Una novela del Piemonte plena de poesía


Por José-Christian Páez

 

Montaña d’Orba (Pedrosa, en la realidad) es el pueblo elegido para desde los acontecimientos que acaecen en él, narrar las historias de amor de Mariagrazia y Antonino y de Giulia y Francesco. Dos historias sacudidas y marcadas por el pacto de Mussolini con Hitler. Pasión y tragedia humanas, amalgamadas por la narración delicada y precisa de Annamaría Barbera. Todo en su prosa parece sencillo, pero la concurrencia de esos detalles que enriquecen la historia, dejan entrever el trabajo acucioso de Barbera. Una novela que podría haber escrito el mejor Alessandro Baricco, pero que es de Barbera y con la cual entra por la puerta ancha a la narrativa actual.

Ningún lugar para el sol lleva impregnada toda la melancolía italiana por la tierra de origen. En este caso es el Piemonte y Barbera con un gusto exquisito destila a lo largo de esta obra la mitología de las ondinas, de las hadas, de las creencias, de los cantos y de las costumbres con las cuales dota la narración de una atmósfera mágica, a la vez que de misterio, pero sin perder nunca su conexión con la realidad de la que está dando cuenta.

Los protagonistas de las sendas historias de amor corren suertes distintas, pero en ambas es el desarraigo el que se impone. El mensaje es claro, no hay tierra amada posible si en ella no existe la paz. La guerra siembra de horrores los corazones de los hombres y, éstos, destrozados en su paz interior pierden la tierra que tanto dicen amar porque ya no pueden convivir. El desencuentro destruye la paz, la discordia aniquila la convivencia y así, cada hombre y mujer se transforman en extranjeros en su propia tierra.

En este caso, el fascismo de Mussolini interviene en la vida de los campesinos, de los profesionales, quienes estúpidamente son obligados a luchar en el frente ruso en una guerra que no es la de ellos. El día anterior a la Navidad, los rusos lanzan panfletos sobre el frente italiano: «¿Por qué lucháis aquí, en un país que nunca ha amenazado a Italia? ¿Por qué no están con vuestras esposas y madres en vuestra patria, en este momento en que ellas están en tan graves peligros? ¿Quién las defenderá? ¿Los alemanes? ¡Mandadlos al diablo! ¿No sabéis que ellos abandonaron a los soldados italianos sin agua ni alimentos en el desierto africano?»

La crueldad es narrada por Barbera sin eufemismos, pero con la ternura de un lenguaje que nunca pierde la poesía. Así, en La mujer que llora, las represalias de los nazis que desesperados buscan a los partisanos y ejecutan sin piedad a hombres inocentes, es testimoniada por Barbera como si fuese una pesadilla, pero sólo eso, no la realidad que crean mentes febriles y enloquecidas por su sed de venganza y de poder.

No hay lugar para el sol es una novela que usa con eficacia el simbolismo para transmitir su mensaje de amor por la vida y horror ante la guerra. Así los Dos castaños para Domenico, o las historias populares La creación de los piemonteses, Concetta, El saco del diablo, El Monje Siemprealegre e incluso Los salacios y La fiesta de San Juan. Forman del acervo piemontés y también del celta.

Annamaría Barbera nos regala una obra de magnífica literatura. Con sólo esta obra, tendrá que ser considerada entre las novelistas más destacadas.

 

 

 

 

 

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