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RAUL SIMON BERNARD Y LOS CASCABELEOS DE CESAR

por : Juan Antonio Massone





1. UN INGENIERO EN LA PRENSA


Una de las riquezas de la prensa escrita consiste en la admisión de aportes de gentes tan variadas en sus columnas que, a poco, resalta de ella un parecido no menos plural en otras realidades. Así, puede adjudicársele parentesco con la calle, el escaparate y el zoológico. Las más de las veces, la similitud no admite más que la combinación y promiscuidad de esas tres vecindades, porque las páginas escritas en papel son en sí mismas amasijos de ululante silencio y variedad de lo insólito humano. Por eso mismo, no es cosa de extrañarse hallar como en coyundas- a despecho de secciones y de páginas clasificatorias- no únicamente el previsible registro de noticias y de análisis, junto al cable y la entrevista, el editorial y la nota mínima para impedir un poco la llegada del olvido, sino además las urgencias del periodista en proximidad de quien, sin serlo por estudios, le anima acaso interés semejante de registrar el pulso cotidiano de la aventura y desventura humana.

Pero el precautorio "acaso" no es retórico, porque suele suceder que aquella persona colaboradora, inicialmente llevada de espíritu deportivo o de pasatiempo, sea alcanzada por la magia fugaz de estar presente, o de comunicar a los demás sus puntos de vista, sucumba a la refulgente ceniza de la presencia transitoria, y persevere hasta echar raíces duraderas y firmes.

Desde luego, la dicha perdurabilidad en el oficio "lateral", como diría Gabriela Mistral, en gran medida dependerá de la aceptación de los lectores no menos que del propietario del medio y del jefe de turno. Creemos fue ése el caso de Raúl Simón Bernard, nacido en Constitución el 14 de julio de 1894, hijo de franceses: Pacific y Luisa. Ingeniero, trabajador en la Empresa de Ferrocarriles del Estado, a la que representó en Nueva York. A partir de 1925 se le nombró agregado comercial de la embajada chilena en los Estados Unidos. Dos años después le encomendaron la jefatura de la oficina de presupuesto en el Ministerio de Hacienda. En 1930 viajó, junto con su familia, a Estados Unidos con el propósito de colaborar en la Comisión del Salitre de Chile ( COSACH). Un año más tarde renunció a sus cargos públicos y se incorporó a la empresa privada W. R. Grace y Cía., sirviendo de gerente en algunas empresas subsidiarias, y en los cargos de apoderado general, vicepresidente ejecutivo y presidente en Chile y en Nueva York.

En su calidad de ingeniero y de los trabajos desempeñados escribió varios libros a esos respectos.

La brevedad de los datos no deja inadvertida su larga presencia en la prensa chilena, a partir de 1919, cuando en la sección " Corre y Vuela" de La Nación, empieza a colaborar en calidad de caricaturista, formato que luego cambiará por el de escritor festivo, principalmente, aunque también lo hiciera escribiendo editoriales de carácter técnico, en relación con las materias de su desempeño profesional.

El hecho es que Raúl Simón se multiplicó en su alter ego Cesar Cascabel, nombre con el que los lectores alternaron durante años, acompañando el suceder histórico de la mano , y mejor aún, de la risa y sonrisa que este sagaz espectador dispensara en innumerables crónicas y aforismos, material convenientemente compilado por el autor en media docena de libros que , hoy, constituyen rarezas bibliográficas. Como se sabe César Cascabel corresponde a una novela de Julio Verne.

Fieles avisos del tenor que los habita, los títulos de sus obras constituyen acogedora bienvenida al buen humor: Los pecados de los otros, la cachimba de Juan Pereza y otras crónicas; Cosas de un año atrás (1920), prologado por Eliodoro Yáñez, director- fundador de La Nación; Reflexiones de un optimista (1923), editada por Nascimiento y preámbulo de Eduardo Barrios, Premio Nacional de Literatura 1946; Broadway ( 1927); Cien nuevas crónicas (1929) y Verdades eternas (1930).

