Rebeldes y olvidadas escritoras del 50


por Virginia Vidal


Falta revisar históricamente cómo se ha ido produciendo el ingreso y legitimidad de la figura de la mujer escritora a partir de la década de 1950 del siglo pasado en el campo literario. Esos años de plena guerra fría no eran muy promisorios: en Chile, represión por la ley de “defensa” de la democracia, persecución de Neruda; en el exterior: maccarthismo, asesinato de los esposos Rosenberg; la lucha por la paz, contra las armas nucleares... Entonces surgió poderosa la voz de Gabriela con "La palabra maldita" (conocí el invaluable original, mandado con una carta de la poetisa a Elena Caffarena).

Se podría decir que las mujeres se tomaron el sitio antes de ser admitidas en este campo, empezando por poetisas notables: Stella Díaz Varín, Cecilia Casanova además escribió la novela Vesania;Raquel Weitzman, Raquel Jodorovsky, Raquel Señoret, Ester Matte.

Entre las narradoras se destacan Margarita Aguirre, M. Elena Gertner notable actriz, dramaturga y novelista, Teresa Hamel, Marta Jara quienes fueron las primeras en irse apoderando de espacios. Luego Mercedes Valdivieso revela gran potencia al demostrar la degradación de los descendientes de encomenderos, dueños de las grandes haciendas. No siempre reconocidas por sus pares masculinos quienes más que preocupados de la obra y su aparición, sacaban cuentas de fechas de nacimiento y trataban de relegarlas a la generación del 38. Eso sí, críticos como Ricardo Latcham valoraron oportunamente a algunas.

También considero en ese grupo a Magdalena Vial Escala. Las fechas de publicación de sus libros suelen ser engañosas con respecto de la escritura misma, porque muchos esperaron largos años antes de ver la luz. Estas narradoras se caracterizaron por una gran imaginación a la vez que por su sensibilidad para enfocarla realidad de un país fracturado y profundamente segregado socialmente. Fracturado como espejo roto en cada pedazo muestra algo, es muy posible que la verdad emergente también esté fracturada. Este es un el país donde muchas veces la afirmación de la identidad pareciera radicar en la ausencia de memoria y en el culto al olvido.

Como cumpliendo el destino obligatorio de sus antecesoras, casi todas ellas provenían de familias dueñas de la gran propiedad de la tierra; en más de una ocasión he puesto énfasis en que Diamela Eltit romperá con este sino al dar voz a las oprimidas y desposeídas.

Simone de Beauvoir influye en ellas en mayor o menor medida. Eso sí, fue fruto de sus propias experiencias constatar que la independencia de la mujer empieza en el monedero.

Margarita Aguirre (30.12.1924-2003) Su primer libro muy poético de gran delicadeza y melancolía, donde juegan dolor, tiempo y soledad, es Cuaderno de una muchacha muda, 1951. Autora de la primera biografía del poeta:Genio y figura de Pablo Neruda, 1964, bajo el sello de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, en un tiraje de 30 mil ejemplares. Fue reeditada varias veces. Tiempo después amplió y enriqueció el libro y lo rebautizó como Las vidas de Pablo Neruda.Publicó en Argentina sus tres novelas: El huésped, premio Emecé de novela. La culpa y El residente. Esta escritora es muy importante pero sigue siendo desconocida.

Marta Jara (18.05.1919-21.10.1972). A medio siglo de la publicación de El Vaquero de Dios, conjunto de admirables cuentos de Marta Jara que sólo pervivían en la memoria de unos pocos, volvieron a ver la luzen edición de Lom, 1999.

Ricardo Latcham en su Antología del Cuento Hispanoamericano (Zig—Zag, 1958), le publicóLa camarera. En dicha antología suceden al prólogo las noticias biobibliográficas de los autores, entre las cuales el autor afirma que Marta Jara “se reveló como escritora de firme talento y seguridad narrativa en su único volumen publicado, El Vaquero de Dios, aparecido en 1949: “Al iniciarse, en el campo del cuento, se ubica en un ángulo de realismo criollista, pero con recursos audaces y diversos a los de sus antecesores. Sabe también adaptar los elementos folklóricosa la técnica de la novela corta, con soltura y verismo en los diálogos campesinos. En el último tiempo consagra su atención a otros asuntos, extraídos de su mayor experiencia, en que acendra la nota psicológica y el estudio de los personajes más complicados y menos tradicionales que los encaradosen El Vaquero de Dios".

