(Antología de escritores chilenos residentes en el extranjero)

Hahn Oscar

Oscar Hahn nació en Iquique en 1938. Actualmente reside en Estados Unidos donde es catedrático de la Universidad Iowa y miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua, Ha obtenido destacados galardones a lo largo de su carrera, como el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile y el Premio Municipal de Santiago.
Libros publicados: “Esta rosa negra” (1961), “Agua final” (1967), “Arete de morir” (1977), “Imágenes nucleares” (1983), “Estrellas fijas en un cielo blanco” (1989) y “Poemas robados” (1996). Esta última obra se destaca especialmente por presentar una visión apocalíptica, en la que se mezclan lo popular, lo trascendental, lo lúdico y la denuncia política.


El emborrachado


Saltan los saltimbanquis
sobre los oros y los orines,
saltan los timbaleros
sobre timbales de puercoespines,
saltan titiritando
los borrachines titiriteros.
La mesa que sube a tu altura
bebiendo y bebiendo madera
es tabla de tu sepultura
y es ángel de tu borrachera.
Gotearon del techo las brujas
que están chapoteando en tu vaso:
no bebas sus negras burbujas,
te irás al cajón paso a paso.
Alzaron los duendes el vuelo
y van a empezar su trabajo,
tú quieres pisarlos, y el suelo
no está, siempre está más abajo.
Ya giran en círculos rojos
las cuatro murallas malditas,
ya giran los muebles con ojos
y tú tambaleas y gritas.
Y el vino con ropa de fraile
también es la muerte que espera
meterte borracho en el baile
que bailan allá en la huesera.
Bailan los saltimbanquis
sobre los oros y los orines,
bailan los timbaleros
sobre timbales de puercoespines,
bailan titiritando
los borrachines titiriteros.

 

El viviente


Allí estaba el Viviente, dando vueltas
la rueda del molino.
Sangre, sudor y lágrimas brotaban
de los sacos de harina.
Y negros sacerdotes con canastos
llenos de pan salieron, y volvieron
con monedas de plata, y entonaron
los cánticos gloriosos.
Y el Hombre tristemente los miraba
desde lo Alto de las aspas en cruz,
mientras el sol, violentamente rojo,
quemaba los trigales.

 

Escrito con tiza


Uno le dice a Cero que la nada existe
Cero replica que Uno tampoco existe
porque el amor nos da la misma naturaleza
Cero más Uno somos Dos le dice
y se van por el pizarrón tomados de la mano
Dos se besan debajo de los pupitres
Dos son Uno cerca del borrador agazapado
y Uno es Cero mi vida
Detrás de todo gran amor la nada acecha


Televidente


Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de lowa City
Tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado
La pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca
Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada
a nadie

 

 

 

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