En un trabajo inédito de Luisa Edwards M., acerca de César Cascabel, se recogen algunas opiniones de su hija, la también escritora Eliana Simón, autora de un libro tan famoso como desaparecido. Humor a toda hora (1966). En una de sus respuestas, dice: "Él era muy modesto y de su casa. Nunca hablaba de sus libros y de sus cosas. Era una persona seria. Cuando almorzábamos en Colón, todos los domingos, con las tías, repentinamente decía cosas. Pero no era charlador de salón. No, era una persona muy callada".

La casa aludida se Hallaba en Colón esquina Américo Vespucio, y, según Luisa Edwards, llamaba la atención: "Un magnifico tótem colorido deba la bienvenida a un mundo de fantasía". Similar alusión corrió por cuenta de Hernán Díaz Arrieta, Alone, en una crónica publicada en julio de 1969, a poco de fallecer Raúl Simón: "Los transeúntes del barrio alto, al cruzar la avenida Américo Vespucio en la avenida Colón, suelen detenerse ante una inmensa quinta, casi una parcela, preguntándose a qué magnate o a cuál institución pertenecerá esa propiedad cuyo interminable muro se prolongaba hasta hace poco, cercando un vasto espacio tras el cual se veían un chalet aislado, un bosque de eucaliptus, un jardín y una especie de extraño monolito, de vivos colores, con aire de divinidad azteca. Allí vivió sus últimos años y acaba de morir el ingeniero Raúl Simón, padre de Cesar Cascabel, que lo había precedido desde hace largos años en el silencio, de una hija en quien su ingeniero sobrevive, Eliana Simón, la única acaso podría decirnos cómo después de haber obtenido todos los triunfos en sus empresas, los más brillantes, los más envidiados, los más difíciles, el humorista dejó caer, como un juguete roto, el instrumento de que su mano ligera y hábil había arrancado tantas sonoras chispas, tantos dardos certeros para enseñanza y regocijo de su generación, qué secreto de melancolía y desengaño lo hizo enmudecer antes de tiempo".

El humorismo escrito era muy escaso cuando Simón inició sus colaboraciones en la prensa. Se suele recordar los nombres de José Joaquín Vallejo, Jotabeche ( 1811-1858), escritor de los Artículos de Costumbres; Joaquín Días Garcés (1877-1921), conocido como Ángel Pino; Pedro Nolasco Cruz (1857-1939); Martín Escobar (1886-1920); aunque ellos, con la sola excepción de Joaquín Díaz Garcés, exhibieron humor en calidad de escritores más que de periodistas.

Un nombre indiscutido en la prensa es el de Jenaro Prieto (1889-1946), famoso autor de El Socio y también creador de "Tontilandia", ese país tan idéntico a Chile que cobrara relieve en sus artículos publicados en El Diario Ilustrado. Pero la nómina, luego de muchos forcejeos, aumenta poco más. Los aportes de Egidio Poblete, Ronquillo (1868-1940), y Luis Rodríguez Velasco (1838-1919), alcanzan relevancia. Empero, es preciso remontarse a Juan Rafael Allende (1848-1909), creador como nadie de pasquines y tabliodes de lance, durante el siglo XIX, para hallar un nombre que sirva de antecedente del periodismo de humor , aunque con la salvedad de que este fue eminentemente satírico y belicoso. A su turno, la importancia creciente de la imagen que tuvo cultivadores de la talla de Pedro Subercaseaux, creador de la caricatura del personaje Von Pilsener, también aportó tonalidad festiva por medio de íconos de obligada referencia en el imaginario colectivo.