Nicomedes Guzmán incluyó El Hombrecito en su Antología de cuentos chilenos (Nascimento, 1969). El Vaquero de Dios está integrado por cinco cuentos: Ño Juan, Gancho “El Chis”, El buey “Galantía”, El “Camarada” y el que da título al libro.

Marta Jara desmitifica definitivamente la mentira del “hombre sencillo” al ofrecer una rica interpretación de las relaciones tejidas en la familia, entre los hombres, los resultados de la perversa economía sustentada en el inquilinaje, el vínculo entre hombres y animales, la compenetración del hombre con la naturaleza, sin omitir algo siempre presente en ella: el amor al niño, al niño en su difícil proceso de devenir adulto, muchas veces antes de tiempo, forjado por la dura vida del campo, una vida que no resiste forma alguna de idealización. En estos relatos, realiza la trascripción fonética del habla campesina que abandonará más tarde para darle plena importancia a la sintaxis. Todo lo que ella escribe está inspirado en la vida misma, en lo vivido por ella, en el entrañable testimonio.

Con Surazo (Zig—Zag, 1962, segunda edición 1964, prólogo de Juan Agustín Palazuelos) obtuvo en 1961 el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile y el Premio Municipal, además, fue elegido por la crítica como el mejor libro de 1962. En este conjunto de cuatro relatos, Surazo, verdadera “nouvelle” el primero, y El Hombrecito,El Yugo,El Vestido, supo recrear el drama de la soledad isleña de Chiloé, donde los seres humanos sobreviven desarrollando sus relaciones en unentorno hostil: palafitos inseguros acometidos por el constante flujo y reflujo de las mareas, custodiada por los los buitres encargados del aseo, vigías implacables. La autora sabe retratar esas vidas arrebozadas porla monotonía y la rutina, esas existencias de pocas palabras e intensas emociones soterradas bajo aparente indiferencia. Su prosa es eficaz, austera, pero muy rica para forjar un realismo crudo, doloroso, y dar cuenta de los más sutiles matices de las mentes de sus personajes.

Marta Jara usa el lenguaje para darle relieve a seres en apariencia humildes, pero valientes, con un coraje manifiesto en el afrontar la realidad cotidiana y la naturaleza avasalladora. El paisaje y los fenómenos naturales no son externidades que merezcan descripción aparte, sino fibra misma de los seres humanos, en interrelación permanente: turbión, tempestad, deslizamiento de tierra, temporales arrasantes, terremoto ciego embaten al hombre sin darle tregua ni permitirle saborear su soledad ni concentrar su desvelo en la mejor manera de remontar la pobreza. La escritora sabe atrapar el resuello del humano sumido en el miedo. Su prosa impecable, la precisión de sus adjetivos, la eficacia de sus verbos esculpen el desamparo de unas vidas revenidas por la soledad y la lluvia, de unas almas encogidas ante los designios de divinidades implacables. Alguna vez se discutió si era costumbrista, criollista, neorrealista o superrealista. Medio siglo de olvido da la escueta respuesta: Marta Jara es una escritora clásica de la literatura chilena, clásica por viva, por vigente, por haber sabido manejar con propiedad el idioma, por haber hecho de su oficio una pasión, por haber sabido interpretar un interesante aspecto de nuestra identidad, y como tal debe ser leída.  

Marta muere de una peritonitis postoperatoria, según reza su certificado de defunción. Marielena Abramson, nuera de Marta Jara, viuda de su hijo único Paolo Longone, me escribió contando el fin de la vida de su suegra. Ella cuidó a Marta de lo que se pensó al inicio era un trastorno intestinal. A los cuatro o cinco días se agravó al punto, que sin medios económicos para llamarle un médico, la llevaron a la emergencia de la Posta Central, donde murió sola, en una sala común... “No me dejaron acompañarla cuando la llevamos y nos pidieron dinero para sus medicinas… y también necesitaban sangre”, dice Marielena. “Al día siguiente, se presentó en el departamento un señor cuyo nombre no recuerda, un viejo amigo de Marta que había escuchado por la radio de nuestro pedido de donación de sangre, era un señor anciano, distinguido, pudiente y por lo que Paolo me contó, famoso... desgraciadamente su nombre desapareció de mi memoria. , porque su ayuda fue impagable... Cuando fui a verla en "horas de visita", me dijeron que había muerto. Tampoco me dejaron verla. Una de las tareas más difíciles y tristes de mi vida, fue comunicarle a mi esposo de la muerte de su madre...no la vimos hasta que su cuerpo se hallaba en un ataúd en la Casa del Escritor...”

