Por Jorge
Etcheverry
Nace en Santiago en 1968.titula de Ingeniero Comercial en la Universidad
Católica de Chile.
El espíritu del valle es el nombre de una revista dirigida
y concebida por el poeta Gonzalo Millán. Inicia su breve existencia
en 1985 como coproducciónde la Fundación Cooperación Chile-Canadá,
en Chile, y Ediciones Cordillera, en Canadá. También es el título
de un artículo que fue fundamental para la poesía chilena coetánea/contemporánea
en ese entonces, escrito por Millán y publicado en la revista Postdada,
“Promociones poéticasemergentes: El espíritu
del valle", (Concepción, 1985, N. 4: 2-9. 2.), Pero el
origen de la expresión “el espíritu del valle” lo encontramos en
el taoísmo, en el Tao Te-King:
EL ESPIRITU DEL VALLE
El espíritu del Valle nunca muere;
Es llamado
la mujer mística.
La puerta de la mujer mística
Es la raíz del cielo y la tierra
Continuamente, continuamente.
Parece quedar.
Extráele
Y te servirá fielmente.
Esta presencia, entidad o símbolo, es a la vez
una conciliación e integración de opuestos, incluye la permanencia
y ofrece la posibilidad de génesis y duración. Esta confluencia
u origen de carácter femenino del taoísmo acoge a los opuestos.
De la aceptación de los aspectos opuestos del universo simbolizados
en la pareja tradicional del cielo y de la tierra es de donde surge
la permanencia. En su artículo ya mencionado sobre la poesía chilena
nueva en la revista Postdata,
Millán reconoce a las agrupaciones poéticas y a los autores emergentes
coetáneos, incluso algunos hasta entonces por lo general ignorados
por los críticos y autores de la corriente principal —entre ellos,
La Escuela de Santiago, que había publicado en 1968, como número
especial de la Revista Orfeo, una antología de la poesía chilena
contemporánea que fue condenada por moros y cristianos. Si bien
era cierto que excluía a varios poetas contemporáneos emergentes,
sí “fueron seleccionados, en cambio, los poetas Manuel
Silva Acevedo y Gonzalo
Millán 1”.
Creemos que la nota de Millán en Postdata y dada su influencia
en la poesía chilena, tuvo eco en dos empresas posteriores entre
las escasas que tienen por objeto los sesenta poéticos chilenos
en sus diversos aspectos, me refiero a “La memoria, modelo para
armar” (1995), de la profesora y crítica Soledad Bianchi, y al
primer tomo de la Antología de poesía chilena: la generación
de los 60 o de la dolorosa diáspora, de Teresa Calderón,
Lila Calderón y Thomas Harris. Catalonia, 2012. En esta última,
se relaciona a esta generación con la diáspora y el exilio, lo
que separó a las comunidades exiladas y a los poetas y escritores
chilenos entre los de adentro y los de afuera.
También en el seno de Ediciones Cordillera, de
la que Gonzalo Millán fue cofundador, se nos muestra otra faceta
de su amplio, y podríamos decir acogedor, espíritu, sobre todo
en lo poético —lo que no implica la integración, ya que se esa
acogida no equivale a subordinación. Gonzalo edita conmigo y Leandro
Urbina el Primer
cuaderno de Poesía Chilena, en 1980, una selección de poetas
“de allá” (Chile) y “de acá” (Canadá), en que ya figura el
fragmento 71 del libro La ciudad, su obra más importante,
libro al que nos referiremos posteriormente. Así, Gonzalo, aparte
de su actitud de integración de las diferentes prácticas poéticas
coetáneas, se preocupó del vínculo de la editorial Cordillera con
Chile y el resto de la diáspora poética disperso por el mundo a
raíz del golpe del 73. Y como ejemplo de esto, en Letras en
línea, el 2 diciembre de 2013, el prosista y profesor Leandro
Urbina, ex miembro de Ediciones Cordillera, se refiere al rol de
Gonzalo en la conexión e intercambio con los poetas Montané y Bolaño:
“En los canjes que se hacían con otros grupos estaba el que se
inició con la revista que en España sacaban Roberto Bolaño y Bruno
Montané. Berthe Trépat, producción artesanal de estos dos
infrarrealistas que ya habían estado juntos en México, llegaba
a Ottawa en unos feos sobres blancos, a vecesabiertos. El contacto
con ellos lo hacía Gonzalo Millán”.