Vista la escasez de humorismo escrito entre nosotros, razón tuvo Eduardo Barrios al celebrar la aparición de César Cascabel en el prólogo de Reflexiones de un optimista (Ed. Nascimiento, 1923), cuando dice:

"Con César Cascabel surge, pues en Chile al fin el humorista, correspondiente a nuestra hora, con visión de lo contemporáneo, sintéticamente expresivo, comunicativamente alegre, culto y versátil y, sobre todo, libre y con sentido estético del humor. Como todo humorista sabe que "la libertad estética consiste en la observación desinteresada", despersonaliza, antes que nada, sus miras y sus blancos. Fuera de las banderas políticas y del favor de los hombres, va siempre a descubrir el ridículo allí donde el vivir humano y aun el animal lo esconden. Desdeña la figura notable; coge el tipo anónimo y permanente, el hecho genérico, el síntoma social, la antigualla, la manera snob. (.) Y su acto rápido, expresado en forma veloz y plástica, sugerente, triunfa en nuestra risa: nos revela inesperadamente una insensatez en gesto de desatino, nos anuncia la consecuencia loca de una verdad inconmovible, nos trae a cuento analogías inaceptables para la cordura pero más elocuente que otra racional. El es el nexo mágico que aproxima el subsuelo ridículo de los planos graves y relampaguea en nuestro espíritu con la chispa de la buena risa."1

El lapso histórico cuando el autor hiciera gala del ingeniero analizando el acontecer nacional correspondió, sobre todo, a los años veinte, el que viera emerger la nueva fuerza política del alessandrismo, la naciente lucha feminista - en un principio por el derecho al sufragio y la incorporación progresiva al mundo del estudio y laboral -; el cambio de costumbres provocado por los aires de grandes sucesos mundiales: la primera posguerra, las revoluciones mexicana y bolchevique; la caída del salitre natural; el mundo internacional a partir del Tratado de Versalles; el diferendo chileno- peruano de las ciudades de Tacna y Arica; el traspaso del patrón oro al papel moneda; la separación de la Iglesia del Estado en nuestro país; las convulsiones sociales tan propias de etapas cambiantes en las cuales se fomenta lo nuevo con tanto encomio como se denigra lo anterior; el nacimiento de nuevos usos y costumbres, sin que por ello deje el peso de vicios inveterados.




2. ANOTACIONES EN TORNO DEL HUMOR


Más que estado de ánimo, el humor es un modo especialísimo de ser y de percibir la conducta humana como fuente de relatividades y de candorosos enmascaramientos capaz de resaltar la condición inevitablemente risible que muestra gama conductual de nuestra especie. El humor es, ante todo, una forma inteligente de ver lo esencialmente deleznable de las apariencias, sean estas ínfulas o mentiras, eufemismos o edemas sociales. Desacato a la vez la denuncia, la escritura que lo cultiva se afana en ofrecer la otra faz, el matiz ayuno de solemnidad, el desnudamiento de móviles y de fundamentos sociales. Existe un humor porque existe otro. Y este, a su vez, hace las veces de espejo o de referencia capaz de destacar los aspectos vulnerables de la convivencia.

Gran teatro del mundo, como dijera Calderón de la Barca, la trama social es, a un tiempo, motivo de perplejidad, fuente de crítica y reservorio de intenciones. Las soledades heterogéneas la nutren, le confieren pátina de reiteraciones que alcanzan condición de escamas o de costumbres, renuévanle novedades y asestanle rasgos definitorios que es preciso tener en cuenta si quiere comprenderse cuanto sucede.

La perspectiva humorística hace fama en el cuerpo social, porque revela de él condiciones más reales que ideales. Verdadera endoscopia, la tersura de la piel o la silueta, mediante el procedimiento de mirar por dentro, en túneles y desvanes, ceden atención en beneficio de huesos y de fluidos. El humor agita silenciamientos, desmonta andamios, vigas maestras y hasta cimientos de la construcción social. Ingeniería al revés, el humor concibe lo humano en lo quebradizo de presunciones y de blasones adventicios. Exalta la descolocación sufrida por lo humano en cuanto este se enfrenta o deviene al ciclón de lo inesperado. Víctima, casi siempre, de la imprudencia, nuestra especie prodiga ejemplos innúmeros en los que resta precaria, ridícula, inconsistente. Cada lapso aporta pormenores de los mismos temas y de no menos iguales repertorios, aunque deba concederse una variación de énfasis y de alusiones en las que la mirada y, luego, la comprensión aten cabos que suelen desembocar en risa o en sonrisa.

