Entrevista: Claudio Gudmani

 

 

 

Claudio Gudmani, Licenciado en Arte, pintor, poeta, cuentista y ahora novelista… ¿de dónde viene todo esto?

Yo creo que, por una necesidad de expresar, de crear, en la forma que fuera. Siempre fui bueno para el dibujo, para los trabajos manuales, pero recuerdo que mi madre me pasó algo que yo había escrito alrededor de los siete años: “Hace tan poco que te conozco y hace tanto que te amo”, una expresión de amor por alguien a quien ni siquiera recuerdo, unas palabras llenas de profundidad para un niño. No sé a quién se lo escribí, pero la letra era mía. Y desde la adolescencia escribía poemas e ideas sueltas. Después canciones que acompañaba en guitarra. Expresión, creación, algo que tenía que ver con un mundo interior.

También tengo recuerdos de jugar mucho solo en mi casa que era muy grande con un tremendo jardín. Soy el menor, el concho de la familia por muchos años de diferencia y tuve que aprender a entretenerme solo, rodeado de adultos. Mi padre tocaba el violín, era muy lector y un gran dibujante. Tenía una tía abuela pintora famosa y un tío médico, pero que le dedicaba mucho tiempo a la poesía. Hay un gen artista muy marcado en mi familia.

¿Y cuándo te diste cuenta de esta vocación creativa tan amplia, cómo se puede compatibilizar las distintas expresiones?

La verdad, todo se fue dando en el tiempo. Estudié Arquitectura, porque en mi colegio se fomentaban las carreras profesionales. No podía dedicarme al Arte. Solo mi profesor de Artes Plásticas me incitó a ello, pero yo creo que tuve miedo y entré a la Escuela de Arquitectura de la UC. Pero ahí me di cuenta de que lo mío era más lo creativo, no me sentía con atributos para ser arquitecto, había muchos mejores que yo. En realidad, no sé si fue lo mejor cambiarme de carrera, ahora creo que hubiese sido un buen arquitecto porque me gusta, pero luego entre a la escuela de Arte, que estaba al lado en ese tiempo, en la misma universidad. Pero la literatura también estaba latente. En ese tiempo, antes de cambiarme, tuve un curso de poesía con don Godofredo Iommi, un poeta y profesor que era una eminencia en arquitectura y poesía, y fue una experiencia genial, donde me sentí en mi salsa. Y al año siguiente también intenté en una academia de guitarra y canto. O sea, la expresión en todo su ámbito. Pero no puedo negar que era muy disperso.

¿Cómo fue esa primera experiencia literaria más formal a través de ese curso?

Fue muy buena. Un descubrimiento de la creatividad de la palabra, de la poesía muy cercana a la filosofía, a la esencia del ser. En ese tiempo, asistí también de oyente a clases en la escuela de Arte, porque estaba muy confundido en Arquitectura. Todo daba vueltas en mi cabeza y creo que la vocación se manifestó ahí. Ese mundo interior que yo intuía en mí se desbordó. Por ese tiempo, yo ya escribía poesía, pero esto fue un alumbramiento. Empecé a leer a Heidegger, después descubrí a Baudelaire y Rimbau, los poetas malditos, pero también alucinaba con poetas tan distintos como Huidobro, Neruda y Machado. También me gustaba Kalil Gibrán y Omar Khayyam, quizá por mi ascendencia árabe.

Pero todo eso quedó incubándose mientras desarrollaba mi Licenciatura en Arte. Claro que ahí entonces estaban las clases de Estética, de Historia del Arte, además del oficio creativo del dibujo, de la pintura, de la composición. Todo tiene que ver con un proceso de pensamiento humanista muy difícil de explicar y que obviamente expande la conciencia hacia mundos bastantes invisibles, intuitivos, en torno a la belleza.

¿Cuándo dirías que empezaste a escribir con la idea concreta de publicar un libro?

