Los
martes y Alicia
Carolina
Rivas
Alicia
pensó esa mañana que no era prudente levantarse. Con las
sábanas casi tapándole los ojos respiró su modorra
como en día domingo y no martes-media semana por delante.
Descolgó el teléfono en un acto de defensa personal y
observó un lado de su cara en el espejo, debajo del respaldo
de madera, al lado de la torre de libros sobre el velador, medio enceguecida
por un rayo de luz que cortaba la habitación en dos.
Su cabeza era una pelota de croquet, pequeña y dura en el centro
de un green sin límites. Un solo tiro de la Reina de Corazones
bastaba para que desapareciera del campo visual, atravesando el arco
número 4 de la serie,- la frontera de su dolor de cabeza-.
Imaginó la expectación de la corte entera, arrinconados
en una esquina del espejo, esperando pacientemente que Su Majestad se
decidiera a dar el golpe y Alicia tembló perceptiblemente. Algo
debía ocurrir. Un absurdo absoluto para que la Reina olvidara
su juego y le permitieran
seguir durmiendo, pero su Graciosa parecía estar muy entusiasmada
balanceándose sobre su gruesa figura, alzando el palo por sobre
la altura de los hombros (dos o tres veces alcanzó a contar Alicia),
y con todo el impulso que logró obtener su obesa persona, dió
en el centro mismo de la diminuta cabeza, hasta hacerla salir del límite
del marco metálico del espejo.
"Mal tiro", sentenció Alicia rebotando varias veces
sobre la cómoda con peligro de caer al suelo. Gracias a un frasco
de colonia, quedó en un lugar de difícil acceso para el
siguiente intento. La Reina contrariada asomó por el biselado.
Seguida por la corte obediente y ociosa penetró en la habitación.
"Su Majestad", sugirió un Caballero de Piques, "no
os parece un tanto...la muchacha" ¡Córtenle la cabeza!
ordenó su Graciosa, y la cabeza del desafortunado rodó
hasta chocar contra la pata de la cama de Alicia.
Todos permanecieron en silencio. Afuera se escuchaba el sonido de los
autos, el ruido extraño del mundo de afuera.
Alicia recordó la profunda jaqueca que tenía, rogando
que nada pudiera lanzarla a ningún otro lugar, permanecer ahí,
esfera pequeña sobre la cómoda y que la Reina se aburriera
o decidiera ajusticiar a alguien más por pura inspiración...Pero
fue inútil. Ella logró alcanzar la cumbre del
mueble y balanceándose sobre sus gruesas extremidades con concentración
absoluta, lanzó a Alicia lejos, tan lejos que tanto ella como
los de la corte tuvieron que aguzar la vista ciudad afuera.
Su Majestad se puso de pésimo humor. El juego terminaba sin un
resultado definitivo y declaró prohibido el croquet hasta la
semana siguiente.
Muchas cuadras más allá, Alicia recordaría que
había dejado el teléfono descolgado, que había
olvidado la llave y que para colmo llegaría tarde al trabajo
con esa jaqueca persistente a cuestas. Suspiró resignada. Era
sólo otro martes más que debería llegar por la
noche a levantar el desorden en que esos maniáticos del otro
lado del espejo, suelen dejarle en la pieza.
Carolina
Rivas, chilena, ha publicado sus cuentos en antologías tanto en Chile
como en el extranjero. En 1990 publicó su libro de cuentos "Para amarte
mejor". Desde 1989 dirije el Taller Literario La Maga y desde hace dos
años un taller de creatividad literaria en la Penitenciaría de Santiago.
Durante el año 2001 publicará un segundo volumen de cuentos.