Los tonos cromáticos del humor abarcan desde la celebración complaciente al sarcasmo. En medio, los grises, los ocres, los granates se combinan, produciendo otros tantos matices y gradaciones en el registro humano que llevan a cabo. El humor tiene por eje la ironización, ese poner en solfa al más pintado a partir de un lancetazo con que lo reprueba o relega a un lugar tanto más inconfortable cuanto mayor fuera su pretensión de autoelogio. Don Francisco de Quevedo, don Miguel de Cervantes, Bernard Shaw, Oscar Wilde, don Miguel de Unamuno, Jacinto Benavente, entre tantos más, adquirieron justa fama a estos respectos.

En cuanto a los formatos en que suele verterse el humor escrito, éstos se extienden desde el aforismo a la novela, la sorpresiva respuesta y el artículo, el cuento y el verso, como también el sainete, el relato costumbrista y la divagación.

El humor echa mano del recurso de la inversión de lo real, del contraste y de la conjetura. Sobre el terreno de la realidad siembra semillas de la que nacerán frutos insólitos e inauditos. La ridiculización y el agua fuerte, lo descomedido e irreverente, la relativización y la hipérbole acuden con frecuencia al servicio de sus fines denunciadores o, cuando menos, de hacer presentes jirones execrables o risibles de la realidad. En este sentido, nada más serio que el humor. También, nada más inteligente ese su ver por dentro, según avisa la etimología de la palabra inteligencia.

Tal vez la sorpresa humorística mayor radique en los nexos inusuales que sabe establecer, con pleno derecho, entre factores de realidad distantes o muy diferentes. Ese trato con lo inverosímil en que tememos entramparnos se nos hace particularmente promotor de hilaridad. Reímos de lo real, especialmente, cuando ello se nos presenta más allá de lindes habituales con caracteres exagerados, inimaginables o desestabilizadores. Y en ese cruce de posibilidades e inverosimilitudes experimentamos un alivio de lo obligatorio, sea esto tarea, lógica o institucionalidad demandante. Así es como el humor tiene mucho de fuego azaroso sin olvidar su calidad de disparadero catártico. Renovación mental, sobre todo aquel humor capaz de coger al vuelo trazos desprendidos o desmontables de viñetas y peripecias, goza de la virtud de coger en vilo las realidades acercándoles consideraciones impensadas, para así arrancar de ellas facetas maleables, porque si algo nos recuerda sus cabriolas es la metamorfosis a que está sujeto todo individuo y cualquier acontecer humano.

Por sus mismas características de reacción veloz y de vinculador insólito, el humor desplaza los centros de atención: del núcleo a la periferia y de ésta al corazón de lo inesperado. Trueca un inicial acto defensivo en arremetida desestabilizadora. Como en el judo, el humor se sirve de los datos existentes y rehace la fisonomía de aquéllos con deslumbrante donaire revelador.

Puebas al canto. Cuéntase que, durante una reunión social, la famosa bailarina estadounidense Isadora Duncan quiso congraciarse con el dramaturgo irlandés George Bernard Shaw, espetándole: "¿Imagina usted cómo sería un hijo nuestro con mi belleza y su inteligencia?" Ni corto ni perezoso, el autor de Santa Juana, retrucó: "¿Imagina usted cómo sería un hijo nuestro con su inteligencia y con mi belleza?".

Del siempre paradógico Unamuno he aquí una muestra. Habiendo escuchado a una autoridad civil negar la evolución hasta el punto de motejar de papanatas a quienes la admitían, habría dicho que él ni su familia descendían del mono. A su turno, don Miguel puso los puntos sobre las íes, diciendo más o menos lo siguiente: Hay algunos que no descienden del mono, sino van hacia él.