Teresa  Hamel (20.04.1918-18.03.2005). Después de la muerte de Neruda, muchas veces compartimos veladas con Matilde Urrutia quien en esos días no tenía más amiga que Teruca, prueba de ello es la novela estupenda, pero injustamente borrada del mapa literario, Leticia de Combarbalá(1988). En estanovela está viva la presencia del poeta, a quien ella acompañó hasta el final junto a Matilde Urrutia. Obrainjustamente postergada no ha sido distribuida en librerías ni comentada con la seriedad que merece. De ella emana el repudio a la cultura del miedo para convertirse en un canto a la libertad, una zancadilla a la muerte.  Reñaca fue su último empeño cuando ya estaba enferma. Teresa Hamel desvirtúa en cuentos de sólida facturala innoble falacia denominada "gente sencilla" que en la literatura y en la vida sólo ha tenido como objetivo el rechazo a la capacidad de pensar y poner en tela de juicio pseudo verdadesemanadas de esquemas distorsionadores. Su defensa de la naturaleza, su amor a la fiesta popular al contacto con la multitud abigarrada, no se contradicen con la visión sagaz, madura, plena de humor y vitalidad. Dadme el derecho a existir (Ed.Aconcagua, 1985), incluye el cuento La sorpresa, Premio Internacional "Julio Cortázar”1984; obra derica factura testimonial, denuncia atentados diversos contra las derechos humanos durante la dictadura de Pinochet, trasunta dolor, ira y sublevación y traspasa las fronteras locales para adquirir categoría universal.

Viaje de agrado con una ingenua a cuestas impresiona por su originalidad y agudo sentido de observación, a parejas con el del humor: ella puede captar escenas verdaderamente surrealistas:

“Asomada al corredor, aguaito hacia la casa de enfrente y en un dormitorio atisbo a una veterana en una mecedora que se enjua­ga los pies en un lavatorio. Un adolescente se los jabona. Depronto la anciana interrumpe su balanceo y hace una seña autoritaria al muchacho. Ante mi asombro, él le levanta uno delos pies y le chupa cada uno de los dedos. Ella, dichosa, can­turrea. Enseguida repite la operación con el otro y se los secacon una toalla. La veterana se ata un par de globos en lostobillos y comienza a abanicarse. El muchacho se incorpora, vahasta un armario de donde extrae palillos y lana, se sienta en unpiso de totora junto a ella y principia a tejer.”

Su inagotable amor por las fiestas tradicionales resalta en su admirable versión de la Tirana: “Los bailarines seagachan, se incorporan, saltan, se contorsionan, se encuclillan, juntan, estiran los pies, nadie pierde el ritmo en ese baile desesperado, truculento, atlético. Se esfuerzan porque su danzaresulte la más perfecta y atractiva. Una virgen en un velero, lapasean a la carrera, tras ella van los chunchos con sus altoscucuruchos de vistosas plumas. Las llameras bailan en un círculoobedeciendo al son de la campanera. Se detienen, unen las huasquillas tejidas y las hacen girar agitándolas. Destella la plata de las cucharas que aprisionan sus pechos. El colorido múltiple de las faldas se esparce y se cierra como pétalos.Tongos. Capas. Globos de papel multicolor se elevan lentamente, suben enormes flores que van hacia la luz.”

No menos dramático resulta su testimonio sobre la vil depredación de los tesoros arqueológicos de los kunza: “De pie, rodeada de arena y de un desparramo de huesos yesqueletos, cráneos y tibias en un macabro desorden, y de tantatumba profanada, saqueada, me sentí confundida. Sin embargo, antela perspectiva de desenterrar un misterio, atraída poderosamentehacia un sitio determinado, dije:"Aquí". Socavamos como ochenta centímetros de profundidad hasta queapareció el trapo rubio tostado con listas oscuras de lana dehuanaco, atado con una cuerda también de lana. Lo sacamosintacto. Una extraña emoción me alteró. ¡Qué poco pesa el hombre!El saco ya afuera se redujo a un bultito enovillado: apenasalcanzaba el metro. Al abrirlo, hallamos otro saco de hilado másfino que el anterior sin listas oscuras, que hacía de mortaja.”