Fue en 1993, ya había salido de la universidad y había hecho un par de exposiciones de pintura, pero la expresión escrita necesitaba canalizarse. La pintura es sin palabras, es composición, imagen y color. Pero yo necesitaba la reflexión propia de lenguaje escrito. Había cosas que no podía decir en el formato pictórico.

Ese año ingresé a mi primer taller literario. Lo dictaba una escritora mayor, Isabel Edwards. No sé cómo llegue ahí ni qué hacía allí. Eran todas mujeres de más de cincuenta años, yo creo que, en realidad de sesenta, y yo que tenía como veintisiete. Pero me llevé tremenda sorpresa, primero por lo buena profesora que era ella y después por la calidad de estas señoras con las que yo pensé me iba a aburrir, pero que eran geniales, divertidas, con mucha imaginación y cultura. Y después de un año, sacamos un libro de cuentos con los siete participantes, “Nos vemos el viernes” (1994) que era el día que nos juntábamos en el taller. Esa experiencia me dio energías para seguir en ese campo de la expresión. Mi producción de cuentos creció mucho. Cuentos misteriosos, personajes susurrantes, muy oníricos, bastante visuales, según ellas, las otras autoras, y todos los demás que los leían. Se notaba mi formación de pintor, según decían.

Y después de ese taller ¿qué pasó?... ¿cómo les fue con el libro?

La verdad, yo creo que solo fue la chochera de sacar un libro. No sé si se vendió mucho o poco. Yo no tenía expectativas con ese libro. A mí me queda solo uno. En todo caso fue un tiraje pequeño. Y además todo era dividido por siete, tanto los costos como los ejemplares y las utilidades, pero eso no era lo importante. El bichito de escribir sí.

Yo creo que pasó un tiempo, un par de años, y después recuerdo que tuve algunos acercamientos al mundo literario. Quedé en una selección de autores jóvenes del instituto alemán de cultura, el Göethe, donde Antonio Skármeta era el guía, pero después no pasó nada. Y luego de eso, participé del taller literario de Enrique Lafourcade, en la plaza Mulato Gil de Lastarria. Muy interesante, se hablaba mucho de literatura, de autores clásicos e imprescindibles, pero la verdad, no fue lo que yo esperaba. Don Enrique hablaba mucho y todos los que estábamos ahí, queríamos ser descubiertos, que se leyeran nuestros cuentos, pero además él era implacable con los pocos que tenían la posibilidad de ser leídos. Ácido en su crítica, costaba que encontrara algo bueno, y yo sentía que no se enseñaba mucho del proceso creativo.

Después estuve en el taller de José Luis Rosasco en su casa en Ñuñoa. Ahí había más espacio para mostrar lo propio, era gente más joven también. Y de ese proceso salieron muchos cuentos que fueron conformando mi primer libro personal: “Delirios y Antihéroes”, que publiqué el 2008 con Escritores.cl

¿Ha sido difícil?... ¿Cómo te fue con ese libro?

Nada en arte y literatura es fácil… todo es un parto. La verdad, los creadores solos nos interesa expresarnos, no somos muy buenos vendedores. Yo creo que uno escribe y pinta, en mi caso, por una necesidad vital. Sobre todo, al principio. Y se depende mucho de la crítica, el mercado y el público, los lectores, los compradores de arte. Para mí ha sido muy difícil dedicarme cien por ciento, porque es muy incierto, muy inestable. He tenido que compatibilizar mi labor creativa con otros trabajos. Uno de ellos como profesor tanto de pintura como a través de talleres literarios, pero ha sido un proceso largo y lento. Como le digo a mis alumnos, en esto se siembra harto y se cosecha poco. Es muy selectivo, uno mismo es muy crítico con su obra.

Con ese libro recuperé los costos, y si gané algo, fue muy poco, pero si logré estar en las librerías y se van sumando experiencias. Insisto en que esto es una carrera de largo aliento. Los primeros pasos hay que darlos igual, y se suman para llegar a la meta que uno nunca sabe dónde está.

¿Profesor de talleres literarios?

