Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura
Patrocinador
Secciones
Escritores

Semblanzas

Entrevistas

Artículos

Revista
Premios nacionales
Enlaces
Ebooks
Micro Cuentos
Cuentos Chilenos
Poesía chilena
Libros gratis



Páginas personales de escritores

Sitios en escritores.cl
Renato Martinez
Nicolás Mareshall
Cristián Brito
Andrés Castillo
Gonzalo Torrealba
Vistor De la Maza
Sonia Luna

Patricio Silva O.

OMAR

Estela Socias
Margarita Rodriguez
Juan A. Massone
Jaime Hales
Bernardita Moena
Humberto Flores
Loreto Silva
Luis Varas
José Pedro Soza
Orietta de la Jara
Elizabeth Gallegos
Annamaría Barbera
Roberto Rivera
Martín Lasso
Felipe Maturana
Tamara Rojas
Leandra Brunet
Naiffe Jasen
Buscar en escritores.cl
Ultimos Números
Abril 2001
Junio 2002
Julio 2002
Agosto 2002
Julio 2003
Agosto 2003
Septiembre 2003
Octubre 2003
Noviembre 2003
Diciembre 2003
Enero 2004
Feb/Marzo 2004
Abril/Mayo 2004
Octubre 2004
Noviembre 2004
Diciembre 2004
Enero/Feb 2005
Marzo 2005
Abril/Mayo
junio/Julio
Agos/sept
Verano 2006
Otoño 2006
Invierno 2006
Verano 2007
Otoño 2007
Verano 2008
Otoño 2008
Invierno 2008
Primavera 2008
Verano 2009
Otoño 2009
Invierno 2009
Primavera 2009
Verano 2010
Otoño 2010
Invierno 2010
Primavera 2010
Verano 2011
Otoño 2011
 

Lectura, lenguaje y reflexión

por Diego Muñoz Valenzuela

 

 

Dos encuestas hechas en 1980 y 1994 dan cuenta del deterioro en la lectura en Chile, o al menos de su evidente insuficiencia. En 1994 sólo el 12,5% de los encuestados declaró que leía libros en forma regular, frente a un 27% en la encuesta de 1980. En 1994, más de 2/3 declaró que no había leído ningún libro el año anterior, frente a ¼ en 1980. En 1994 un 43,4% de los encuestados manifestó que no lee nada, ni libros, ni revistas, ni periódicos. Para mayor desgracia, los niveles de lectura detectados están ligados a periodos de aprendizaje, el grupo etario entre 15 y 24 años. Los lectores habituales (más de 5 libros) son profesores secundarios, estudiantes universitarios y profesionales. Los lectores ocasionales (5 libros o menos) son estudiantes secundarios y ejecutivos. La cuarta parte de los hogares de nuestro felino país no tiene ningún libro; la mitad tiene entre 1 y 50; y sólo el 12,3% posee más de 100 volúmenes.

Así las cosas, a estas alturas no parece una gran novedad afirmar que en Chile se continúa deteriorando el lenguaje como efecto de la caída en los niveles de lectura, y de una manera muy importante por el efecto de los medios de comunicación de masas. Y no me refiero solamente a la sustitución de la lectura reflexiva por la observación pasiva de la pantalla, el fenómeno es mucho más complejo y grave que esto. En la televisión, en nuestros periódicos y revistas, en la radio, casi no existe debate real; los invitados son unos pocos que se turnan para mantener la farándula. Raramente un político difiere de otro en temas realmente profundos, y la discusión de aquellos escasos personajes no vinculados a la política suele carecer de espesor cultural.

Habría por ejemplo que decir que un ex-candidato presidencial, político de tradición, Presidente del Senado, usa corrientemente la palabra "nadien" y la conjugación "hubieron", entre otras abundantes incorrecciones idiomáticas como los giros "por ser" o "como ser" para dar paso a ejemplificaciones. Por fortuna para la preservación de la pureza de nuestro lenguaje, tal candidato fue derrotado en una elección primaria. Nuestro Presidente actual tampoco es un dechado de virtudes en lo que se refiere al lenguaje, y de él se ha dicho incluso "que su elocuencia está sobre todo en el silencio". Abunda el alto personero en el uso de adverbios construidos con el sufijo "mente", contagiando a la clase política; su muletilla preferida es "estar extraordinariamente preocupado, emocionado, sorprendido". El adjetivo varía según la situación específica.

Otra candidata de raigambre ortodoxa se aferra al pasado con discursos nostálgicos, frases hechas, retórica adjetivante, pero huelen a naftalina, "el pueblo" es su expresión preferida. En las antípodas políticas de esta postulante, se levanta el candidato del conservadurismo, que trata de vestirse con ropajes de servicio público, recurriendo en forma exasperante a la fórmula de la "gente", para alejarse de cualquier significante que pueda oler a marxismo.

