EDITORIAL
Escribir
bien: mucho más que una destreza.
La literatura es un territorio sin camino. Apenas, quizás, algunas
huellas de esclarecidos pasajeros. Pero la dirección y el movimiento
los forja irremediablemente cada uno. Cada quien holla
el sendero a su manera. Y lograrlo es difícil.
Muchos se pierden privilegiando el oficio a despecho de su persona, encantados
y atraídos por cantos de sirena, como son el reconocimiento y la fama.
Pero
con el tiempo hay quienes maduran, cuando comprenden que antes que el escritor
y, mucho más importante, es el desarrollo de ser persona. Porque de
la calidad de ésta última depende el sabor perdurable expresado
en la escritura que se entregue a los lectores.
Véase el fracaso de todo aquello que es nada más que pose o
moda. Brilla en el firmamento el tiempo que dura un pestañeo y luego
se apaga para siempre. ¿Por qué sucede de esta manera? La razón
de fondo es una: la escritura sin alguien dentro es fuego fatuo.
Así, sólo quienes comprenden la destreza y el talento como una
experiencia integrada a las otras dimensiones de ser persona, pueden alcanzar
gran literatura. ¿Cómo podría ser de otro modo? Es inútil
pretender ser un gran escritor si antes no se ha hecho el esfuerzo de crecer
en humanidad.
Y esto no es rápido, toma tiempo. Casi siempre mucho más que
el necesario para dominar únicamente la técnica, el oficio;
asunto clave para ser un buen escritor, pero de ningún modo el único
importante y decisivo.
Escribir exige un fondo mayor en el que pueda cimentarse la palabra. Escribir
bien es fruto de entrega, de arrojo, de trabajo consigo mismo. Y tal disposición
es una experiencia que crea obras habitadas de amplitud humana. Así,
en las palabras de un buen escritor, quien lee debe poder vislumbrar las profundidades
del espíritu y sumergirse en ellas, para salir enriquecido.
Todo lo demás es mero espejismo estéril, aunque brille por un
tiempo a base de candilejas y habilidosas estrategias de publicidad.
Por lo dicho, aspirantes, aprendices e iniciados en la literatura, estamos
llamados a trabajar primero sobre nosotros mismos, para escribir después,
algo que realmente valga el esfuerzo y la pena.
Entonces, sólo entonces, podremos ser buenos escritores.
Ernesto Langer
Moreno
Editor
elanger@escritores.cl