Bueno, ese es el punto de inflexión para dedicarse más a la literatura. Yo la verdad tengo características de profesor desde siempre. En el colegio ya les ayudaba a mis compañeros con el estudio. Si hay algo en lo que era ordenado era en mis cuadernos, con mi buena letra, muy dibujada y clara. Eran muy apetecidos. Después de terminar la Licenciatura en Arte, tuve que trabajar en cosas personales de mi familia. Y no pude seguir una carrera como profesor universitario que me habría encantado, pero si pude organizar grupos de talleres de pintura. Tengo pasta para enseñar, me gusta, me realiza ver que la gente pueda expresarse artísticamente. No tanto que aprenda técnicas, si no que explore y exprese su mundo interior. Y después de mis experiencias en talleres literarios de escritores, me di cuenta de que les faltaba algo de metodología, de enseñanza organizada y me atreví a idearlos yo. Un método simple desde lo más básico a lo más complejo. Hice mi primer taller el año 2003 en la Escuela de Ingeniería de la UC, en San Joaquín. Fue una muy buena experiencia con un grupo de ocho alumnos. Y luego se organizó a final de año un concurso de cuentos con el centro de alumnos, abierto a la comunidad universitaria. Ahí supe que todos, ingenieros, médicos, arquitectos, a lo que se dedicaran, del mundo que vinieran, siempre tenían algo que expresar. Un mundo propio y que era muy interesante compartir.

¿Y cómo son tus talleres literarios? ¿qué los diferencia según tú?

Uno propone una idea de desarrollo, pero son los alumnos los que te dicen que es lo que uno realmente aporta. Todos me dicen que la fortaleza, además del orden de las clases, es el espacio de intimidad de los grupos, lo asertivo que soy para criticar, la posibilidad de expresarse sin pudor y lo generoso para compartir mis experiencias creativas. Yo valoro mucho proponer cosas que estimulen la conexión con uno mismo y los alumnos lo agradecen. Hay que entender que las personas que acuden a un taller principalmente quieren escapar de sus rutinas, expandir conocimientos generalmente de un área de la cual no actúan cotidianamente. También que es un espacio de reflexión y conversación, pero sobre todo que sea entretenido para la mente. Además, que se interactúa con personas diferentes, con mundos muy dispares, pero que tienen un hilo común, su afición por un tema. En este caso la literatura, más específicamente, la escritura creativa.

¿Y qué puede esperar un alumno en términos de conceptos en tu taller?

Bueno, básicamente empezamos con la estructura del cuento. Es un taller de narrativa, no de poesía. Y el cuento es como la base estructural de eso. Todos tenemos el chip de contar cosas, o de imaginarlas, o de pensarlas y no decirlas, pero se pueden escribir. Partimos con una primera sesión de conocerse y en eso es vital partir por la figura de un personaje. Como les digo al inicio, todos somos personas (del latín: per-sonare), la voz detrás de la máscara que se hablaba en el teatro griego. Nuestra voz interior habla detrás de una máscara que nos ponemos todos los días para enfrentar la vida. Tenemos un rol social, trabajadores, profesionales, empresarios, políticos, profesores, dueñas de casa, estudiantes, lo que sea, pero además tenemos esa vocecita interior que nos susurra, nuestras ideas, pensamientos, sentimientos, emociones, sueños, etc. Y en la primera clase, iniciamos visualizando, a modo de presentación, ese personaje lejano que fuimos en nuestra infancia, aquel niño que ahora nos parece tan extraño si somos capaces de verlo desde afuera, a través de sus actos, de su entorno, de los seres que lo rodeaban, de las circunstancias de ese tiempo, transformándolo en nuestro primer personaje literario. Y así después, clase a clase, vamos construyendo, aprendiendo, haciendo consciente los otros componentes del relato. La trama, los antagonistas, los personajes secundarios, los conflictos, los diálogos, la escenografía, el clímax y el desenlace. Y después hacia el final del primer taller vemos algo de la composición de una novela, como una expansión de compuesta de muchos cuentos entrelazados.

El taller formalmente consta de cuatro partes de 10 sesiones cada una:

Taller I: Introducción a la escritura creativa.

