempos de la conquista hasta la situación de clandestinidad contemporánea a la escritura de poema. Es una sucesión de episodios dentro de los grandes períodos que constituyen los momentos estructurales de la historia latinoamericana. Lo que unifica dichos episodios es la lucha de los diversos personajes contra las fuerzas del mal, representadasd por las diversas reacciones y el imperialismo. La lucha se valoriza como elemento positivo, próximo a la noción de praxis, que en la teoría marxista indica la posibilidad del hombre de modificar con su acción la historia. Esto es evidente en la parte de Los libertadores. Allí se establece, mediante esta doble ordenación, una unidad dialéctica. El marco histórico general está dado por el período que abarca el título. La práctica está dada por el heroísmo y fogosidad de cada héroe dentro de los episodios: la praxis puede modificar la historia dentro de ciertos límites. Pero a la vez se muestra una tensión entre ambos elementos. La historia tiene estadios condicionados, determinados por la vigencia de un modo de producción dado. La historia puede ser modificada por la praxis. Surge entonces una doble valorización, que podría ser paradojica, quizás típica del marxismo. Se valoriza el desarrollo histórico que es necesario e inevitable y a la vez se valoriza la praxis humana, que se supone puede cambiar la historia, o modificarla.

Podemos ver la gran emotividad que el poeta pone en cada uno de los episodios de Los libertadores, que testimonian su valorización de la lucha, posibilidad de cambiar la realidad, y el reconocimiento final de que el proceso histórico tiene sus propias leyes, que es lento y acumulativo, como se advierte en las tres estrofas del fin del canto citado. Esta actitud es clara en la parte V del poema:

“Por eso te hablaré de esos dolores que quisiera apartar”, “no para detenernos como en una estación al partir”, “ni tampoco para golpear con la frente la tierra”... “Sino para caminar conociendo, para tocar la rectitud”, “Con decisiones infinitamente cargadas de sentido”, “para que la severidad sea una condición de la alegría, para que así seamos invencibles”.

Aquí aparece el reconocimiento de una lucha larga y minuciosa, aún no cumplida, y se valoriza también el papel del conocimiento. El Canto General propondría una literatura didáctica de nuevo tipo destinada a despertar la conciencia de las poblaciones americanas, que se integran a una lucha secular, unidas en la aceptación de una hermandad en el dolor, pero que el curso de la historia y la acción humana terminarán por abolir, en indefinible medida.


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