Ernesto Langer Moreno
 
El web de un escritor

 

 

 

Cuentos inéditos

 

El ciego


Cuando me desperté esa mañana, si dijera que toqué la luna con mi mano, sería poco. Fue algo parecido a cuando después de estar años encerrado en la más oscura oscuridad, de pronto, un rayo de luz viene a derrumbar ese muro que te aprisiona, y te ciega.... pero, esta vez hacia el otro lado.... volviéndote a la claridad, a las formas individuales y delineadas, llenas de luz.
Si, esa mañana abrí mis ojos y vi.
Algo común para todo el mundo, salvo para un ciego como yo, dependiente de algún caritativo lazarillo y de un bastón.
La realidad por fin se me aparecía por otro medio que no fuera el tacto, el oído o mi imaginación..... Podía ver..... Allí estaban mi ropa y mi bastón, la cama, la ventana con sus cortinas y un espejo. ¡ Ah ¡ si, un espejo.
Me incorporé y me fui acercando a éste lentamente, mientras veía que mi rostro se iba reflejando en él como si fuera una copia de mí mismo.
Ese era yo. Por primera vez veía mi nariz puntiaguda y mis ojos por tantos años vacíos y sin vida. Descubrí también que mi piel era morena y mi boca de labios pequeños y rosados.
Me toqué la cara, me pasé los dedos por las mejillas y terminé investigando mis orejas con curiosidad.
Tanto era, que sin poder contener mi júbilo, comencé a llorar... y vi esas lágrimas salir de mis ojos y correr por mis mejillas.
Luego me puse la ropa abrochando uno a uno sus botones de memoria, entretanto mis ojos recorrían sin cesar la habitación y escudriñaban sus rincones con la curiosidad de un niño.
Estaba feliz - lo repito - ¿ Quién no lo estaría ?

Emocionado como estaba salí a caminar y dejé mi bastón, inservible, tirado a los pies de mi cama.
Una vez afuera, en la calle, me arrebaté. Era como si estuviera viendo una película en primera fila. En forma instintiva me tapé los oídos con mis manos para aplacar ese ruido insoportable que emitían los autos, los edificios, la gente, los perros, la electricidad y los aviones. Fue como si la ceguera hubiese tenido controlado el nivel de ruido exterior, y desapareciendo, dejó un lugar por donde el ruido ahora me atrapaba.
No sé, tal vez me sentí mareado, no estoy seguro.
Pero, luego me repuse, pude entonces fijar mi vista de nuevo y continuar avanzando sin problema.

Nunca imaginé que las calles estuvieran tan llenas de letreros. Antes de poder habituarme encontré esa omnipresencia publicitaria grosera e insoportable. Era como si quisieran meterme letras e imágenes por los ojos a la fuerza, y por todos lados. Fue una impresión tenebrosa, por decir lo menos.
Atravesé las calles sin miedo, mirando hacia todos lados, seguro. Vi las luces rojas y los discos pare. Los autos detenidos.
Llegué hasta un paradero de buses y me entretuve mirando los recorridos escritos arriba del parabrisas delantero. Nadie quiso ayudarme, nadie tuvo piedad de mi.... y eso por Dios que me hizo sentir confortable.
Subí al bus, pagué mi boleto y miré a los pasajeros. Indiferentes, sentados, esperaban a que la máquina retomara el movimiento. Elegí mi asiento y viajé con ellos observándolos.
Una pareja se besaba en el asiento trasero. Acto seguido me fije en los ojos del conductor que se reflejaban en el espejo retrovisor, y un poco más allá me bajé del bus sin tener que preguntarle a nadie dónde es que estábamos, para dirigirme a la casa de Carmen Gloria, mi novia.

Toqué el timbre, me abrió, y no pudo creerlo.
Estaba más linda que nunca. Había tocado esos senos, pero poder verlos era algo maravilloso. Imaginé inmediatamente sus pezones. Serían rosaditos, limpios y tiernos. Quise verlos.....Y ella comprendió que yo quería verla desnuda y se quitó la ropa, contenta, divertida. Quería que yo conociera con mis ojos lo que ya conocía con mis dedos. La amé por eso.....Y la miré por todas partes mientras la besaba, entre las piernas, el pubis, en su ombligo, donde yo ya había dejado mi marca con mis lamidos de ciego.
Ella no paraba de decir que era increíble.
- Pero, si esto es ¡ increíble ¡
Me preparé yo mismo el café y le serví también uno a ella. Le preparé unas tostadas con mantequilla, y de paso vi una foto mía, con mi bastón y mis lentes oscuros, pegada en uno de los lados del refrigerador.
- ¡ Me quiere ¡ - me dije.


