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“Las secretarias”

Como jefe de ingeniería de una empresa metalúrgica, me tocó viajar a
Buenos Aires para gestionar la compra de unos equipos, tenía 30 años de edad cuando me sucedió esta vivencia.
-Bernardo, queremos que vaya con Darío, para elegir el equipo más adecuado para nuestra nueva línea de producción -me dijo don Luis, el gerente.
-No se preocupe por los gastos de estadía, todos correrán por la empresa proveedora -agregó don Luis.
Darío era supervisor de producción. Viajamos en avión hacia Buenos
Aires, llegamos al aeropuerto y nos estaba esperando una empresa de taxis para llevarnos al hotel, todos estos gastos los financiaba el proveedor. El hotel era lujoso, estaba ubicado en el centro de la ciudad, un mozo en forma amable nos guió hasta nuestras habitaciones.
Recibí un llamado telefónico, era una voz agradable de una señorita que
llamaba de parte de la empresa proveedora.
-Don Bernardo, ¿cómo llegó del viaje?
-Muy bien, sin novedades... Muchas gracias -le contesto.
-¿Necesita algo en que pueda ayudarle? -me dice.
-No, nada... Muchas gracias -vuelvo a contestar.
-Don Bernardo, le enviaré un taxi en la tarde, la reunión con el gerente
está programada a las 15 hrs.
-Muy bien... como usted diga.
El taxi nos lleva al lugar donde está ubicada la empresa, nos bajamos del
taxi, todo el lugar estaba rodeado de jardines bien mantenidos, entramos a las oficinas, habían muchos cristales que permitían ver hacia fuera los jardines, nos sale a recibir una hermosa mujer morena, alta y delgada, parecía una modelo...
-¿Usted es don Bernardo? -me consulta sonriente.
-Si, vengo junto con Darío, mi colega, a la reunión programada -le
contesto.
-Yo fui quién le llamó por teléfono... don Bernardo -me dice coqueta.
-Tome asiento, el gerente viene pronto... ¿Le sirvo un cafecito? -me
pregunta.
-Muchas gracias -le contesto nervioso.
La miro mientras camina, la veo preciosa... Su vestido estaba apegado al
cuerpo y era amplio hacia abajo, su piel morena y brillante resaltaba como si estuviera húmeda, sentado en el sofá, la veía más alta, sus piernas eran largas y delgadas, usaba unos zapatos de taco alto brillantes...
Observaba que Darío estaba también tan fascinado como yo mirando la
belleza de la mujer, entonces le comento:
-¿Qué le parece la morena?
-Es estupenda -me dice.
-Pero... parece que quiere con usted -agrega.
El comentario de Darío me asusta... me hace recordar a mi señora, que
está tan lejos...
.Aparece ella por una de las puertas con dos café y galletas, sonriente, se inclina un poco para dejar los café en la mesa de centro... veo que se le levanta algo el vestido y muestra más las piernas desnudas, observo también que exquisitamente sus pechos caen inflándose un poquito en la parte desnuda.
-¿Necesita algo más... don Bernardo? -me consulta.
Estoy tan nervioso que no sé qué contestarle, con delicadeza y modales
femeninos, toma asiento en su escritorio de cristal que está justo frente a nosotros.
Mis ojos se van casi instintivamente a mirarle las piernas, trato de mirar
para otro lado, observo que Darío está también mirándola, reconozco que la mujer es realmente atractiva, observo que sus piernas las tiene cruzadas y juntitas, pero su vestido abierto por un lado muestra una de las piernas casi totalmente desnuda, a pesar de tener las piernas delgadas, igual se veían preciosas. Su piel era morena, tostada... en su piel se notaban todas las redondeces de los músculos y los huesos de las piernas, maravillosamente bien dibujados por la naturaleza.
Al mirarla a los ojos, me di cuenta que me había pillado mirándole las
piernas, pero se notaba feliz, sus ojos los veía brillantes e iluminados.
-¿Don Bernardo, tiene calor?
-¿Si desea aumento un poquito el aire acondicionado? -me sugiere.
-No es necesario, muchas gracias -le contesto algo acalorado.
Trato nuevamente de mirar para otro lado, pienso en mi señora, en
mis hijos, pero la mujer resulta demasiado tentadora para dejarla de mirar.
Que importa, si no hay nada malo en mirar. -pensaba en ese momento-, sin embargo, parece que ella nota que estoy tratando de esquivarla.
Entonces comienza a mover la pierna que tenía cruzada y comienza a
abrirla lentamente. Mis ojos no pueden dejar de mirar la escena, la miro a los ojos, como tratando que no me pille, pero ella me sonríe insinuándose y deja adrede la pierna abierta un rato, mostrando sus calzones blancos que resaltan aún más entre sus muslos de piel morena.
La escena es fascinante, la vuelvo a mirar a los ojos y me sonríe como
preguntándome:
-¿Te gusto?
Instintivamente le contesto en mi imaginación:
-Me encantas.
Vuelve a juntar las piernas y las cambia de posición Por un momento
me desconecté del mundo, recién ahí me di cuenta que no estaba Darío y
había ido al baño, la escena había sido solo para mí, no pude compartirla ni comentarla con el colega.
Sale el gerente de su oficina y me dice:
-Ingeniero, disculpe la espera, pase usted.
-Espero que haya sido bien atendido por mi secretaria.
-Es bella su secretaria -le comento.
-¿Le gustó ingeniero, si desea le pido que lo acompañe para que conozca la ciudad? -me sugiere.
-No, muchas gracias -le contesto nervioso.
Darío hace un comentario, poco oportuno:
-Don Bernardo, parece que la morena está interesada en acompañarlo.
El gerente ríe a carcajadas y me comenta:
-En todo caso ella es “brava” en la cama.
Trato de cortar la conversación diciendo:
-Gracias, pero no es necesario, ya tengo una esposa que me ama.
-Muy bien ingeniero, se ve que usted es un hombre ordenado -comenta
riendo el gerente.
Después, terminada la reunión, al salir de la oficina nos estaba esperando
la secretaria sonriente, noto que el gerente le hace un gesto para que nos deje ir, ella parece no hacerle caso, me toma del brazo y se va acompañándome a mi lado, con los pasos lentos, me conversa.
-¿Desea que lo acompañe a algún restauran esta noche?
-Conozco muchos –insiste.
-No, muchas gracias señorita -le contesto.
-El taxi nos está esperando afuera -vuelve a insistir.
-Muchas gracias, es usted amable y bella -le digo.
-Venga a verme antes de volver a Chile -me dice.
-Me encantaría, pero lamentablemente soy casado -le contesto irónico.
Me acompaña hasta el taxi, a través de la ventana me besa en la cara,
diciéndome:
-No me olvide, voy a estar esperándolo.