Soledad Iturriaga Abarzúa
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El legado de un luchador


La resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Este
es el caso de mi padre.

A sus 64 años, se ha convertido en un hombre sabio, que observa la vida como el pasar de un río tranquilo, siempre en movimiento y con escenarios distintos, convirtiéndose en el actor de nuevas experiencias y traspasando su conocimiento a quienes lo quieran escuchar.

De la mano de su mujer, en los últimos años han logrado sanar a centenares de personas en el ámbito de la salud emocional y mental, devolviéndoles la confianza en sí mismos. Como un hombre anónimo -fuera de su trabajo en la empresa Codelco-, hoy sale del anonimato y nos cuenta su vida desde su nacimiento, a principios de los años 50.

Un hombre que vivió en carne propia los cambios de la sociedad chilena durante el último medio siglo, deja que los recuerdos vengan e inspiren a sus lectores favoritos, ésos que perdieron la fe en tener un mejor mañana.

Él piensa que el desarrollo personal no tiene límites, no importa dónde hayas nacido, ni en qué condiciones lo hayas hecho. El límite se lo pone uno mismo, señala, pero es muy importante el rol que cumplen los padres y los profesores, especialmente antes de los 12 años de edad. Y agrega, los padres y los profesores no están llamados a ser amigos de los hijos, no es su rol fundamental, para eso están los compañeros del colegio, los primos o sus vecinos.

Los padres y los profesores deben siempre mantener la autoridad sobre los niños, de lo contrario no podrán cumplir cabalmente con su rol de formadores.

Desde Lyon, Francia, donde me encuentro radicada a doce mil kilómetros de distancia de Chile -en la ciudad del autor del principito, Antoine de Saint Exupéry-, decidí escribir este libro porque pienso que la historia de mi padre tiene mucho que aportar.


SOLEDAD ITURRIAGA