El
placer -y el honor- de disponer de un buen número de libros en
casa, o en una empresa o en una escuela, suele transformarse
en una angustia cuando se trata de ubicar con rapidez y facilidad
el libro que se busca y que, seguramente, se necesita con urgencia.
Su existencia se vuelve dudosa, el lugar se convierte en un misterio
y la utilidad de tanto libro se torna incierta. La
desagradable experiencia de no encontrar el libro que buscamos
en el momento preciso, es algo superable, y la facilidad que
proporciona una biblioteca ordenada, catalogada, usable, se puede
lograr con un mínimo esfuerzo.
Alfredo
Armaroli, de la Sección Chilena de la Biblioteca Nacional, nos guía
hacia la búsqueda de soluciones que nos permitirán acceder oportuna
y convenientemente a nuestros libros.
Se
trata de utilizar la archiprobada experiencia acumulada en los
sistemas bibliotecarios desde hace decenios, o utilizar sencillos
mecanismos digitalizados más actuales.
A
fines del siglo XIX, un norteamericano, Melvil Dewey, creó un
sistema de clasificación de libros, revolucionando las prácticas
aplicadas hasta entonces, que se basaban fundamentalmente en
el orden alfabético, por tamaño o color. Dewey planteó la agrupación
por materias afines, de acuerdo a un sistema de tablas en que
separa las materias en diez grandes clases, según un sistema
de clasificación decimal, numerándolas del 0 al 9 y agregando
dos ceros a cada dígito, como se indica a continuación:
CLASES
000
Obras Generales
100
Filosofía
200
Religión
300
Ciencias Sociales
400
Lingüística
500
Ciencias Puras
600
Ciencias Aplicadas
700
Artes y Recreación
800
Literatura
900
Historia
Divisiones
Dentro
de cada clase estableció divisiones, asignándoles una cifra distintiva
compuesta por tres dígitos, en que cambia el segundo dígito.
Utilizaremos como ejemplo la clase "Literatura", cuyas divisiones
observamos a continuación:
800
LITERATURA
810
Literatura norteamericana
820
Literatura inglesa
830
Literatura alemana y otras literaturas germánicas
840
Literatura francesa, provenzal y catalana
850
Literatura italiana, rumana y retrorromana
860
Literatura castellana y portuguesa
870
Literatura latina y otras literaturas itálicas
880
Literatura griega y del grupo helénico
890
Literatura de otras lenguas
Subdivisiones
y secciones
Luego,
subclasificó las divisiones resultantes en secciones, para permitir
abarcar un extenso abanico de posibilidades, catalogables por
ejemplo entre el 000 y el 999. En el caso de la literatura, cuyo
número de clase es el 800, los libros se ordenan en primer lugar
por países, indicados por medio de las tres primeras letras del
país de origen del autor, indicación que precede a los demás
datos.
Las
divisiones estándares de la clase literatura, que determina las secciones
del catálogo, son las siguientes:
860
LITERATURA CASTELLANA
861
Poesía
862
Teatro
863
Novela
864
Ensayo
865
Oratoria
866
Epistolar
867
Sátira y humorismo
868
Miscelánea
869
Literatura portuguesa
Fichas
La
implementación del sistema de Dewey requiere de un número de
fichas equivalente a la totalidad de títulos de la biblioteca.
En ellas se indican los datos de cada ejemplar, de acuerdo al
método que hemos señalado en las líneas anteriores. Por último,
se registra el año de edición y el número total de páginas, y
eventualmente el número de volúmenes, si la obra es editada en
varios tomos. Los antecedentes también deben aparecer en el lomo
del libro en una etiqueta autoadhesiva, llamada marbete.
Para
aquellos usuarios que tienen acceso al computador, la misión
consiste en crear una base de datos, en planillas Excel, ingresando,
con el mismo método anterior, los antecedentes de cada título
en distintas columnas.
Estanterías
Catalogados
los libros y registradas las fichas, los volúmenes se deben ubicar
en estantes, o similares, donde reposen en espera de ser consultados.
En
la estantería los libros siempre deben ordenarse de izquierda a derecha.
y el sistema para registrar su ubicación es el siguiente:
Condiciones
y hábitos para la habitación-biblioteca
Además
de aprender a ordenar nuestros libros, es importante tener en
cuenta las condiciones ideales para mantenerlos en buen estado.
Treinta años de trabajo ininterrumpido, avalan la experiencia
de Alfredo Armaroli. Por eso, vale la pena, recordar sus recomendaciones:
Asear
regularmente la habitación (máximo 15 días), para evitar la acumulación
de polvo que atrae la presencia de insectos, roedores y hongos.
Los libros se limpian con un paño seco y se aspira cuidadosamente
el polvo con el cepillo redondo de la aspiradora.
·
La temperatura ideal de la habitación debe fluctuar alrededor
de los 17° C.
·
Evitar la cercanía de libros y papeles con ampolletas, tubos
fluorescentes y estufas.
·
Evitar la utilización de insecticidas y corrosivos, pues sus
residuos dañan el papel.
·
Cubrir los vidrios de la sala con papel polarizado, para impedir
el calor y la excesiva luminosidad.
·
Las repisas individuales ideales, deben tener 90cm de largo,
30cm de fondo y un espesor de 2cm.
·
Usar sujetadores con forma de ele en los extremos de las repisas,
pues ayudan a mantener los libros en la posición correcta, que
es la posición vertical. Los sujetadores se confeccionan en latón.
Cada lado debe tener alrededor de 18cm, de manera que uno de
ellos quede bajo los libros y el otro afirme la carátula de aquellos
que ocupan los extremos.
·
Los estantes, deben tener seis o siete repisas. La inferior debe
quedar a una distancia mínima de 10 cm del suelo, de manera que
sea posible barrer o pasar la aspiradora.
Un
poco de tiempo invertido entretenidamente en catalogar nuestros
libros pueden ayudarnos a simplificar una tarea que hasta hoy
parecía titánica: localizar el libro buscado, en el momento justo.