Los ejemplos podrían multiplicarse. Baste aquí el par transcrito para ilustrar someramente una de las posibilidades del autor, del buen humor.



b.. LOS CASCABELEOS DE CESAR


De entrada el seudónimo de Raúl Simón une esferas de muy distinta alcurnia. César evoca la antigua grandeza de mandamases romanos: suprema autoridad, poderío sin más límite que la propia voluntad, vulnerable a los influjos de confidentes, amantes o familiares. Con todo, el César es la cabeza de reinos de este mundo y sus legiones disciplinadas saben llevar su nombre y sus designios lejos de Roma.

A tan imperial nombre le acompaña el curioso apellido Cascabel, esto es, un juguete sonoro, de bebé, bullicioso para avisar que alguien está despierto. Y despierto estuvo César Cascabel observando las veleidades de nuestro carácter criollo, poniendo en balanza las aspiraciones y los logros sociales, sometiendo a examen el mundo privado y el público, todo lo cual contribuyó a cautivar la atención de lectores y a dar aviso de que alguien mantenía vigilia fiscalizadora entre nosotros.

En un breve prólogo a Cosas de un año atrás, Eliodoro Yáñez, entonces director de "La Nación", escribió: "César Cascabel es, sin embargo, un pensador y un hombre de estudio; aun me atrevería a decir que bajo su aspecto de presbiteriano se presiente un espíritu triste y reflexivo, y por eso sus artículos revelan una profunda concepción humana y un fondo de filosofía que hace pensar haciendo reír."2.

Efectivamente, el formato artículo, cauce preferido de sus escritos, muestra la pericia de una palabra analítica e incisiva que, aplicada a las esferas políticas, económicas, institucionales, científicas y domésticas supo extraer de ellas la pulpa y transmitir los sabores que la ocasión brindaba. Desde luego, mucho de una escritura como la suya, nutrida las más de las veces de actualidad, sufre el menoscabo de los tiempos, de suerte que las referencias que sustentan a sus críticas y alusiones no siempre alcanzan a interesarnos en su periclitada inmediatez. Aun así, puede espigarse de sus textos una apreciable muestra de ese humor en que resaltan las veleidades de ordenamientos y de cabos sueltos como son las convivencias sociales.

Cierto sufrido regocijo le lleva a la afirmación de que "se vuelve a comprobar que todo lo que sirve en otra parte no sirve para Chile"3. Juzgando errática la conducta criolla, se vale de su invención para aseverar: "Como se sabe, el genio chileno es intuitivo por naturaleza. Entre nosotros las cosas se hacen e inventan sin estudios ni teorías especiales. Y así, prácticamente, hemos descubierto el cuento del tío, el sistema reintegrativo, el papel moneda, los pozos de petróleo refinado marca Caloría, el reactivo del salitre, etc."4.

El estilete de su palabra avisa del observador prolijo y recreativo que había en él. Por lo demás, en todo humorista se agudizan, recíprocamente, el don de ver y el don de representar lo visto. La realidad queda expuesta a incisiones y tomas de muestras. En donde el humorista deposita atención se aloja el dardo provocador de ronchas en el ambiente.

La política fue una de las materias predilectas en la que derrochó ingenio y mantuvo firme el pulso en el manejo del escalpelo:

"Porque los ministros chilenos son enciclopédicos. Un político chileno solo es digno de respeto cuando ha ocupado las seis carteras sucesivamente. Sin embargo, cuando algún político se ha dedicado de preferencia a una especialidad cualquiera, medicina- por

ejemplo -, entonces tiene muchísima probabilidad de ocupar la cartera de Guerra y Marina".5


Otra de sus predilecciones fue la mujer, en sus diversos estados civiles, no menos que las actitudes dominantes que se le atribuyen, y exhibe frecuentemente.

"¿Por qué los hombres, si poseen la paciencia, la constancia, no se han dedicado a los niños y al tejido?.

