Los jóvenes y la lectura hoy... ¿Con la mentalidad de ayer?

 

Por Víctor Bórquez *

Me quedó resonando la pregunta que me hizo recientemente un colega: ¿crees que los jóvenes de hoy leen verdaderamente, serán capaces de entender y procesar la esencia de lo que leen?

Y a propósito de esto recuerdo una cita de Ginés Martínez Cerón: “La escuela enseña hoy a leer y a escribir igual que hace un siglo”.

Porque efectivamente existe hoy un sistema educativo que no ha sabido adaptarse y ni siquiera evolucionar a la par del desarrollo de las tecnologías, lo que se traduce en que los jóvenes de hoy –los chicos Youtube, los que hace rato usan redes y plataformas virtuales- se ven apabullados por textos que les son sencillamente ininteligibles.

Y ni siquiera pensemos en otros temas como hablar en público, expresando ideas medianamente claras o coherentes. O redactar un texto, que parece un asunto de otro mundo.

Estas importantes reflexiones nos obliga a quienes compartimos la academia con el hacer escritural, a buscar con denodado esfuerzo estrategias que posibiliten el encanto del joven actual frente a un texto “a la antigua”, en papel, en formato libro, ése que se toma, se subraya y se hojea las veces que queramos.

Sabemos que existe evidente preocupación respecto de este tema, un problema que crece sin encontrar alguna solución más o menos adecuada, lo que desafortunadamente deviene en simple ignorancia respecto de textos esenciales de la literatura contemporánea.

Al parecer, la enseñanza obligatoria y parte de las carreras de la educación superior, son incapaces de lograr que los jóvenes puedan arriesgarse a interpretar un texto o redactar de forma competente.

Vivimos lo que algunos especialistas insisten en denominar “analfabetismo funcional”, por cuantola enseñanza en las escuelas sigue repitiendo modelos arcaicos de escritura y lectura, o lo que es más dramático se enseña a escribir y a leer de la misma manera como se hacía hace un siglo, dejando de lado toda la potencial riqueza de las tecnologías de la información, con sus múltiples derivados.

Lo que se le enseña al joven de hoy no corresponde en absoluto con los avances que ha experimentado y experimenta la sociedad. Esto genera un conjunto de estudiantes que mecánicamente leen, pero no alcanzan una mínima comprensión y por lo mismo, se tornan en ignorantes que están insertos en un sistema educacional caduco y reaccionario.

En la actualidad el acceso a la educación está al alcance de un número mucho mayor que en la antigüedad, cuando este acto era solo para una élite.

Y todo este panorama es extraño cuando hoy, como jamás se había dado antes, los jóvenes viven inmersos en una biosfera determinada por estímulos informativos de todas las naturalezas.

Los textos están al alcance de todos en la calle, en los periódicos, en los medios electrónicos, en el cine, en la publicidad, en los panfletos y en un sinfín de otros soportes. Pero hoy, paradójicamente, seguimos estando en deuda con la acción más importante y medular: debemos enseñar a entender y a construir textos.

Los muchachos y muchachas de hoy están obligados a leer estímulos tan diversos que la exigencia se duplica en cuanto al tema de la comprensión si comparamos con lo que sucedía antes: muchos estudiantes actuales carecen de la capacidad de entender lo que leen porque justamente tienen tal cantidad de estímulos que nadie los ha preparado para la selección básica de las ideas.

Todo esto puede servir para orientar hacia cómo debe el joven de hoy enfrentar la literatura. Y para ello, la escuela debe ‘meterse en el mundo’, entender los estímulos que concurren en el entorno y estimular a los propios docentes para que diversifiquen sus recursos pedagógicos para lograr a lo menos una tarea respecto de la lectura: el encantamiento.

¿Por qué hoy los jóvenes deben aceptar que se les entregue la literatura como si estuviera viviendo en los albores del siglo XIX? ¿Qué sucede con los maestros que no logran entregar la magia de un texto para que sea discutido, analizado, descuartizado, engullido en una sala de clases?

Frente al “analfabetismo funcional” se impone también la ardua tarea de entregar lenguajes que conecten con los jóvenes para que a partir de ello, el acto de la lectura se amplifique. Sirva como ejemplo que muchas reseñas de textos son tan engorrosas que a cualquiera le quita el deseo de acercarse siquiera al libro.

Para recuperar la lectura como un acto democrático, debemos empezar entonces a moldear un nuevo proceso: el de la reescritura y reelaboración de los textos para que puedan ser entendidos, logrando más tarde el encantamiento, la conexión con la sensibilidad de los jóvenes frente a las propuestos literarias, dejando de lado al Quijote de la Mancha como se enseñaba hace cincuenta años para convertirlo en un tipo que convive y conecta con las necesidades del joven actual. Bendita tarea.


* Víctor Bórquez Núñez, periodista, escritor, académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Antofagasta

 
En digital

Clic para leer

 

 

© Escritores.cl - Todos los derechos reservados 2016
Editorial@escritores.cl