Un
día mi padre me llevó hasta la cima de un
monte muy alto, y desde allí fue señalando
los campos sembrados, la casa y el valle:
- Algún día...Todo esto será tuyo.
Volvimos en silencio. Me rebelé en contra de tan
generosa entrega porque sabía lo que debería
ocurrir. Bajando la cabeza, le rogué a Dios que me
ayudara a entender. Y los años pasaron...
Antes de ayer murió. Sin prisa y sin calma, como
había pasado toda su vida de trabajo y esfuerzos.
Entonces levanté a mi hijo de la cuna y corrí
hasta el mismo lugar...
- Esta es tu herencia, hijo mío.
Mónica
Volpini
|