El
ciego
Cuando me desperté esa mañana,
si dijera que toqué la luna con mi mano, sería
poco. Fue algo parecido a cuando después de estar años
encerrado en la más oscura oscuridad, de pronto, un rayo
de luz viene a derrumbar ese muro que te aprisiona, y te ciega....
pero, esta vez hacia el otro lado.... volviéndote a la
claridad, a las formas individuales y delineadas, llenas de
luz.
Si, esa mañana abrí mis ojos y vi.
Algo común para todo el mundo, salvo para un ciego como
yo, dependiente de algún caritativo lazarillo y de un
bastón.
La realidad por fin se me aparecía por otro medio que
no fuera el tacto, el oído o mi imaginación.....
Podía ver..... Allí estaban mi ropa y mi bastón,
la cama, la ventana con sus cortinas y un espejo. ¡ Ah
¡ si, un espejo.
Me incorporé y me fui acercando a éste lentamente,
mientras veía que mi rostro se iba reflejando en él
como si fuera una copia de mí mismo.
Ese era yo. Por primera vez veía mi nariz puntiaguda
y mis ojos por tantos años vacíos y sin vida.
Descubrí también que mi piel era morena y mi boca
de labios pequeños y rosados.
Me toqué la cara, me pasé los dedos por las mejillas
y terminé investigando mis orejas con curiosidad.
Tanto era, que sin poder contener mi júbilo, comencé
a llorar... y vi esas lágrimas salir de mis ojos y correr
por mis mejillas.
Luego me puse la ropa abrochando uno a uno sus botones de memoria,
entretanto mis ojos recorrían sin cesar la habitación
y escudriñaban sus rincones con la curiosidad de un niño.
Estaba feliz - lo repito - ¿ Quién no lo estaría
?
Emocionado
como estaba salí a caminar y dejé mi bastón,
inservible, tirado a los pies de mi cama.
Una vez afuera, en la calle, me arrebaté. Era como si
estuviera viendo una película en primera fila. En forma
instintiva me tapé los oídos con mis manos para
aplacar ese ruido insoportable que emitían los autos,
los edificios, la gente, los perros, la electricidad y los aviones.
Fue como si la ceguera hubiese tenido controlado el nivel de
ruido exterior, y desapareciendo, dejó un lugar por donde
el ruido ahora me atrapaba.
No sé, tal vez me sentí mareado, no estoy seguro.
Pero, luego me repuse, pude entonces fijar mi vista de nuevo
y continuar avanzando sin problema.
Nunca
imaginé que las calles estuvieran tan llenas de letreros.
Antes de poder habituarme encontré esa omnipresencia
publicitaria grosera e insoportable. Era como si quisieran meterme
letras e imágenes por los ojos a la fuerza, y por todos
lados. Fue una impresión tenebrosa, por decir lo menos.
Atravesé las calles sin miedo, mirando hacia todos lados,
seguro. Vi las luces rojas y los discos pare. Los autos detenidos.
Llegué hasta un paradero de buses y me entretuve mirando
los recorridos escritos arriba del parabrisas delantero. Nadie
quiso ayudarme, nadie tuvo piedad de mi.... y eso por Dios que
me hizo sentir confortable.
Subí al bus, pagué mi boleto y miré a los
pasajeros. Indiferentes, sentados, esperaban a que la máquina
retomara el movimiento. Elegí mi asiento y viajé
con ellos observándolos.
Una pareja se besaba en el asiento trasero. Acto seguido me
fije en los ojos del conductor que se reflejaban en el espejo
retrovisor, y un poco más allá me bajé
del bus sin tener que preguntarle a nadie dónde es que
estábamos, para dirigirme a la casa de Carmen Gloria,
mi novia.
Toqué
el timbre, me abrió, y no pudo creerlo.
Estaba más linda que nunca. Había tocado esos
senos, pero poder verlos era algo maravilloso. Imaginé
inmediatamente sus pezones. Serían rosaditos, limpios
y tiernos. Quise verlos.....Y ella comprendió que yo
quería verla desnuda y se quitó la ropa, contenta,
divertida. Quería que yo conociera con mis ojos lo que
ya conocía con mis dedos. La amé por eso.....Y
la miré por todas partes mientras la besaba, entre las
piernas, el pubis, en su ombligo, donde yo ya había dejado
mi marca con mis lamidos de ciego.
Ella no paraba de decir que era increíble.