Cito a Ximena Torres Cautivo, autora de un agudo artículo a este respecto: "Así, el ciudadano, que no es otra cosa que el televidente, armado de control remoto además, tiene líderes que vomitan a espasmos sus escasas ideas en una suerte de arenga discontinua, donde la regla es el lugar común". Rarísimos son los senadores o diputados que exhiben un lenguaje cuidado, original o expresivo. Y el más calificado de ellos, que resalta no sólo por su oratoria, sino que por sus continuas denuncias de irregularidades - tema que también lo aleja de sus colegas - tiene un pasado fuerte de afición literaria, como podría haberse sospechado. Entre la gente de gobierno, también destacan aquellos escasos ejemplares con aficiones literarias postergadas por el ejercicio político, o desarrolladas parcialmente a pesar de éste. Otros son simples víctimas de su profesión: hablan como leguleyos hasta de los temas más intrascendentes, utilizando una amplia batería de expresiones prefabricadas que suena a jerga procesal.

 Para algunos de estos "elegidos" que pasan el examen de la palabra, hay que observar que muchas veces la utilización del lenguaje se pone al servicio de la ambigüedad, ahuyentando opiniones taxativas inconvenientes para quienes ejercen de voceros. Esto ha sido caracterizado humorísticamente mediante la estructura "Si bien es cierto que …, no es menos cierto esto otro". "El desmentido es una palabra imprescindible en el léxico de los hombres públicos de todas las ideologías políticas" ha expresado el escritor Fernando Jerez.

Se ha dicho que el promedio de palabras que usa un chileno es de 600. Esto no sólo indica un empobrecimiento en la capacidad media de expresión, sino que se correlaciona con una falta de comprensión del mundo que nos rodea, incluso con la imposibilidad de hacer ciertas distinciones, de darse cuenta de la existencia de algunos fenómenos o situaciones en curso que pueden estar afectándolos en forma tan seria como negativa. Esta es la verdadera gravedad del asunto.

Entre cognición y lenguaje existe una relación directa: nombramos a las cosas que nos interesan, aquellas con las cuales trabajamos en forma más directa, ya sean concretas o abstractas. Si no tenemos un nombre para algo, es porque no nos interesa, porque no nos sirve para nada, sin que esto conlleve un sesgo peyorativo, porque el criterio de servicio puede enfocarse en un amplio rango: desde lo más pragmático y material, hasta las abstracciones más puras.

Una civilización que se orienta preferentemente hacia lo material, sin dejar tiempo para la reflexión, la lectura o la simple conversación, se dirigirá de manera inevitable hacia el deterioro y la simplificación del lenguaje, y por ende a la degradación de nuestra inteligencia definida como grado de conciencia y comprensión de nuestro ambiente. Si agregamos que en esta civilización hay poderosos agentes a los cuales no les conviene masificar la cultura y la reflexión, debido a su subyacente capacidad crítica y rebelde, se hace fácil entender la razón de los magros esfuerzos por mejorar esta situación a niveles extendidos de población. Basta mantener a una elite de especialistas, integrada por distintos grupos de expertos hábiles en un solo campo, unidimensionales en el sentido que usó Marcuse, a quienes se convoca en el mercado del trabajo cuando se requiere de ellos para resolver problemas útiles a quienes detentan el poder, pero no se les provee autonomía para que escojan por su cuenta los temas de su interés.

Y si los dominados están obnubilados por una carrera, ya sea en pos de la supervivencia o del consumo irrelevante, dedicarán sus escasas energías residuales a observar pasivamente un programa de televisión que le entrega elementos digeridos, estructurados por otros, muchas veces sin más intención que divertir o alienar. De este modo, se impone el lenguaje degradado, empobrecido al máximo, convertido en herramienta primaria, despojado de sus elementos superiores de abstracción, y se condena así, de paso, a la mente humana a un empobrecimiento similar, paralelo, íntimamente imbricado con aquél. La pobreza del raciocinio, la superficialidad del pensamiento, se correlacionan con el discurso chabacano y pobre. El mundo pasa ante los ojos de los observadores como una película en fast forward, sin tiempo para análisis profundos, sin posibilidad alguna de extraer lecciones o aprendizaje de esta mirada lumínica, sin hacer más que las mínimas interpretaciones que permiten continuar con la existencia precaria, a proseguir con el rito absurdo de una existencia sometida al arbitrio de prioridades elementales.

¿Cómo entonces se interpretará una noticia internacional, la agresión de un país sobre otro más pequeño? Probablemente, sin más juicios que los expresados en la propia noticia, donde casi con seguridad ya se contiene una interpretación ideológica, vale decir estamos frente a una superchería que trata de aparentar un carácter de verdad objetiva, que en el caso de la televisión se acentúa por el hecho de estar observando los acontecimientos. Y el telespectador se deja llevar por esa visión, paradójicamente sin ver lo que ocurre en realidad, o viendo lo que otras conciencias le dictan, ya sin siquiera necesidad de recurrir a la temida técnica de transmisión subliminal. Y se apresta a concurrir al supermercado, o a donde sea, a consumir los artículos de los auspiciadores, y si no dispone de los recursos, usará la tarjeta de crédito del banco patrocinante.

