Biografía

José Luis Castillejos Ambrocio nace el 3 de febrero del año 1964 en Venecia, una comunidad costera del municipio de Tapachula, Chiapas, México. Su infancia estuvo vinculada al campo, a los sembríos de maíz, algodón, plantaciones de banano, al mar, donde descubre la urgencia de describir su entorno. A los 19 años de edad es el colaborador más joven de la revista Siempre y reportero del diario El Nacional en la urbe más grande del mundo. Un año después elabora análisis para la oficina de prensa del Gobierno del Distrito Federal y en horas de la madrugada hacía análisis informativos para Caminos y Puentes Federales de México y la Secretaría General de la Contraloría. Tras el terremoto de 1985 decide retornar a Chiapas donde es designado a los 21 años jefe de prensa del Seguro Social y un año después ocupa el mismo cargo en la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos en la costa de Chiapas y después es designado director del diario Tiempo de Chiapas. De esa vertiginosa carrera entra a trabajar para el diario El Universal de México y la agencia Reuters y después en Associated Press, al tiempo que escribia en el diario El Orbe de Tapachula, Chiapas. En 1991, la agencia Notimex lo contrata como su corresponsal en Guatemala donde permanece tres años y lo traslada hacia Lima, Perú desde donde cubre actualmente las noticias de ese país y de Bolivia desde 1994 y son publicadas en el portal http://www.notimex.com.mx

 

 

CHIAPAS

Vengo de una tierra
con olor a café,
bañada por el aroma a mar,
a ríos, a montaña,
a gente cálida,
a besos furtivos.

Soy de Chiapas,
donde el alma tiene el sabor
de la flor de calabaza,
del maíz, a tamales,
a cempoaxuchitl, la flor de muerto,
la de cuatrocientos pétalos.

Vengo de la tierra del sur,
donde se vela a los muertos
con una cruz y un santo,
zahumados con copal y ocote
y olor a parafina
y flor de corozo,
entre gritos de dolor,
y jugadores de póker
y de dados.

Vengo de una tierra
donde se hace pan,
para los vivos
y para los muertos.

El pan de muerto
es una rosca de la vida,
con manteca y azúcar.

En mi tierra, al sur de la nostalgia,
en el sureste mexicano,
los dulceros venden calaveritas de azúcar,
y pepitas de calabaza doradas.

Vengo de la tierra con olor a nanche,
ese fruto de color amarillo,
con fuerte aroma,
más pequeño que una aceituna
que crece en toda tierra tropical.

En las ferias de mi pueblo se come nanche,
en helados, almibarados o
curtidos con aguardiente.

Vengo de esa tierra
y de allí saqué a
pasear la música de la marimba,
a través de la poesía.

Esa es Chiapas,
la tierra de los sabores y olores,
la cuna de los Mayas,
la de la Ceiba y el roble,
el café y la lechuza.

Es la tierra donde Dios
suspiró profundo
y exhaló un paisaje.

 

TIERRA

Vengo de una tierra
sembrada de mangos,
maíz, plátano,
algodón, alegrías
y tristezas.

Mi tierra es así:
irredenta, amorosa
calurosa, a veces silente
otras veces triste.

He visto cabalgar la nostalgia
en el irreverente cañaveral,
en el caliente aire con olor a mango,
ganado, y plátano maduro.

Vengo de una tierra
donde hasta morirse es difícil
y no porque no se quiera
dejar este mundo,
sino porque duele irse
de esta tierra con olor a guayaba,
anonas, tamarindos, cocos
y fruta fresca.

 

 

TEJEDORA

La indígena de Chiapas,
es una tejedora de ponchos e ilusiones
que traza con sus manos líneas y figuras
ilusiones acabadas, pasiones extinguidas.

Sus manos se deslizan con frenesí
Sobre el cordel, lo hila y lo deshila
y teje imaginariamente corazones entre sí
de cuántos por la vida pasan.

Indígena de Chiapas,
veo en ti la estampa de la vida,
cómo aprietas el hilo
cómo le das color a la tela
cómo suspiras y cómo sudas.

De hinojos, con los brazos golpeando el telar
jalando uno a uno los hilos, metiendo los dedos,
tejes pasiones y corazones
construyes así las ilusiones de Dios.

Veo con cuánta paz deslizas tus manos
sobre figuras de conejos, bosques,
pinos de San Cristóbal (Chiapas)
y hace tapices humanos

Deseo que tejieras, de nuevo, la vida
que hilaras muy fino,
extremadamente despacio y buen tino
para evitar desaciertos dolorosos, sin salidas.

Podrías tu acaso tejer una nube?
ese pedazo del algodón gaseoso,
Suspendido en el aire,
de caprichosas figuras geométricas,
en forma de leones y de osos,
de espacios sin rimas, sin métricas.

Crees posible hilar nuevas ilusiones?
trazar nuevas rutas con tu hilo de algodón,
distinto a las terrenales pasiones
frenéticas y desaforadas de la razón.

Jalas hacia tí el pedazo de hilo de lana,
y algodón y aunque busco encontrar tu madeja
en el cesto imaginario de tu vida,
no se mucho de ti.