Taller II: Avanzado de narrativa.

Taller III: Profundización.

Taller IV: Conversaciones literarias.

Y después hay un quinto taller que apunta a lo que significa publicar un libro y todos los pasos.

¿Y cómo te han salido tus alumnos?

Diversos. Esa es la gracia. Yo creo que he tenido cerca de 70 alumnos. Algunos solo han hecho el primer taller, otros han sido perseverantes. Algunos quieren dedicarse a escribir y publican sus libros. Yo los ayudo con eso. En general creo tener un buen nivel de aceptación y soy muy agradecido de la confianza de ellos. Algunos han tenido reconocimiento en algún concurso pequeño. Y lo que más me llena de orgullo es que van cinco libros publicados de mis alumnos. Y en eso, Escritores.cl ha sido un gran aliado porque les ha permitido realizar su sueño. Hay dos libros de cuentos, uno colectivo, tres novelas, todos vendiéndose en librerías, lo que hace de ellos escritores. Como siempre les digo, antes de publicar son personas que escriben, pero después ya son escritores. El tiempo y los lectores dirán si son buenos. Yo creo que lo son. Al menos son muy entusiastas, y lo mejor que tengo reincidentes que ya van por su segundo libro.

Los talleres comenzaron en un colegio, para los apoderados, después, en mi casa, luego tuve un lugar más establecido, pero por costos fue difícil mantenerlo. Y ahora tengo dos fuera de Santiago en Rancagua y San Fernando, donde voy a una casa de alguna persona que gentilmente hace de anfitrión y que aglutina un grupo.

Finalmente ¿cómo va tu creación literaria hoy? ¿cuántos libros has publicado tú?

Bueno, el hacer talleres literarios me hace estar todo el tiempo compartiendo y conversando de ideas en torno a la creación. Uno, de una u otra manera, se pone más receptivo, sensible a lo que pasa. Para crear tenemos que estar conectados con el inconsciente colectivo y con el inconsciente propio, y procesarlo a través del intelecto y la emocionalidad personal. Mis libros han sido un proceso de crecimiento en el mundo editorial también. Publiqué mi primera novela con Escritores.cl, fue el 2012, “Mareas del Cielo”, algo que yo supuse más comercial, más cercano a la construcción de un best seller de suspenso. Que tenía que ver con otras aficiones mías como el cine y lo esotérico. Con lo visual y con ciertos contenidos. Era básicamente una novela entretenida. Y creo que el resultado fue bueno. Pero el mercado literario es complicado y ciertamente yo no lo manejo. Creo que en eso hay que asesorarse bien. Los escritores solo queremos escribir y ojalá vivir de eso y para eso.

Pero uno siempre quiere más y quiere evolucionar. Quise, además de entretener, tocar temas más cercanos, más existenciales, y la novela que lancé el 2017, “El Otro”, tuvo más repercusión en la crítica. El personaje de esa novela causo reacciones diversas. Una crítica lo odio, otra resaltó la trama intrincada, y una tercera en la Revista de Libros de El Mercurio de José Promis, retrató para mí, todo el alcance que yo quería con esa novela.

Tengo otra novela terminada, y una en proceso, que yo creo lanzaré el próximo año. Obviamente cada vez uno se pone más critico y más exigente con lo que quiere.

Igual vuelvo a insistir, la vida del escritor es para siempre, mientras más viejo se supone que mejor, y siempre hay que estar lanzando botellitas con mensaje al mar de los lectores, nunca se sabe quien lo va a leer en otra costa lejana, ni que va a pasar con una publicación.


Introducción a la Escritura Creativa: Cuento y Novela.

Prof. Claudio Gudmani

Inscripciones e información: gudmani@yahoo.com

Día y Horario: a convenir con los interesados.

Mínimo: cinco personas (máximo 10)

Valor: $ 120.000 (10 sesiones de dos horas)

 

 

 
Leer libro digital

 

 

© Escritores.cl - Todos los derechos reservados 2018
editorial@escritores.cl