Dedicación, honestidad, eso ha sido la clave para descubrir
a la escritora dentro del alma de Cucha Cusacovich…
Cuando inicié esta aventura dictando mis talleres literarios
en San Fernando, donde una amiga artista quería fomentar
esta actividad dentro de su núcleo de amistades y conocidas,
todas
mujeres alejadas de la vorágine santiaguina, pero con
mucho interés en desarrollar sus mundos interiores, no
me imaginé que, a poco más de un año y medio,
encontraría
frutos tan
prolíferos, y sobre todo que sería Cucha la primera
en terminar su proyecto. Una novela sorprendente, ágil,
cercana, divertida y dolorosa a la vez.
Fue su determinación y su honestidad, además de una
pluma ligera y sin pretensiones, que poco a poco, nos permitieron
ver surgir un personaje entrañable: Elisa. Una mujer que recuerda
historias de su vida, y de otras vidas, desde una accidentada pausa
que la lleva a replantearse su existencia y a valorar aún
más
todo lo logrado. Porque finalmente lo que hay de fondo de un entorno
familiar, es una herencia traspasada y digerida, a través
de los dolores y del optimismo, a través
de una espiritualidad, pero también de una humanidad herida
que no es capaz de perdonar. Aquí no hay heroínas,
ni pretensiones de serlo, aquí hay una verdad de carne y hueso,
de reflexión profunda, de descubrimientos, que llevan a la
protagonista a entenderse como un simple mortal, que ama y sufre
por los que quiere.
Y como paisaje de toda esta historia, recorremos
de una forma diferente, una época del país, vivida
desde una vereda opuesta, no de revolucionarios, ni de idealistas,
si no de los
que quedaron abandonados, silenciosos, viviendo la realidad.
Una niña, su hermano y su madre, que siguieron adelante
sin quedarse en el pasado.
¿Qué es la familia?... es el entorno que formamos alrededor de
los afectos y los buenos recuerdos, parece decirnos Elisa.
Y ¿qué nos duele en el corazón?... aquello
que no logramos perdonar, aquello que mantenemos oculto hasta
que somos capaces de enfrentarlo.
Bienvenida, Cucha, al mundo de la iluminación de las palabras,
donde todo se puede ver de diferentes maneras, aunque sea siempre
más de lo mismo. Y aunque así sea,
no deja de sorprendernos, porque todos compartimos la misma humanidad.
Claudio Gudmani
Escritor y orgulloso profesor.