Sólo se que intentas por unos cuántos pesos
hacer tu manualidad
llevar a tu casa más que dinero
y entregar ilusiones a otros
que se apoderan de un pedazo de ti,
De tu tierra, de tu pueblo.

Indígena de Chiapas,
veo en ti a la leyenda
inexplicable, los verdes cerros,
los pinos floreando, los cafetos,
los telares, el aroma a café,
el agua que corre entre la cañada.

Desearía tan solo por un momento
meterme en tu mente, recorrer tus lagos
tus callejuelas empedradas,
tu casa de adobe,
sentir el humo de tu fogón,
tus tortillas de maíz hechas a mano
y disfrutarlas cerrando los ojos.

La indígena de mi pueblo
es una tejedora de ilusiones
anhelo, alguna vez, que tejiera
una nueva ruta de la vida
con el sentimiento firme
de la mujer de Chiapas
que todo da y nada pide.

La indígena de mi pueblo
viste un rojo huipil,
falda cruzada
y anda con los pies descalzos,
con el niño sobre la espalda,
amarrado por un rebozo.

Así cruza por la vida,
ayuda a las labores del campo,
a, veces, agacha la cabeza ante un extraño
pero la alza altiva cuando defiende su espacio.

La indígena de mi pueblo es una gran mujer,
que lleva a cuestas amores de otros tiempos
tristezas, alegrías, llanto ahogado,
y camina por la vereda
y baja del cerro dando saltitos.

La indígena de mi pueblo es una gran mujer,
es una tejedora de ilusiones,
que teje la suya, cada día, al despuntar el sol,
al cocinar el maíz, hacer el café, echar la tortilla,
llorar con el humo e irse muy calladamente por la vida.



 

EXTRAVIO

En invierno la ciudad de Lima es triste,
gris, fría, media oscura, nostálgica,
húmeda y dolorosa como tu ausencia.

En una de esas tardes me acordé de ti
y no pude seguir caminando,
entré al bar Munich, en un sótano,
frente a una estación de bomberos,
a tomar una cerveza para apagar el fuego
de la pasión que me consume.

Bajé quince gradas y frente a mi
una entrada en forma de barril,
mesas viejas de madera, un triste piano,
y un pequeño murmullo con tu risa imaginaria.

Estabas y no estabas.
Permanecía tu risa cantarina, juguetona,
divertida, estabas en mi mente.

De un sorbo bajé el vaso de cerveza
cuando la noche mordía los llantos apagados,
odiaba los amores idos y dejaba acariciar
la ocasional música del pianista.

Antes de llegar al Munich caminé sin rumbo
y supuse que, en ese instante, tú besabas otros labios
y nuevos brazos rodeaban tu cintura
mientras gemía tu tristeza
en una especie de llanto subterráneo.

Por eso entré a apagar con cerveza esos besos,
los que un día me diste
sin saber que de esa forma clavabas en mí
una daga y me cortabas las alas
para no amar a nadie más.

 

SIEMBRA

Hoy he echado en el surco
semillas de maíz
para que germinen
en poco tiempo
y alimente las gallinas,
y mate el hambre de otras aves.

Puse las semillas en la tierra
oscura, con una pasión
Inimaginable,
las tapé y esperé pacientemente
que brotara la milpa.

Quedé viendo el botón nacer
y vi una nueva forma de vida,
la que Dios nos da en las cosas
más simples.

Al romper el terrón de tierra,
la pequeña milpa empezó
a balancearse,
a frotarse con el viento
y a jugar con mis esperanzas.


 

SUEÑOS

He cerrado mis ojos
para abrazarte imaginariamente,
rodearte la cintura a besos
y morder tu alma.

Intento verte en todo
y en la nada
en las nubes,
en el reflejo del agua.

Me agarro de tu mano,
y escondo el frío
bajo mi piel,
solo suspirando,
viéndote y no.

Me sucede a diario
esos sueños
de montarme en las nubes,
y deslizarme en la cascada
y mordisquear las hojas,
y agarrarte de los hombros.

Pero lamentablemente,
despierto,
no estás allí,
es sólo un sueño...

 

LA PROMESA

Prometí quererte,
pero no pude sostener el juramento;
ni afianzar mi amor y mi querencia,
pudo más mi olvido,
y fascinación por lo prohibido.

Te fui infiel.
¿Pero crees que eso importa ahora?
dudo que olvides,
que dejes de lado el ímpetu
y ordinariamente me reclames,
me eches todo en cara,
reclames y te duela mi fallida promesa.

He prometido, sin embargo;
querer a otras como te quise a ti
mimar el aire, besarlo,
como te amé a ti.
sólo de esa forma,
creo, sin temor a equivocarme,
que expiaré mis culpas,
mi traición...mi desventura.

Efectivamente, prometí quererte!
pero ¿importa eso ahora,
que me he embriagado de amor,
en otros labios, otros besos,
otras caricias, otra mirada?.
te reitero, te fui infiel,
pero prometo pagarte
por cada minuto de desdicha,
por cada instante de amor ido,
por cada beso lanzado al aire,
por el sueño no concretado.

Prometo, reivindicarme,
reinventarme en otros brazos,
otros besos,
otros instantes.
sí que lo prometo!