Un aspecto desconocido de sus innumerables inquietudes e iniciativas creadoras queda de relieve cuando habla del ballet que iba a crear con destacados artistas nacionales: “Proyectaba un ballet inspirado en los bailes deAndacollo, en su leyenda y en su música. Había creado el argumento y parte de la coreografía la planeé junto a Ruby D'Ottone, quien poseía capacidad para ello. El compositor Roberto Falabellaescribió la música.”

Este viaje por Chile, la busca de la semilla, el afán de defender al humano y a la naturaleza, revela que cuando Teresa Hamel se llama a sí misma ingenua, y pudiera pensarse de buenas a primeras,que esta palabra significa algo así como cándida o incauta, usa una palabra cuyo origen corresponde a “nacida libre“. Reiteramos que constituye rasgo esencial de su obra la asunción de la rebeldía y, a través de ella, la reafirmación de la libertad y el desafío a la muerte.

Magdalena Vial Escala (1921-1984). Poetisa, narradora, pintora, se pega un tiro en el corazón con un revolver de calibre 22 el viernes 25 de mayo de 1984 en el quinto piso del edificio Diego Portales, sede del gobierno de Pinochet, que fue el Palacio de la Cultura “Gabriela Mistral”, inaugurado durante el gobierno de Salvador Allende. Allí trabajaba como telefonista. Minutos antes de su última decisión, Magdalena llama a Isabel Velasco, directora de la Sociedad de Escritores, le dice que se va a matar porque le han negado el reconocimiento a sus años de servicio y jubila con una pensión de hambre: no le alcanzará ni para pagar el arriendo de su departamento; tampoco acepta la forma en que la tratan. Añade: “Isabel, te dejaré dedicado mi último libro”, y corta. Su amiga antes de salir del asombro, llama al Diego Portales. Se niegan a decirle nada y jamás le entregarán el libro ni la carta que le dejó.

Se sabe que cumplió ciertos rituales en vísperas de cometer el acto definitivo: se cortó su cabellera para mandarla a un hombre que la había desengañado. También consultó a un médico para que le indicara el lugar exacto de su corazón.

Luego de oír el disparo, los funcionarios gobiernistas sacan rápidamente su cuerpo, lo llevan al Instituto Médico Legal donde no le permiten el acceso a su familia ni a nadie.

Después se constata que allanan el departamentito de Magdalena y se llevan parte de su correspondencia, luego de revolverlo todo. ¿Qué podían hallar? Sus libros, el álbum familiar, sus fotos de jurado en diversos concursos literarios; la copia del discurso sobre los derechos humanos que poco tiempo antes había pronunciado en el PEN Club; media docena de cartas que le mandó el crítico Hernán Díaz Arrieta, Alone; una dedicatoria de Pablo Neruda firmada en el Hotel Crillón cuando su despedida al ser designado embajador en Francia.

Ningún diario informa de su muerte. De su funeral vigilado se encargan las propias autoridades; no se reproduce el discurso fúnebre de Fernando de Undurraga, pero es oído por sus doloridos deudos escritores, entre los cuales se pueden ver a Isabel Velasco, Teresa Hamel, Braulio Arenas, Enrique Lafourcade. Todos los medios la tapan de silencio y olvido. Hasta ahora. El silencio sigue: cuando se cumplieron los sesenta años de la llegada del Winnipeg, nadie recordó a la Magdalena Vial que escribió la novela Treinta días (1983) sobre la epopeya del barco que trajo a Chile a los refugiados españoles. En esa obra ella afirma: “nunca hubo un exilio tan rico en profesionales de toda índole que entregaron tal entusiasmo en otorgar sus conocimientos y sus obras a un país”. La autora revela en su libro toda la iniciativa de Neruda, las vacilaciones del presidente Aguirre Cerda, la travesía, la acogida generosa por parte del pueblo chileno.

Magdalena Vial Escala, mujer de belleza irreal y simpatía avasalladora, de cabello platinado e inmensos ojos de aguamarina, fue poetisa, narradora y pintora destacada, pero aún no valorada como se merece. Su sola vida es la más novelable que se pueda imaginar. Hija única de padres millonarios que se arruinaron, nació el 22 de marzo de 1921 en Valparaíso; se inclinó por la vocación religiosa, siendo novicia permaneció unos años en el convento hasta descubrir que ésa no era su más profunda inclinación; azafata de la LAN, fue la primera que voló hasta Punta Arenas; modelo; vendedora de materiales de construcción; arsenalera en un hospital; operadora de IBM. Todas sus experiencias las plasmó con lenguaje depurado y vibrante en sus numerosos libros. En muchos aspectos su sensibilidad, su amor a la naturaleza, su capacidad para expresar con sencillez y agilidad los matices del sentimiento la tornan comparable a Marta Jara.