- Pero, si esto es ¡ increíble ¡
Me preparé yo mismo el café y le serví
también uno a ella. Le preparé unas tostadas con
mantequilla, y de paso vi una foto mía, con mi bastón
y mis lentes oscuros, pegada en uno de los lados del refrigerador.
- ¡ Me quiere ¡ - me dije.
Por la noche fuimos a meternos a un bar, a petición mía.
Quería ver como se veía la gente amontonada divirtiéndose,
mirándose unos a otros bajo la luz de una lámpara
a medio vuelo. Y quería también conocer la cara
de un trago, poder ver ese líquido amargo que a veces
me endulzaba el cerebro y las ideas. En realidad quería
verlo todo, como ustedes supondrán. Quería divertirme
y regalar mis ojos por tanto tiempo enceguecidos...... Había
que aprovechar la luz, pero también las tinieblas, que
siempre son mucho más claras que la terrible oscuridad.
- ¡ Viva la vida¡ - Grité - Acelerado.
Cuando llegamos al bar estaba a media luz. En cada mesa había
una vela encendida o por encender, y una música suave
amenizaba el ambiente.
Nos sentamos y pedimos un whisky con hielo y una primavera.
Gloria no dejaba de mirarme a los ojos y no me soltaba la mano,
asombrada como estaba y llena de júbilo.
Dos o tres mesas más allá dos mujeres rubias atrajeron
mi atención. Parecían dos ángeles alrededor
de una pequeña mesa redonda.
Deslumbrado ante esa belleza, el corazón casi se me salió
por la boca. Transpiré y no pude controlar la dirección
de mis miradas.
¡No había visto nunca algo como eso¡ Esas
piernas bien contorneadas y el rostro de una de ellas que parecía
una verdadera diosa me hicieron babear.... Literalmente.
Tan notorio debe de haber sido que Carmen Gloria se levantó
de repente y me dio una cachetada que casi me hizo dar vueltas
la cara, y después se fue enojadísima.
Lo
que pasó enseguida puede parecer raro. No me importó,
la dejé ir, me quedé allí y me acerqué
a Patricia para verla de cerca y conocerla.
No le dije que había sido ciego, ¿ Para qué
?. A ella le gustaron mis miradas y mi espalda, y después
de conversar un rato salimos de ese bar juntos, derecho a un
motel de las afueras de Santiago.
Patricia resultó ser una profesional. Pero no me cobró
ni me trató tampoco como a un mero cliente. Porque fue
tanto mi apetito por ese cuerpo perfecto, por esas curvas graciosas
y exquisitas, que con una extraña e indecible destreza,
puse mis dedos en acción.
Un ex ciego puede tener una especie de toque mágico en
su tacto, y yo la volví loca...... para el deleite y
contemplación de mi lujuria y de mis ojos.
El placer ese fue grandioso y es inefable.
Moverme sin impedimentos, compartir como una persona normal
y hacerle el amor, más que el amor a una mujer como esa,
fue para mi el néctar de los dioses.
Nunca me hubiera imaginado de cuántas cosas entran por
la vista. Figuras como la de ella todavía las tengo grabadas.
Aunque, - claro- yo me doy cuenta que ellas no son sino terribles
demonios vestidos de ángeles de luz. Ignorados completamente
por los ciegos, que tienen otros demonios.
Entonces,
viendo lo que veía.... no, si lo reconozco...... no lo
voy a negar, ni mucho menos desmentirlo.... la belleza de esas
mujeres me atrapó.
Entre ellas se pasaron el dato y tuve sin ningún problema
perfectas amantes para casi todas las noches del año.
Mujeres que se cuidaban con esmero para permanecer siempre bellas
y ardientes. Hembras acostumbradas a los hombres, pero que conmigo
perdieron el rumbo, se desataron, se extraviaron sin que pudieran
contenerse.
A ninguna le dije que había sido ciego ¿ para
qué?. No sé si eso les habría agregado
algo a su pasión y a su placer.
Me sentí el dueño de todo un harem, el hombre
más satisfecho del mundo. Las mujeres me buscaban. Me
había convertido en un amante perfecto. Ese era yo.
Hasta que desperté, descendiendo de nuevo a las tinieblas
y de allí a la misma antigua y horrible oscuridad. Enrollado
entre mis sábanas de ciego, sobre la misma almohada.
Con un dolor de cabeza de los mil demonios y con una lágrima
invisible que nunca en realidad podría ver.
Si... porque lamentablemente para mi, todo no había sido
más que un sueño de ciego, de un pobre ciego que
no puede ver....... pero que sueña con hacerlo.