Entrevista a Hernán Ortega Parada

 

¿Qué opinión le merece el desempeño de la institucionalidad cultural y específicamente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Fondo del Libro y la Lectura; cuál ha sido su experiencia personal al respecto?

RESPUESTA:
Para comenzar, ella es dueña de la institucionalidad cultural elevada del país, hecho que no tiene nada ver en la práctica con educación sistemática y/o creación folclórica entendida en rigor como la tradición campesina o citadina. Elevada, porque se relaciona con las artes: artes visuales y escénicas, música, literatura, cine (especies sujetas a preparación técnica y de comunicación espiritual). Últimamente, ha puesto énfasis en estimular las comparsas callejeras masivas (o como se llamen) como un nuevo objetivo –tal vez teatral-, de estimular la presencia de aquellos jóvenes que no acceden en lo inmediato a otros niveles de exigencia y de conmover a la opinión pública.

En general, veo al menos dos niveles de acción de dicha institución:
a) La de estímulo a profesiones de costo mayor, como el cine (costos de recuperación de monumentos o edificios patrimoniales no deben corresponderle).
b) Y la de preocupación por artes tradicionales como la música, artes plásticas, artes escénicas y literatura.

No tengo información a cuánto asciende la bolsa de dinero para uno u otro caso. Es posible que esa información esté en virtud de la Ley de Transparencia, pero no me he ocupado de ello.

Para crear cine, reconozco que la ayuda estatal ha sido enorme y los resultados han sido inobjetables, tanto por el nacimiento de nuevas y potentes generaciones de directores-productores-camarógrafos-actores, como por la calidad de muchas de las obras así financiadas. Sin desconocer que es negocio redondo para el fisco dar dinero y recibir luego a través de los espectáculos un retorno importante. Hecho que me parece lógico.

Respecto del segundo capítulo, el sistema ha funcionado aun cuando suelen aparecer críticas (comprobadas) de manejos direccionados para favorecer a gentes que se repiten dos, tres o cuatro veces, de ayudas en dinero, en corto plazo. Cuando actúa la política, el asunto es censurable. Pero cuando se ofrecen obras de calidad (para eso supongo que existen jurados independientes y de calidad) el asunto del favoritismo pierde importancia.

Me parece línea correcta, dinámica, que se ayude económicamente a aquellos escritores inéditos que necesiten dedicarse a un trabajo específico, tanto como a los que tienen experiencia editorial y también, tal vez con mayor razón, necesiten concentrarse un tiempo en obras más complejas.

Hasta hace pocos años, los dineros para editar libros iban directamente a los autores. En este caso, se cumplía con el estímulo a la creación, pero –según cosa vista con frecuencia- las ediciones se acumulaban en los hogares de los favorecidos porque no estaban preparados para la distribución (y allí perdía el fisco); considerando que la difusión es nula a través de los medios escritos y tv, y si entregaban libros a las librerías estas sencillamente no reembolsaban jamás (o a regañadientes); el estímulo en muchos casos generaba decepción íntima por no haber exigencia de calidad. ¿Cómo se mide la calidad? Es otro problema. El que se inicia en la escritura (o la plástica, o la música), ¿debe frenarse porque alguien dijo que no tenía calidad? Bajo el gobierno anterior se privilegiaron a las editoriales, haciendo que los autores accedieran sólo por la calidad del libro y liberándose del tedio de la difusión y distribución; con la trampita que el Estado recupera con cierta seguridad el 19%. Pero en estos casos, el autor percibe sólo el 10% una vez deducido el impuesto, el porcentaje de distribución (30 %) y el margen de la editorial (30%). Un simple ejercicio: el libro sale a la venta en $12.000.- y el autor recibirá $476,28 por cada ejemplar vendido (por 500 ejemplares, recibe $238.140.- y deberá otorgar boleta de honorarios o factura). Vean: UN SUELDO VITAL. ¿Cuánto recibió la editorial? ¿Cuántos años trabajó el escritor? ¿En cuánto tiempo el autor recibe su dinerillo? Pueden pasar años y nunca recibir lo calculado. El fisco y los otros ganan. Para el año en curso, las editoriales han tenido que hacer un aporte en efectivo al proyecto. En consecuencia, el problema es: ¿qué vale más para un autor?, ¿el libro profesionalizado vendido?, ¿o el dinero por su esfuerzo intelectual de larga data?

La filosofía del Fondo del Libro es, o debe ser, estimular la lectura para una mejor educación; una mejor educación abre la mente hacia lo social, lo social culturizado permite un mejor desempeño en cualquier profesión u oficio; la ocupación hace descender la necesidad de la delincuencia. Lo inoportuno es la preeminencia del mercado castigando el pleno desarrollo intelectual de los autores. En otras palabras, el sistema puede ser perverso y sobrepasar las intenciones que gotea una política cultural dejada al libre comercio.

Mi experiencia personal con Fondart y Fondo del Libro, ha sido miti-miti. Tengo 82 años de edad y hace 60 que pataleo en la cultura nacional. Me han ayudado para instalar un portal web, estudiar la historia cultural de una región patagónica, y ver algunos libros impresos en un lapso de 15 años. Estos libros, a pesar de su interés permanente, nunca hubieran aparecido sin ayuda estatal. Tampoco he pechado: simplemente postulé y por calidad –creo- he sido favorecido; también he perdido hermosos proyectos (más éstos que los otros).

En consecuencia, abogo porque el Estado cree una editorial de estricto sentido cultural: libros para estudiantes (imagínense el berrinche de las editoriales internacionales buitres) y obras literarias seleccionadas por concurso (poesía, narración, ensayo, biografías, memorias, historia y ciencia). Las universidades están llenas de profesores que piensan –a pesar de todo- y que guardan ensayos, estudios socioeconómicos, investigaciones históricas, descubrimientos científicos, etc. También profesores de otros niveles de educación, arquitectos, sociólogos, etc. (Chile está perdiendo su capital intelectual). Esta editorial se puede autofinanciar a poco tiempo y crear nuevas fuentes de trabajo. ¡Caramba!

Abogo porque el Estado instale casas de la cultura en todas las ciudades y pueblos, creando de paso más ocupación para gente buena (los centros que existen: recibirlos en comodato); todo para estimular in situ las artes visuales, fotográficas, teatrales, musicales, recitales de poesía, encuentros, seminarios… ¡Puff, cultura pura, señores!!

 

Hernán Ortega Parada es co-fundador del Grupo Literario Huelén, en 1979, grupo del que fue Director Editor de su revista literaria “Huelén”, con 14 números de circulación nacional (1979-1984). Ver más sobre el autor aquí: http://www.escritores.cl/base.php?f1=escritores/ortega/index.php&f2=main

 

 
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