¿Por qué las mujeres, si poseen la astucia, la locuacidad y la inconstancia, no se han dedicado a la política?.

Indudablemente, la humanidad ha cometido con esto un grave error.

Aún más, deberá reprocharse a los hombres su inconcebible egoísmo al apartar a las mujeres de aquellas actividades a que lógicamente la conducían sus actitudes.

Por ejemplo, si hubiese sido debidamente aprovechado en las mujeres su espíritu de locuacidad y su espíritu de comunicación, sin duda que mucho antes que los hombres habrían ellas inventado el correo, el telégrafo y el teléfono."6.

Si quedare alguna duda de la forma de encarar los prolegómenos que, en los años veinte, anunciaba el naciente feminismo liderado, entre otras escritoras, por Inés Echeverría de Larraín ( Iris), he aquí una muestra:

"Soy tímido por naturaleza, y la experiencia me ha dado desconfiar del porvenir cuando se unen la suegra, la cuñada y la mujer." En el mismo artículo declara: "He sido un buen marido, fiel y complaciente , como a la fuerza son todos los maridos. Sin embargo, desde la conferencia de Iris, desde hace solo algunos minutos, he sido despojado de todos mis derechos y de todas las consideraciones debidas a mis años de servicios. Soy menos que el consejo de Instrucción, menos que el Rector de la Universidad, menos aún que un Ministerio Parlamentario. La huelga universitaria no es nada ante la huelga de las mujeres. ¿Por qué - si los maridos no servimos para el cargo - no nos dejan siquiera la libertad de renunciar?"7.

Con todo, el aforismo acuñó las mejores monedas de buen humor de Cascabel. En Verdades Eternas (Ed. Nascimento, 1930), las condiciones de hombre y de mujer consiguen resaltar a punta de chispazos irónicos. Hoy, nuestro autor, colaboraría en diseminar más de un chiste de los llamados machistas. Leamos algunos:

"La fuerza del sexo débil reside en la debilidad del sexo fuerte por el sexo débil"; "Las mujeres son como los países. Todo su porvenir depende de sus recursos naturales"; "El eco es lo único que termina de hablar después de la mujer."; "De todos los amores, es preferible el amor a primera vista. El resultado es igualmente malo, pero se ahorra tiempo"; "Un hombre ha llegado a viejo cuando va a los bataclanes por la música"; "En la luna de miel la luna dura más que la miel"; "La principal causa de los divorcios es el matrimonio"; "El amor a primera vista se cura con la segunda vista"; "Cuando una mujer tiene una reputación dudosa, significa que no hay ninguna duda acerca de su reputación", y otros muchos por el estilo.

Pero los motivos de este humorista rebasan las circunstancias de la política y de nuestra especie. Capaz de acceder a la realidad desde un enfoque inusual, nada le queda lejos a su pispar de lógicas descalabradas, tales son los animales, especialmente dóciles a las consecuencias de sus análisis:

"La lagartija o puede dividirse pero no puede unificarse. De ocuparse de política, la lagartija sería liberal." "El gallo es imperialista. Es orgulloso. Es un alemán del antiguo Imperio. Un alemán que, después de creer en Nietzsche, baja de su pedestal de omnipotencia al fondo de una sartén o una cazuela."; "Parado en el camino, inmutable ante los golpes del arriero, el burro semeja un político del antiguo régimen sacudido por la evolución de las ideas."8.

Muchos más pueden ser los ejemplos que hablarían, mejor que cualquier intromisión nuestra, del espíritu nutricio de la palabra de Raúl Simón. Suficiente decir a modo de pequeña conclusión que el periodismo escrito cumplió en él una de las más resueltas acciones benéficas en nuestra sociedad: denunciar anquilosamientos en que la realidad humana puede devenir inerte. Pero su animador trabajo insufló en los escritos el premio mayor de la generosa sonrisa personal, capaz de engrendrar la ajena, y recordar la falible condición humana.


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