¿Tiene futuro el libro impreso?

 

Por Víctor Bórquez Núñez

 

Para nadie es un misterio que el libro digital registra un incremento cada vez más acelerado en el panorama mundial.

Como paradoja, mientras el libro impreso está ad portas de cumplir 570 años desde la invención de los tipos móviles que dio origen a la imprenta de Juan Gutenberg, existe la clara amenaza de su desaparición si prospera la tendencia de emplear los sistemas electrónicos, situación que ha revolucionado el comportamiento humano planetario respecto de la lectura.

Existen autores que plantean un temor todavía más grande y preocupante: no es tan relevante, dicen, que se popularicen los sistemas electrónicos para leer libros, lo que sí resulta nefasto es constatar la disminución cada vez más evidente de lectores. Porque si se asegurara que a través de todas las plataformas existentes la gente está leyendo más y mejor, no habría ningún drama en entender que lo único que ha variado es el soporte y el romanticismo de tener el libro en las manos y manipularlo en todo el amplio espectro de esa palabra.

No obstante, pareciera que hoy cada vez son menos los que leen, de manera sistemática, comprensiva y críticamente.

Sabemos que la Humanidad transita a velocidades impensadas y que esta aceleración de los procesos sociales trae como consecuencia el hecho de que cada vez son menos quienes leen.

Hay quienes son lapidarios en señalar consecuencias concretas referidas al tema de los medios de comunicación masivos y digitales: el ser humano está atrapado por el consumo de la televisión y toda la gama de derivados como la telefonía inteligente, los tablets y los juegos electrónicos. Esto ha traído aparejado el descuido de la formación y se ha relegado el cultivo del espíritu. En este escenario, pareciera que el consumo de televisión deteriora de manera paulatina, la capacidad de gozar y fortalecer la formación de los seres humanos, expuestos de modo inclemente a los rayos catódicos.

Resultan alarmantes algunos datos: muchos países latinoamericanos, entre ellos algunos que eran ejemplo de buenos lectores, han disminuido sus índices culturales a extremos impensados; a esto se suma el hecho que los colegios y las universidades no fomentan los hábitos de lectura y, peor aún, puede hablarse con toda propiedad de una generación completa que no fue educada para leer. Algunas cifras: en España se leen 10,3 libros al año, en Chile 5,3 libros, en Argentina 4,6 y en Perú 3. Mientras tanto, el 31 por ciento de los bogotanos nunca lee ningún libro.

Resulta obvia la pregunta: ¿Qué sucederá en el futuro cercano con tal pobreza intelectual?

Independiente de cuál sea la manera en que cada persona escoja para culturizarse –en libro impreso o en su versión digital- nadie puede negar esta triste realidad: cada vez se lee menos y por tanto, cada vez el ser humano se acerca más a un grado de ignorancia absoluta respecto del valor y la trascendencia que tiene el solo hecho de leer un libro.

 
Leer libro digital

 

 

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