Por la noche fuimos a meternos a un bar, a petición mía. Quería ver como se veía la gente amontonada divirtiéndose, mirándose unos a otros bajo la luz de una lámpara a medio vuelo. Y quería también conocer la cara de un trago, poder ver ese líquido amargo que a veces me endulzaba el cerebro y las ideas. En realidad quería verlo todo, como ustedes supondrán. Quería divertirme y regalar mis ojos por tanto tiempo enceguecidos...... Había que aprovechar la luz, pero también las tinieblas, que siempre son mucho más claras que la terrible oscuridad.
- ¡ Viva la vida¡ - Grité - Acelerado.

Cuando llegamos al bar estaba a media luz. En cada mesa había una vela encendida o por encender, y una música suave amenizaba el ambiente.
Nos sentamos y pedimos un whisky con hielo y una primavera.
Gloria no dejaba de mirarme a los ojos y no me soltaba la mano, asombrada como estaba y llena de júbilo.
Dos o tres mesas más allá dos mujeres rubias atrajeron mi atención. Parecían dos ángeles alrededor de una pequeña mesa redonda.
Deslumbrado ante esa belleza, el corazón casi se me salió por la boca. Transpiré y no pude controlar la dirección de mis miradas.
¡No había visto nunca algo como eso¡ Esas piernas bien contorneadas y el rostro de una de ellas que parecía una verdadera diosa me hicieron babear.... Literalmente.
Tan notorio debe de haber sido que Carmen Gloria se levantó de repente y me dio una cachetada que casi me hizo dar vueltas la cara, y después se fue enojadísima.

Lo que pasó enseguida puede parecer raro. No me importó, la dejé ir, me quedé allí y me acerqué a Patricia para verla de cerca y conocerla.
No le dije que había sido ciego, ¿ Para qué ?. A ella le gustaron mis miradas y mi espalda, y después de conversar un rato salimos de ese bar juntos, derecho a un motel de las afueras de Santiago.
Patricia resultó ser una profesional. Pero no me cobró ni me trató tampoco como a un mero cliente. Porque fue tanto mi apetito por ese cuerpo perfecto, por esas curvas graciosas y exquisitas, que con una extraña e indecible destreza, puse mis dedos en acción.
Un ex ciego puede tener una especie de toque mágico en su tacto, y yo la volví loca...... para el deleite y contemplación de mi lujuria y de mis ojos.
El placer ese fue grandioso y es inefable.
Moverme sin impedimentos, compartir como una persona normal y hacerle el amor, más que el amor a una mujer como esa, fue para mi el néctar de los dioses.
Nunca me hubiera imaginado de cuántas cosas entran por la vista. Figuras como la de ella todavía las tengo grabadas. Aunque, - claro- yo me doy cuenta que ellas no son sino terribles demonios vestidos de ángeles de luz. Ignorados completamente por los ciegos, que tienen otros demonios.

Entonces, viendo lo que veía.... no, si lo reconozco...... no lo voy a negar, ni mucho menos desmentirlo.... la belleza de esas mujeres me atrapó.
Entre ellas se pasaron el dato y tuve sin ningún problema perfectas amantes para casi todas las noches del año. Mujeres que se cuidaban con esmero para permanecer siempre bellas y ardientes. Hembras acostumbradas a los hombres, pero que conmigo perdieron el rumbo, se desataron, se extraviaron sin que pudieran contenerse.
A ninguna le dije que había sido ciego ¿ para qué?. No sé si eso les habría agregado algo a su pasión y a su placer.
Me sentí el dueño de todo un harem, el hombre más satisfecho del mundo. Las mujeres me buscaban. Me había convertido en un amante perfecto. Ese era yo.
Hasta que desperté, descendiendo de nuevo a las tinieblas y de allí a la misma antigua y horrible oscuridad. Enrollado entre mis sábanas de ciego, sobre la misma almohada. Con un dolor de cabeza de los mil demonios y con una lágrima invisible que nunca en realidad podría ver.
Si... porque lamentablemente para mi, todo no había sido más que un sueño de ciego, de un pobre ciego que no puede ver....... pero que sueña con hacerlo.

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