Alentado, el creyente, tenía
la fuerza necesaria para mover una montaña.
Cada día, al amanecer,
elevaba sus ojos hacia el cielo y agradecía tantas bendiciones.
Hasta que un día al diablo
se le ocurre zarandearlo.
Y entonces, no fue capaz de levantar
ni siquiera una piedrecilla
y verdaderamente no veía
ahora por qué dar las gracias.
Que complicado es todo esto
!- admitió reflexionando -.
Antes todo era claro y maravilloso
y ahora todo es oscuro y espeluznante.
¿Podrá ser que Dios
sea más pequeño que el diablo ?
Entonces, Dios, al escuchar que
éste dudaba de tal modo, obligó al diablo a detenerse.
- Qué quieres, le dijo,
¨ acaso pretendes arrebatarme este creyente ?
- Yo, noooo, le contestó
el demonio, cruzando sus dedos a la espalda,
sólo quería probarlo.