Dejó un libro póstumo autoeditado: Arpegio de amor y muerte (1984), en cuya tapa uno de sus óleos revela un paisaje de violenta belleza. Esta novela de amor contiene páginas únicas en nuestra literatura: Magdalena logra comunicar al lector la sensación prodigiosa de Alejandra, la enfermera que sostiene en sus manos el corazón latiente de un hombre con el pecho abierto. Traspasa la imagen de la crueldad estupenda de la enfermedad que se ensaña con un muchacho hermoso, planteando de paso un asunto ético: ¿tiene derecho un médico a mutilar a un hombre para prolongarle un resto de vida en un cuerpo liquidado? Pero lo más asombroso de esta obra premonitoria es la capacidad de la autora para expresar toda la exacerbación del dolor de amor con tal grado de hiperestesia que su lenguaje alcanza la riqueza de una sinfonía. Magdalena sabe caminar en la cuerda tensa del patetismo con elegancia y mostrar un personaje femenino realmente destinado para amar sin límites. Revela una perceptibilidad excepcional para diferenciar más tenues matices de una sensibilidad a flor de piel. En pinceladas estrictas da a conocer sonidos, sabores y olores, goce de vida, conjunción plena con la naturaleza y sus fenómenos; el horror de los tratamientos psiquiátricos con la hasta hoy ejercida aplicación del electroshock destructor del cerebro; describe con animación ambientes porteños y rurales, paisajes; sabe expresar el significado del estar sumergida en un “mundo de cartón ajado”; caracteres, prejuicios; el derrumbe económico de una familia venida a menos; las más diversas emociones ante la presencia o ausencia del objeto erótico, constituyendo un escenario de rara magia donde se borran las fronteras entre la materialidad de Alejandra y su entorno y lo onírico. Y esto, a su vez se constituye por capas de sueños, ensueños y alucinaciones por efecto de un tratamiento. Por sobre todo, sabe exponer la gran pregunta ante un mundo hostil: “Pensó en esa mediocridad diaria en la que gastaba todas sus fuerzas. Se sentía hundida y asfixiada en esta vida que no era tal. ¿Cómo era posible anularse así, de tal modo? Era absurdo haber sufrido tanto, haber amado la belleza, haberse calcinado en las profundas cámaras del dolor, haber conocido la bondad, el amor, el bien y el mal, el odio, las cualidades y defectos del mundo ¿sin delatar tanta falla? ¿Sin tratar de mejorar en algo la subsistencia? ¿Irse sin dejar una sola huella de su paso por la tierra?” Su novela culmina con la espléndida conjunción del paroxismo del amor y el naufragio en la tempestad.

Magdalena Vial escribió novelas, cuentos, teatro, poesía. Enrique Lafourcade la incluye en su Antología del cuento chileno. Su novela autobiográfica Lluvia adentro tuvo un comentario entusiasta de Alone: “lo que sobresale y sobresalta, lo que no tiene parangón en nuestra literatura y deja pasmado al lector, es la exaltación, la vitalidad, la vehemencia del estilo”. Cada título está relacionado con sus grandes temas: amor, el mundo onírico el, tiempo, la muerte: la obra de teatroEngranaje(1962), Clausura del sueño (1979), Liturgia de sombras (1980), Muelle del silencio (1980), Reloj; Arena viva; Dibujo en el agua; De amor también se vive. Como elocuente mensaje final anunciaba en su último libro: “En preparación: Correo del silencio (novela) y Preludio Coral y fuga (poemas)”. Antes de morir, Magdalena estaba agobiada no sólo por toda la injusticia de que había sido víctima sino también porque el glaucoma que le había cegado un ojo y la obligaba ver la imagen doble con el otro. ¿Qué la impulsó al suicidio? En una compleja trama se anudan su situación laboral, el sistema despiadado, el recelo que provocaba en muchos colegas por trabajar en el “Diego Portales”, su soledad, su indefensión.


 
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