LITERATURA FEMENINA AFRICANA de LENGUA FRANCESA
 

 

Por Adriana Lassel

Las últimas décadas del siglo XX se caracterizan por la entrada de autoras novelistas al mundo literario africano subsahariano. Esta literatura de calidad va más allá de los temas estereotipados anteriores donde la mujer africana denunciaba conflictos en relación con la poligamia, la escisión, la dote y otros. Las escritoras actuales muestran situaciones de acuerdo con la problemática de su mundo, pero al mismo tiempo muestran el universo personal de la mujer. Las protagonistas femeninas de estas novelas aspiran a vivir en una sociedad igualitaria y libre.

Un estudio de las escritoras africanas subsaharianas concluyó, en el año 2000, que existirían en el continente 138 novelistas, sin contar las poetas, dramaturgas, y autoras de cuentos para niños. Esto ya es una explosión de literatura femenina considerando que, en 1984, Jacques Chevrier en su libro “La littérature nègre”( La Literatura negra) había declarado: “Es tal vez demasiado pronto para hablar de literatura femenina”.

En cuanto a la literatura femenina de lengua francesa en el Magreb (o Magrib), o sea principalmente Marruecos, Argelia y Tunez, ella existe desde la segunda década del siglo XX, pero estas autoras eran más bien francesas del Magreb. Tenemos que esperar la década del 40 para hablar de escritoras marroquíes, argelinas y tunecinas. Es sobre todo en Argelia, país colonizado hasta 1962, que son más numerosas y es a una de ellas que presentaremos hoy.

En general podemos decir que la literatura magrebina en lengua francesa no ha cesado de evolucionar con una temática en relación con la realidad nacional y con una escritura que busca transcribir el pensamiento de la lengua nativa, árabe o bereber, al cuerpo idiomático francés. Resulta así que la lengua europea, el francés, acogerá temas orales, historias o giros de la lengua materna. En pocas palabras, se escribe en francés, expresando una personalidad magrebina. Esta escritura, sobre todo la argelina, retorna a las historias regionales, a lo propio del terruño, y también a la gran historia para buscar en lo propio regional y nacional la esencia de su identidad.

Pero también la escritora hace de la literatura un acto de denuncia. Son las mayores, sobre todo, que denuncian el sistema colonial en el que crecieron y todas denuncian el patriarcado y dominio del hombre en la esfera social y privada en la que ahora viven.

 

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ASSIA DJEBAR (ASIA YEBAR)

 

Assia Djebar nació en Cherchell (Argelia) en junio de 1936 y murió en Paris en febrero de 2015. Su padre fue profesor primario habiendo hecho sus estudios en la Escuela Normal de Institutores de Bouzaréah (Argelia). Durante la época colonial realizar esta formación ya mostraba que el estudiante se había destacado, con cualidades de perseverancia y estudios, hasta llegar a obtener un título reservado más bien a la comunidad europea. Dentro de las familias de la pequeña burguesía argelina, minoritaria en esa sociedad colonial, sólo unos pocos llegaban a tener una profesión. Su madre, Bahia Sahraoui pertenecía a una familia que había combatido al lado de Abdel Kader, hombre de letras y dirigente de la resistencia armada que los argelinos opusieron en el siglo XlX a la colonización francesa. La invasión francesa al país,recordamos, se llevó a cabo en 1830.

Assia Djebar, entonces, fue alumna de la escuela francesa donde el árabe clásico no era enseñadoy el árabe o bereber regional se refugiaban, en expresión oral, en el interior de la vida familiar. Estudió, por el contrario, el griego antiguo, el latín y el inglés. En 1954 entró al Liceo Fenelón de Paris y al año siguiente pasó a la Escuela Norma Superior de Mujeres, en Sevrès (Francia) escogiendo especializarse en Historia. Es la primera argelina y la primera mujer musulmana en estudiar en esta Escuela, pero no llegó a terminar sus estudios, porque decidió no presentarse a los exámenes para participar en una huelga decretada por la Unión General de Estudiantes Musulmanes Argelinos. Corría el año 1956 y en su país ya había comenzado la guerra de liberación por la independencia. Ese año escribió su primera novela, “La Sed”. Partió hacia Rabat, Marruecos donde siguió estudios de historia contemporánea del Magreb en la Facultad de Letras de Rabat. Volvió a Argelia en julio de 1962, fecha de la independencia del país. Enseñó la historia de Argelia en la Universidad de Argel.

Desde entonces alternará su vida entre Francia y Argelia, escribiendo y enseñando. A partir del año 2001 será profesora en el Departamento de Estudios Franceses de la Universidad de Nueva York. El 16 de junio de 2005 pasará a ser miembro de la Academia Francesa, ocupando el sillón N° 5, convirtiéndose así en el primer escritor norteafricano en ser recibido allí. Fue doctor “Honoris Causa” de las universidades de Viena (Austria), Concordia (Montreal, Canadá) y Osnabrück (Alemania).

Su obra, compuesta sobre todo de novelas, ha sido traducida a 21 lenguas. Además de novelas, cuentos, poesía y ensayos escribió teatro y realizó dos filmes ( 1978 y 1982). Sus novelas y cuentos, escritos en una lengua poética y compleja es un mundo literario que habla de las mujeres y a través de ellas muestra al país y a su sociedad y opone la resistencia femenina al poder tradicional del patriarcado.

Este año Argelia creó el premio de novela Assia Djebar, premiándose una novela en lengua francesa, otra en lengua árabe y otra en lengua tamazig (bereber), es decir, las tres lenguas en que se expresa la escritura argelina.




NULLE PART DANS LA MAISON DE MON PERE

(En ninguna parte en casa de mi padre)

Esta novela, editada por Fayard, Paris 2007 es la última escrita por Assia Djebar y es -a mi entender- la mejor que escribiera. La narradora (la autora) cuenta su adolescencia en un mundo dividido en el mundo del hombre y del colonizador y el mundo de la madre, de las mujeres y las tradiciones. El padre, republicano y laico le da una instrucción propia de la mujer moderna, pero al mismo tiempo le inculca la vergüenza del cuerpo femenino y los miedos patriarcales. Gracias a su propia voluntad y energía y a aquella acumulada por la herencia callada de tantas rebeldías femeninas, la protagonista podrá superar sus miedos y hacer surgir su personalidad. Pero le queda la amargura de que su educación no le dio los instrumentos necesarios para expresarse literariamente en las lenguas vernáculas: el árabe y el bereber.

La protagonista adora a su madre con quien se siente identificada y a quien busca proteger cuando están en el exterior de la casa, el mundo masculino. Admira también a su padre, pero sus prohibiciones serán para ella actos incomprensibles que van poco a poco limitando su libertad, como el día en que su padre, enojado, le prohibió jugar con un vecino francés que quería enseñarle a andar en bicicleta. Este juego inocente, mostrando las piernas, en compañía de un muchacho francés muestra la doble prohibición: ni mostrar el cuerpo ni relacionarse con hombres.

Más tarde, el liceo y los deportes le darán una libertad que, aunque permitida por su padre, no deja de ser limitada por los tabúes de la sociedad.

Leer la vida de una escritora musulmana cuya infancia y adolescencia se desarrollan en tiempos coloniales es más instructivo para conocer la sociedad de la Argelia de entonces que un científico tratado de sociología. Se descubre, por una parte, la división en dos comunidades -la europea católica y la autóctona musulmana- de la población del país en la Argelia colonial. Y por otra parte, nos adentramos en la presión social sobre la mujer musulmana.

 


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