Otro campo en el que Millán logra un punto de
encuentro, o acoge, o hace una síntesis, tiene que ver con la relación
entre la escritura y las artes visuales. Una de las confluencias
más difíciles de ejecutar es la que existe entre la poesía y la
plástica. Si bien ambas ocurren en el ámbito de la representación,
que produce al mundo como apareciendo en ese espacio y como siendo
previo a esa traída a presencia, el modo de representación plástico
es inmóvil, estático, espectacular, espacialmente delimitado por
un marco, a diferencia del modo de representación de la poesía
que es lineal, dinámico y fluido. Pareciera haber afinidad en los
creadores de la poesía y la pintura. Quizás sea la materialidad
del discurso poético, con lo que concuerda Sartre, y que en la
prosa se anularía, lo que acentúa esta dimensión de paralelismo
entre la práctica poética y de las artes visuales. Poetas como
Sergio Infante, Eduardo Embry, el que habla, entre otros poetas
coetáneos de los sesenta, practican también de una u otra manera
las artes visuales. Esta doble práctica parece existir en muchos
casos, y puedo añadir a manera de ejemplo en el ámbito canadiense
en que vivido a Patrick White, Paulette Turcotte, Klaus Gerken,
la misma Annegret Nill, traductora al inglés de Gonzalo. Sin embargo
y por lo general, ambos hemisferios creativos quedan separados
y no se integran enuna sola práctica generadora de representación.
A veces la plástica se convierte en ilustración de la poesía, o
la poesía en comentario de la obra plástica y en otros casos se
mantienen como series paralelas. Millán desarrolla desde el comienzo
su versión de la poesía visual, que le permite acoger en una sola
actividad y producto artístico estas dos vertientes, originando
una nueva materialidad de obra que las reúne. Se inscribe así en
una práctica que décadas después sigue vigente y se insinúa como
una posibilidad expresiva muy clara y contemporánea, ayudada por
los nuevos medios virtuales centrados en la pantalla, la que impone
al espectador y al ejecutante de la obra su formato del tipo de
mensaje que es más acorde con lo que desean representar: “I feel
strongly that my “picture poems” are a viable and impacting form
of creative art”, nos dice De Navarro”2 .
Sin embargo, lo que en el caso de Millán señala más la confluencia
de ámbitos culturales, de creación y escritura, está presente justamente
en el terreno poético, el de su creación personal por antonomasia.
Se trata del libro La ciudad, libro-poema cuya concepción
habría comenzado en Chile después del golpe y que fue publicado
en Canadá. Esta obra viene a realizar la rarísima conjunción entre
el compromiso político o la denuncia, y la exploración lingüística,
es decir, entre el texto político y la vanguardia poética. En ese
momento contextual en Ediciones Cordillera, la casa editorial chilena
en Canadá, ambos elementos están presentes. Por supuesto que la
circunstancia o contexto general es el exilio y el posgolpe. La
ciudad fue publicado por Les Editions Maison Culturelle
Québec-Amérique Latine en 1979, una editorial de corta duración
ligada con simpatizantes del MIR, y en ese contexto de la solidaridad
latinoamericana, EdicionesCordillera publicó
la primera antología bilingüe de poesía combatiente salvadoreña, El
Salvador People' Poetry,una pequeña antología bilingüe, con
textos que nos hizo llegar el FLNFM en 1982. Gonzalo lee fragmentos
de La ciudad en actos de la Asociación de Chilenos de
Ottawa, en cuyo seno nace Ediciones Cordillera y cuyas actividades
financian sus primeras publicaciones. Por otro lado, la parte poética
de Ediciones Cordillera incluía a tres miembros de la Escuela
de Santiago, “neovanguardista urbana” de los sesenta, la única
manifestación con características programáticas en pos de un discurso
poético urbano en la poesía de esa década y comienzos de los setenta.
