Ella es la que en realidad aguarda impaciente. No se decide;
es que es
débil de espíritu. Primero, floja, como que
si como que no. Luego ya
le gana el vicio; no tolera la presión y consume…
consume hasta
saciarse y sentirse mareada, en un éxtasis divino
al cual de seguro
volverá a caer en la noche siguiente.
Así son los vicios. Triunfan. Y ella es la que en
realidad consume,
no yo. La junto con una tarjeta de crédito, formo
un cerrillo blanco y
radiante; agarro un tubillo, con un extremo en una fosa
nasal y otro
ahí, aspirando y dale que dale.
Yo no soy el adicto, es ella. Ella no tolera que yo la deje
ahí y no
la aspire; ella no aguanta a ser consumida porque está
enviciada
conmigo, con mi sangre por la cual drena y se siente en
un trance
feliz, aunque sólo sea un breve segundo.
David
Jofré
|