Todas las noches lo agarraban
de las mechas y le destapaban los pies violentamente.
Pero, él era valiente y
no pensaba abandonar su casa por algunas triquiñuelas de
fantasmas.
Estaba decidido a resistir costara
lo que le costara.
Así llegó una noche
en que los mismos fantasmas se aburrieron y decidieron enfrentársele.
- Oye tú, le dijeron, cómo
es que no nos temes, si somos horribles y espantosos
y más de un resfrío
te hemos ya causado.
El se quedó mirándolos
y se echó a reír a carcajadas.
- Lo que pasa, les respondió,
es que ustedes en vez de darme miedo me dan pena.
Si yo me voy ¨a quién
asustarían?.
Además, las mechas que
ustedes cogen son de una peluca que hace tiempo me compré.
Y los pies que ustedes destapan
no son más que dos piezas ortopédicas.
No hace falta decir que, después
de esa noche, los fantasmas se mudaron.