Gonzalo. llevado por su interés en las distintas versiones y expresiones
poéticas, me hizo por ejemplo una larga entrevista traducida al
inglés por Annegret Nill (ant. Ana Henríquez), que se publicó en Contemporary
Poetry, IV.4, 1982. Urbina hacía poco había iniciado las publicaciones
de Ediciones Cordillera con sus su libro Las Malas Juntas,
con el que se da inicio al microcuento chileno. Era el clima de
la solidaridad con Chile y el papel que en ese contexto tenían
la cultura y la literatura lo que posibilitó que la Asociación
de Chilenos de Ottawa decidiera iniciar Ediciones Cordillera.
Desde ya, y volviendo a La Ciudad de Millán, su logro
más importante es ser un poema de largo aliento a la vez un fruto
del compromiso político y la experimentación lingüística donde
ambos elementos se coadyuvan. Vanguardia y compromiso se dan de
la mano en un caso extrañísimo, una realización que va más allá
de la poesía en idioma español.
El Espíritu del valle es el nombre que
Gonzalo da a una revista-puente entre la poesía de Chile y la de
Canadá, que acoge y permite la convivencia y confluencia de diversos
cauces creativos, donde no está ausente la plástica, y que se propuso
como un espacio de acogida de idiomas y quehaceres poéticos de
Chile, Canadá, América Latina y Europa. Para Millán, la poesía
y la existencia de los poetas pareciera haber sido casi como una
hermandad sagrada, así su ojo o su mirada posee un ángulo que le
permite captar y entender el trabajo poético más disímil. En Canadá,
Gonzalo realiza parte importante de su obra inmerso en un medio
cultural predominantemente anglosajón, pero con presencia del francés,
y reconoce que “escribir en español en Canadá era un acto político”,
como lo explicita en Blue
Jay , documenal sobre escritores chilenos en Canadá del
cineasta chileno Leopoldo Gutiérrez. Pero en el hecho mismo de
practicar una escritura en español en un medio anglófono, también
Millán acoge a los opuestos. Según Niall Binns en La cultura
anglosajona en la poesía chilena del siglo xx “Un poeta desconocido
en España, Millán es el último de los grandes poetas del siglo—Neruda,
Parra, Lihn y Tellier—que han intentado apropiarse de lo más enriquecedor
de la cultura y literatura anglosajonas” (p. 139).Y en La ciudad se
reconocen sus luchas y treguas con el idioma inglés.
Ahora, y de manera más
personal, considerando por un instante que los elementos que
coexisten en los sesenta chilenos, la nouvelle age, el rock,
la cultura hippie, las diversas agrupaciones políticas de izquierda,
como se decía “revolucionaria” o “reformista”, troscos, maoístas,
anarcos, las diversas agrupaciones poéticas, la presencia contextual
de elementos tan dispares como por ejemplo Gurdjieff, Guénon,
Eliphas Levy, Debray, Marighella, Fanon, el Poder Joven, el Grupo
Arica, incluso algunos discípulos de Bovisio, el Quila, el Inti,
Víctor Jara, etc., imponían casi una esquizofrenia de facto si
se quería ir más allá de las delimitaciones de un marco determinado
—casi imposible de mantener. Así se dan situaciones de contigüidad
que escinden al militante marxista y exponen una parte a las
síntesis espirituales taoístas, otra a las barricadas, y otra
a la exploración vanguardista que los seguidores de Lucaks y
en general los críticos de la izquierda establecida desprecian.
Así la vida y la práctica de la disociación son una realidad en
esta generación y en este contexto, la solución del Espíritu del
valle de GonzaloMillán adquiere en el seno de sus coetáneos de
los sesenta el valor agregado de lo que para muchos fue generacionalmente
imposible.
1 El número 33-38
de la revista Orfeo, publicado el año 1968, fue también su última
edición. Se trata de una antología que llevó por título "33
nombres claves de la actual poesía chilena", cuyos responsables
fueron Jorge Vélez, como director, junto al consejo de redacción
integrado por Humberto
Díaz-Casanueva -quien se desempeñaba entonces como Embajador
de Chile en Argelia-, Gerda Bruhns de Thele y los poetas Naín Nómez,
Carlos Zarabia, Erik Martínez y Jorge Etcheverry, miembros del
colectivo poético llamado Escuela de Santiago, que fue en gran
medida responsable de esta antología.
2 Emerging Trends
in Poetry – A Chat with DE Navarro October 22, 2016, por Reena
Saxena