En reiteradas ocasiones sentí su mirada inmoral,
pero aquella tarde, sin preámbulos, me tomó
por la cintura y me encerró en su despacho. No hubo
caricias ni seducción, solo la fría demostración
de su poder...
Tuve la intención de sacármelo de encima y
renunciar, pero ni siquiera hice el intento, sencillamente
me entregué y enmudecí, sin oponer resistencia,
en angustiosa oscuridad lloré.
Ahora esquiva mi mirada y mantiene una distancia que duele.
Es inútil disimular, por su conducta todos saben
que caí. También saben que no soy la primera
y que mi contrato duró, el tiempo que le pude eludir.
Andrés
Caballero
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