No hay texto neutral, porque siempre será expresión de una ideología. Por tanto, la única lectura posible es una lectura de interpretación en función de la ideología propia, y si ésta no existe, o es débil… Dice el lingüista holandés Teun van Dijk, "cada discurso es diferente, porque cada persona es diferente, porque cada persona tiene modelos diferentes; si no fuera así, todo el mundo hablaría de la misma manera". Pero si el discurso es pobre porque el modelo es magro, los discursos pueden parecerse entre sí peligrosa, horriblemente, y la verdadera riqueza de la humanidad, lo que hace único a cada ser humano, la diferencia, se desvanece, y nos convertimos en zombies, en robots, en engranajes telecomandados.

Aquí se resalta la necesidad de resistir, de enriquecer el discurso de los que no están conformes, de los disidentes, buscando incorporar nuevos significantes, y buscando acceso a los medios para poder hacer difusión de ese discurso. Es evidente que sea cual sea el grupo dominante, éste será quien determine quiénes, cuándo y dónde hablar, esto es el contexto. Controlar el contexto implica controlar el discurso, y ésta es una manera muy eficaz. Otra es controlar el texto mismo, que ha sido típica de los regímenes más brutales, de los que venimos de vuelta en esta parte del mundo. Pero el control del texto, la censura, ha sido reemplazada por el control del contexto, que en Chile ha sido más determinante, porque prácticamente no existen medios de comunicación que no estén controlados por los grandes grupos empresariales, los cuales naturalmente se han ubicado a la derecha, eufemísticamente llamada "centroderecha" (ésa es la imagen de marca que nos han impuesto con bastante éxito por desgracia), aunque en la práctica sea una derecha cargada de fascismo y conservadurismo medieval. 

Si nos vamos a las causas, encontraremos que quizás la más importante de todas ellas, sea nuestro sistema educacional arcaico, centrado en la autoridad del que da la cátedra y en la obediencia de los que escuchan. A pesar de los esfuerzos recientes que se han desplegado por parte de algunos intelectuales visionarios, nuestra educación básica y media sigue siendo más bien un rito, una transmisión unilateral desde el púlpito, un discurso que va en un solo sentido, sin pretensiones de gatillar en los otros reacciones, verdaderas reacciones imposibles quizás de prever o de controlar, pero por eso mismo, más necesarias, más deseables. Nuestra universidad no es distinta en esencia, el profesor sube al estrado y pronuncia su lejana, erudita conferencia; él decide programa, contenido, oportunidad, todo. El alumno es un mero receptor, una página en blanco sujeta al arbitrio de un sistema tecnocrático. Recientemente he conversado sobre este tema con amigos académicos, y hemos coincidido en caracterizar la situación actual de esta manera, en reconocernos incluso como parte de este fenómeno detestable, pero al tiempo de hacer sinceros votos de cambiar de actitud, o de reforzar los cambios que algunos ya habían comenzado a introducir en sus clases.

Y, como expresa Jorge Melo, escritor colombiano, "los medios de comunicación, al dirigirse a un público formado en una escuela deformada por la pasividad, han adquirido una inmensa capacidad para deformar y trivializar la información, como efecto de una lógica de comunicación de resultados bastante perversos". 

Si arrastrados por las circunstancias de su entorno los seres humanos son obligados a una reflexión que en verdad no pueden hacer debido a su carencia de lenguaje, porque no pueden verbalizar sus deseos y sus inquietudes, no pueden formularse sus problemas ni sus esperanzas de solución, pues bien, no tendrán más medio que recurrir a alguna acción posiblemente violenta, "ampliando su vocabulario con un arma, cuando podría haber recurrido a un adjetivo" (Joseph Brodsky, citado por Melo)

Es preciso luchar para defender el idioma, su capacidad de expresión, su riqueza y pluralidad. De ello depende en enorme medida nuestro progreso futuro en materia económica, social y espiritual. No nos podemos dar el lujo de no poner la cultura, el lenguaje y la literatura en la ecuación que describe nuestro destino como nación.

 

-------------------------------------------------------------------------------- 

CITAS

 

(¡Cómo hablan los políticos! Por la boca muere el pez; Revista El Sábado de El Mercurio, ver pp, aprox. Abril o junio 1999)

 

Fernando Jerez, La nieve negra, PF, 14-27 Mayo 1999)

 

Jorge Melo, escritor colombiano, (revista Número 19, oct-dic 98, pp 40-42):

 


Hacer clic sobre la imagen

 

 
Club Literario
Destacados
Cartas al director

Páginas personales de escritores
Web de un escritor
Blog del editor de escritores.cl
Comentarios de libros
Mandalas de Omar

mandalas de Omar aquí

su email
Ingrese su email para recibir novedades de escritores.cl
Haga clic aquí
DIASPORA

Antología escritores fuera de Chile

Suplementos

La Mistral en fotos

Poesía Religiosa

Encuentro de escritores

Escritores chilenos en Canada

Letras de cuecas chilenas
Escritores al banquillo
Diversos

Libros recibidos

Boletines temáticos

continúe estas Historias Inconclusas

El Ciego

María

El diario de un cesante.

El ascensor.
El viaje en autobus
Participa en la Tierra de los MicroTextos

clic

   

© escritores.cl - Permitida la reproducción de su contenido mencionando la fuente siempre y cuando no sea con fines de lucro