"Las
hijas del fuego". Palpo con mis dedos, como cien calamares negros,
la roja piel del fuego. Encendemos una vela para poder comer con lentitud
caldo de mariposas, mientras se desencadenan el viento y los lobos.
Suben las estrellas en el jardín de la Eirie. Hay una fuente
seca, de piedra. Los niños ascienden al cielo atando globos
multicolores y era la última acción del día.
Antes de
morir veremos la cara verde de los dragones. Dos mujeres rojas se
asomarán por sus pupilas. Los enmascarados bailan mientras
tomo tus manos, me miras desde la otra mesa y te imagino desnuda pero
blanca, cebando tus pies en el húmedo pasto color petróleo
Las noches
caen apresuradamente, carboncillo flotante -guardémonos- sobre
los tejados. Nuestra lentitud se detiene en el aire como una gran
campana de flores, antes de disolverse en el rencor cruel de la mañana,
cuyo sol besa las anémonas y hace cabecear a las flores y brillan
los Verdes Tallos Filudos
"Yo
caminaré". Antes. Yo estoy en mi casa, con mis pensantes
manos temblorosas y un pájaro anida en mi cerebro. Miro la
mesa y respondo los ruegos de las voraces pulgas negras cuyas formas
suelo entrever en los ángulos obscuros del cielo raso. Antes
de rozar mis orejas verdes con sus alas los cuervos volarán
haciendo tremolar la tenida del viajero y la figura misma del mago
que no tuvo suerte que anda por caminos de arena roja, pero mojada,
por selvas estivales en que pájaros rojos enferman las hojas
de los árboles (según el pintor Mansilla)
II
Ahora los campanarios de San Francisco esperan. Dentro de la casa
le dicen: "¿Se sirve te?" Conversan suspendidos como
una copa de luz invertida sobre los tejados, aún negros de
hollín, y la Mujer Roja es perseguida por el Hombre Negro por
la terraza alquitranada, la más alta. Una paloma anida sobre
mi pecho. Un tren pasa. Una gaviota canta. Arena removida por el viento.
El va y ven del mar y pies de los viajeros
Ahora el
rocío se prepara sobre la cordillera y un hálito de
fuego hace rodar en una gran huída a los gatos desde los girasoles
que constituyen su morada
Jueces
secretos deliberan en una pieza verde. Sobre una gran mesa verde.
Es un árbol verde. Mentira. Se trata de un milenario roble
seco
Los sapos
- salamandras - rojas - hacen - evaporarse - el agua de todos los
cauces. Limpiaremos con hongos vivos y gimientes las marcas de viruela
del piso. La luna es una araña y el verdugo destapa las tumbas
para ajusticiar de nuevo los cadáveres. Mas libemos en esta
estancia "Muy lejos viene la mañana y el fuego crepita"